La Boqueria podría tener paredes y entrada con torniquetes de pago de cinco euros
El gerente del Instituto Municipal de Mercados, Màxim López, explica al ARA 'Mengem' las posibilidades que valoran en la próxima reforma
BarcelonaLa Boqueria piensa en su futuro para volver a ser un referente como mercado para la población de Barcelona, y no sólo para los turistas. "Es normal que los visitantes entren porque la Rambla es una vía de paso natural para quienes llegan a Barcelona por mar o por tierra", afirma Màxim López, gerente del Instituto Municipal de Mercados y de Comercio, Restauración y Alimentación del Ayuntamiento de Barcelona. Si pensamos que los mercados son una evolución de la venta que se hacían (y se realizan) en las plazas abiertas, la Boqueria es lo que está en un espacio intermedio: no tiene paredes ni puertas de entrada. Así que uno de los planteamientos que están sobre la mesa según López, y que la Junta de Comerciantes debe aprobar de forma asamblearia, es la posibilidad de que "se cerrara con paredes y con puertas de entrada, reguladas con torniquetes que podrían abrirse con previo pago de un importe fijo", explica. Este pago puede ser de cinco euros. "Todo está sobre la mesa porque la Boqueria necesita recuperar la esencia para seguir siendo referente", afirma Màxim López.
Al mediodía de un día laborable, la Boqueria hierve de gente que va arriba y abajo: el pasillo central, encabezado por las charcuterías que probablemente son las que más jamón ibérico vienen de Barcelona; los pasillos laterales, con bares emblemáticos, paradas familiares de toda la vida, y muchas de nueva hornada, que venden casi exclusivamente papelinas a rebosar de frituras, que en los últimos meses están protegidas por cristales. Antes, las papelinas estaban expuestas sin ningún parapente, por lo que era muy habitual ver a alguien que se acercaba para contemplar la comida cocinada para fotografiarla con el móvil o mientras comía fruta troceada. Quien se quedaba hasta la tarde en el mercado, comprobaba que aquellas papelinas quedaban guardadas en cajas, que se guardaban en los sótanos de la parada o se trasladaban a otras bandas.
En uno de los puestos emblemáticos del mercado, un vendedor que prefiere quedarse en el anonimato, confiesa que ha perdido la ilusión de ir a trabajar a la Boqueria. "Me hace mucha gracia que digan que quieren recuperar la esencia del mercado cuando, por su culpa, se ha perdido", dice. Y pone ejemplos claros de lo que quiere decir: "El Ayuntamiento de Barcelona ha permitido que las paradas del mercado se vendan por cuatro millones de euros, como el que costó el traspaso del Pinocho; por cinco y también por seis millones de euros. Y yo pregunto: "¿Qué barcelonés puede permitirse pagar ese dinero?", afirma. Dado que las cifras de venta y de traspasos son tan altas, pueden acceder capitales de grupos que "actualmente controlan un 40% del mercado de la Boqueria con una oferta uniformizadora, es decir, la de la comida preparada, que por eso es igual en todas partes", sostiene el cocinero.
Concentración y uniformización
Las cifras de la concentración de puestos no pueden visibilizarse en los porcentajes que el Instituto Municipal de Mercados comparte sobre la propiedad. La Boqueria es el mayor mercado de Barcelona, con 180 paradas aproximadamente, de las cuales un 60% pertenecen a autónomos, y un 37,56%, a sociedades limitadas. Pero la concentración es una realidad. Una fuente ligada con la gestión de la Boqueria afirma que el grupo que compró el traspaso del bar Pinocho es el que tiene más paradas, hasta más de una decena, entre ellas los tres bares Central, pescaderías, charcuterías, bacalanerías y más.
