Barcelona

Adeu en Can Tosca, historia viva de Gràcia

Después de 75 años bajo la batuta de la misma familia, este bar emblemático cierra el jueves

David y Rosa detrás del mostrador de Can Tosca, que cierra por jubilación
30/10/2025
3 min

BarcelonaHay bares que son vidas enteras. La de Imma, Rosa y David no se cuenta sin Can Tosca. El templo de los desayunos de tenedor y de los menús de mediodía en el barrio de Gràcia de Barcelona que ahora ve cómo la familia Sánchez Tosca, que ha estado a la cabeza durante más de 75 años, pliega. El jueves 30 de octubre bajarán la persiana por última vez. Fuera quedará una clientela desamparada que estos días incluso hace sitio al congelador y encarga alcaparras para poder saborear todavía el fricandó y las albóndigas una vez la cocina cierre para siempre.

Situado en la calle Torrent de l'Olla, junto a la Travessera de Gràcia, el local es historia del barrio. Se le quedó el padre de Imma y Rosa en 1949. Entonces se llamaba Reus. Él le rebautizó como Nuevo Reus. Sin embargo, Enric murió pronto. Su mujer, Conxita, se puso el negocio a sus espaldas. A sus 30 años, viuda y madre de dos criaturas de 2 y 4 años, nunca había trabajado en un bar. Pero más de seis décadas después, las mesas llenas de Can Tosca atestiguan que salió adelante.

En la longevidad del negocio han tenido mucho que ver Imma y Rosa, que ahora se jubilan, pero que desde muy jóvenes empezaron a ayudar a su madre. "Nos hemos criado aquí, hemos estado más horas en el bar que en casa", explican en conversación con el ARA sentadas en una de las mesas del local. Por el camino, rememoran, ha habido de todo. Al principio, el bar fue el epicentro de la Gràcia gitana. "Aquí venían Pescaílla, Lola Flores, Moncho, Peret...", explican.

Rosa Sánchez Tosca sirviendo un café en Can Tosca, en Gràcia.

Sin embargo, los números no acaban de salir. Y a principios de los sesenta Conxita da un volantazo. Cambia el nombre del local para ponerle su apellido –Tosca– y comienza a hacer menús. Arroz con conejo y caracoles, buñuelos de bacalao, zarzuela... "Sobre todo platos de chup-chup", dice Imma. Hoy la fórmula no ha cambiado demasiado, y entre los platos más queridos de los clientes están las albóndigas, los callos o el fricandó. "Platos de toda la vida que hemos conservado y la gente agradece", dice Rosa.

La fórmula de Conxita pronto tiene éxito y se forman colas en la puerta. La gente va incluso en plena fiesta mayor, cuando todavía no había aire acondicionado y el calor dentro del local era intenso. Pruebas de amor de una parroquia fiel a la buena cocina. Imma y Rosa empiezan a trabajar a tiempo completo con su madre. La familia crece. Y las nuevas generaciones también maman el bar desde pequeños. Entre ellos David, hijo de Imma e ahijado de Rosa.

Las nuevas generaciones

Él ha crecido en torno a estas mesas donde su abuela incluso le había arrancado alguna vez un diente movido. Ha visto la época en la que el local se llenaba hasta arriba cada fin de semana para ver el fútbol, ​​y el tiempo en que abrieron también de noche como local de copas. De entonces son las fotos que llenan las paredes del local con recuerdos familiares e imágenes antiguas de Gràcia. Vestigios de un barrio que no deja de cambiar.

David y Rosa en la puerta de Can Tosca, en Gràcia.

Hace más de una década que se dedica plenamente. Estos días muchos clientes le presionan para que continúe al frente de Can Tosca, pero él tiene claro que sin su madre y su tía ya no sería lo mismo. Después de un año en traspaso, ahora han encontrado a un comprador que les convence. El local cambiará de manos y nombre, pero el nuevo dueño quiere conservar su espíritu como ya ha hecho con otros bares de la ciudad. Incluso mantendrá alguna de las fotos de las paredes. "Nos hace contentos saber que quien se lo queda quiere conservar un poco su esencia", dicen los tres.

Esto será más adelante. Antes, todavía hay días para ir a desayunar y almorzar en Can Tosca. Hasta el jueves 30 de octubre por la tarde, cuando invitarán a una copa de cava con un toque especial de la casa a los fieles, que hace semanas se preguntan entre ellos qué harán a partir de ahora y bromean que peregrinarán por Gràcia buscando un nuevo hogar. Uno de ellos, mientras paga el café, mira al cronista y subraya: "Les echaremos mucho de menos". A fe de Dios.

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