Cinco niños con sordera recuperan el oído gracias a la terapia génica
El tratamiento se basa en una inyección que introduce un gen en las células de la cóclea
La sordera es una condición relativamente habitual. Se calcula que, en menor o mayor grado, afecta a más de mil millones de personas en el planeta, y que hasta un 5% de la población mundial tiene una de sus versiones más graves. La forma congénita, la que está presente ya en el nacimiento, se ve entre uno y tres de cada mil bebés.
Normalmente, la sordera es un proceso irreversible, que sólo se puede mejorar con el uso de audífonos o, en algunos casos, de implantes cocleares, unos aparatos que transmiten el sonido directamente al nervio. Ahora, por primera vez, se ha conseguido que niños que han nacido sordos sientan mucho mejor gracias a la terapia génica, según un estudio aparecido en la revista The Lancet.
Tipo de sordera
Hay muchas razones por las que el sentido del oído no puede funcionar correctamente, sea de forma parcial o por completo. La edad, por ejemplo, hace que degeneren progresivamente las estructuras de la oreja interna, y ésta es actualmente la principal causa de sordera en todo el mundo, técnicamente llamada presbiacusia. La mitad de los casos de sordera podrían prevenirse si se actuara a tiempo sobre los factores desencadenantes, como por ejemplo las infecciones crónicas, la exposición a tóxicos o los traumas (entre ellos los ruidos elevados y frecuentes).
También existen formas de sordera genéticas, que se heredan de los padres y no se pueden evitar. Forman parte de síndromes más complejos (como el de Usher, el de Stickler, el de Pendred...) o pueden ser el resultado de una mutación en un solo gen. Dentro de este último grupo de sorderas hereditarias, se han identificado más de cuatrocientos tipos diferentes, según el gen responsable. En muchos de estos casos, la sordera está presente ya desde el nacimiento (el 80% de las sorderas en niños son genéticas), pero en otros no se hace evidente hasta años más tarde.
El otorrinolaringólogo Yilai Shu, de la Universidad Fudan de Shanghai, y su equipo pensaron que este tipo de sordera genética serían la diana perfecta para un tratamiento experimental que se llama terapia génica y que consiste en insertar en las células el gen que no funciona correctamente. El sistema es similar al que utilizan vacunas de nuevo diseño como la ChAdOx1, la famosa vacuna contra la cóvid-19 de AstraZeneca: se utiliza un virus inactivo para transportar un fragmento de ADN hasta el interior de las células correspondientes, en este caso las de la cóclea, en la oreja interna.
26 semanas de mejora
Para este experimento pionero, los investigadores seleccionaron a seis niños de entre uno y dieciocho años con un tipo de sordera llamada DFNB9 (o sordera autosómica recesiva 9), que es causada por una deficiencia en el gen conocido como OTOF. Este gen contiene las instrucciones para fabricar una proteína llamada otoferlina, necesaria para el funcionamiento de las células ciliadas, que actúan como receptores de los sonidos en la cóclea y los transmiten a los nervios. Hay unos 200.000 niños en el mundo que no pueden fabricar otoferlina porque tienen ese gen estropeado. La terapia génica consistía en una sola inyección directa en la cóclea de una versión inactiva de un adenovirus (el virus que causa resfriados) que contenía el OTOF.
Los resultados, anunciados ya el pasado octubre pero publicados hace sólo unas semanas, son muy positivos. Cinco de los seis niños experimentaron mejoras progresivas en la audición, que permanecieron hasta 26 semanas después de la inyección, el tiempo que duró la observación. Cuando empezó el estudio, ninguno de ellos podía oír sonidos por debajo de 95 decibelios (el ruido que hace una moto); al final, reaccionaban a sonidos de entre 40 y 50 decibelios (el equivalente al ruido de la lluvia o el zumbido de una nevera).
Aunque los datos son alentadores, todavía quedan dudas. Para empezar, no se sabe cuánto tiempo durarán los efectos. Las células ciliadas no mueren ni son reemplazadas, por lo que el efecto podría ser permanente. Pero también podrían perder la capacidad de fabricar la otoferlina. Si es así, debería repetirse la inyección cada cierto tiempo. Esto puede ser complicado, porque se detectaron algunos efectos secundarios, la mayoría leves, pero algo más serios en un par de casos. Por otra parte, todavía no se ha podido medir cómo ha mejorado realmente la audición de los niños que, en algunos casos, ya son demasiado grandes para aprender a hablar. Habrá que hacerles un seguimiento a largo plazo.
Hay otros estudios clínicos similares en marcha, así que iremos teniendo más información sobre los posibles logros de la terapia génica a lo largo de los próximos meses y años. La farmacéutica Eli Lilly, por ejemplo, ha anunciado un estudio de éxito similar con un niño de once años de Marruecos, que ha recuperado la audición de ciertas frecuencias sólo un mes después del tratamiento, aunque todavía no se han publicado oficialmente los detalles. Es el caso, también, de estudios de Regeneron Pharmaceuticals y Otovio Therapeutics.
Al conocer cientos de mutaciones que causan sordera, esta terapia podría modificarse para alcanzar un rango más amplio de pacientes. Las técnicas actuales permitirían incluso hacer un cribado antes de nacer e inyectar el gen a los niños cuando todavía están en el útero.