Según sigue explicando el paradista de uno de los establecimientos tradicionales, no ha habido control sobre la venta de la comida preparada. "Nosotros pasamos todos los controles sanitarios, pero ellos no. Nadie sabe de dónde viene esa comida frita ni cómo se guarda, como tampoco nadie ha controlado que no vendían comida fresca, que es la razón de ser de un mercado", afirma. Entonces, en la nueva reforma, que debe aprobarse, y que no se pondrá en marcha hasta que asambleariamente esté aceptada por la Junta de Comerciantes, se obligará a que las paradas vendan producto fresco. "Aún me hace más gracia este punto, porque ya deberían hacerlo, pero es que todavía hay otro hecho: hasta que esta normativa no esté aprobada y hasta que no se hagan las reformas, que las pagaremos los paradistas, mientras todo el mundo puede hacer lo que quiera", subraya el vendedor. Por tanto, más años a la vista para que continúe todo el mundo haciendo lo que se ha estado haciendo hasta ahora.
Por su parte, el gerente del Instituto Municipal de Mercados, Máximo López, sostiene que los puestos se subastan a un precio mínimo de 750 euros por metro cuadrado, y siempre a un tiempo de veinticinco años de concesión. "Éste es el precio estándar de salida de la subasta, que es de libre concurrencia", dice. En cuanto a los traspasos, de forma privada se ponen de acuerdo a las partes. "No tengo constancia de que ningún traspaso haya costado hasta 4, 5 o 6 millones de euros", afirma Máximo López, que sí sabe que ha habido un millón.
El paradista discrepa de estas cifras y sostiene que "son grupos que se han hecho poderosos", que dominan casi la mitad del mercado. "Le han convertido en un parque temático de baja categoría, y eso es lo que me hace cabrear mucho, porque es muy penoso lo que está pasando, y ha pasado por la gestión que se ha hecho", lamenta. Esta gestión, continúa el paradista, "es la que ha permitido que la parada del Petràs haya tenido que cerrar. ¿Cómo quieren recuperar la esencia del mercado, cuando se han cargado toda una institución del mercado, como era Setas Petràs?". En este sentido, Xavier Petràs, como declaró al ARA Comemos asegura que no venderá su parada, pese a haberla cerrado, sino que la reabrirá y adaptará para vender otros productos, además de los frescos que ha hecho toda la vida. Los hermanos Petràs, Xavier y Mercè, explicaban que a diario se peleaban con los turoperadores y los turistas que se plantaban en su parada y tocaban todos los productos sin comprar ni uno o comiendo encima de los productos frescos. Y todo esto por no decir lo que Xavier Petràs oía todo lo que hablaban de él, como si fuera una figura de un museo, y no un vendedor que necesita que le dejen de observar y tapar la parada porque está ahí para vender.
Para continuar, sobre la oferta de la comida preparada, el vendedor de la Boqueria afirma que ha visto que los turistas que compran la comida preparada la tiran. "Entonces llegarán a su país, y explicarán que han comido tan mal, ya mí me perjudican porque yo no quiero que la fama que se extienda del mercado es que la comida es tan mala", afirma.
Por último, Máximo López considera que en el estado actual de la Boquería se ha llegado por culpa de su gran éxito. "Es un mercado en el que puedes encontrar hasta 20.000 productos diferentes, donde los cocineros de todas partes iban a comprar, y que era sitio de comprar para los vecinos cercanos y también para el área metropolitana en general". También es cierto que la población residente cercana "tiene los niveles de renta más bajos que la media de otros barrios de la ciudad" pero la Boqueria era donde iban vecinos de otros barrios. Y, por su parte, el periodista Marc Casanovas, autor del libro Una ópera gastronómica. Vida y muerte de Ramon Cabau, alma de la Boqueria (Ara Llibres), remacha la tesis del paradista entrevistado: "La Boqueria es un exoplaneta fuera del sistema de mercados municipales que se rige por unas leyes excepcionales. Hoy en día hay veinte paradas vacías y si alguna persona aventurera pretende comprar una concesión para cien años tendrá que desembolsar seis millones y medio de euros, una cifra astro hacen nada por regularizar la concentración".