La doctora Carme Ruscalleda reclama priorizar siempre la cocina
La cocinera ha sido nombrada este mediodía doctora 'honoris causa' por la Universidad de Barcelona
BarcelonaTodo empezó a las 12.00 h del mediodía. El paraninfo de la Universidad de Barcelona (UB) estaba lleno de amigos y familiares de la cocinera Carme Ruscalleda, que se saludaban entre ellos y se sentaban en los bancos de terciopelo rojo. Había caras conocidas, compañeros del oficio de Ruscalleda, los hermanos Joan y Josep Roca, de El Celler de Can Roca, la familia entera Puigdevall-Puigvert, del restaurante Les Cols, y Josep Monje, del restaurante Via Veneto.
A las 12.07 h, la coral de la Facultad de Filología y Comunicación empezaba a cantar cuando entraban las autoridades de la UB, ataviados con birreta con flecos y con togas negras hasta las rodillas, con mangas bordadas como mitenes, y otra toga de color, superpuesta, de colores distintos, naranja, lila y rojo, de forma redonda, hasta el codo de los brazos. Acto seguido, dos profesores han ido a buscar a la cocinera Carme Ruscalleda, que aún no había entrado en el paraninfo, y entonces lo ha hecho de forma solemne flanqueada por la catedrática y declarada madrina Maria Cristina Andrés y el decano de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la UB, Jordi Camarasa.
Cocina y ciencia
Y entonces se ha impuesto la palabra. Desde un púlpito, vestida con toda la formalidad, ha hablado primero la madrina de la doctoranda Carme Ruscalleda, que ha perfilado su biografía y sobre todo ha justificado con cuatro motivos el porqué de la elección de la cocinera Carme Ruscalleda como a doctora. ¿Cuáles? La aportación a la ciencia de Ruscalleda, porque ciencia y cocina comparten el mismo método, que pasa por la observación y la prueba error, entre otros.
Con la justificación hecha de los motivos de la elección de la cocinera, ha llegado el siguiente paso, en el que la cocinera ha recibido de manos del párroco cuatro objetos que demostrarán a partir de ahora que es doctora: un birrete lila, como la toga superpuesta que llevaba, que honra los conocimientos y los estudios de la cocinera; un título; un anillo; unos guantes blancos, y un abrazo fraternal por parte del párroco de la UB, Joan Guardia.
Nombrada oficialmente doctora con todos los honores, la cocinera subió al púlpito del paraninfo, desplegando un discurso en el que repasó los datos esenciales de su trayectoria personal y profesional. Aquella niña a la que nunca le preguntaron a qué quería dedicarse, porque en aquella época las chicas tenían el papel asignado, quedarse en casa y, en su caso, en el negocio familiar, la tienda de los padres que venían legumbres. Y más tarde, la joven que se sintió afortunada porque aprendió a preparar morcillas gracias al aprendizaje que le ofrecieron unos amigos de la familia de Tordera. Era una época en la que el gremio de charcuteros no ofrecía clases, y cada uno aprendía por su cuenta a hacer la matanza del cerdo. La expresión artística que habría anhelado Ruscalleda de aprender en una escuela la proyectó con aquellas elaboraciones que hacía a partir de los cerdos que gritaban y después venían a la tienda familiar, donde ya había empezado a trabajar también su pareja, el inseparable Toni Balam.
Educación y compromiso
Acto seguido, la cocinera tuvo palabras para la reivindicación. Ha reclamado al Govern una asignatura de alimentación y nutrición para las escuelas. También ha pedido un compromiso general de la sociedad con la cocina para que forme parte de la prioridad diaria. Y ha subrayado que los grandes principios actuales con los que se declina la palabra sostenibilidad son los que se practicaban antiguamente en todas las casas, cuando la comida no se desperdiciaba y ni siquiera se pensaba en el concepto.
Para continuar, la cocinera nacida en Sant Pol de Mar ha hablado sobre las mujeres en el mundo laboral. “Ahora ya no hay empresarios que se niegan a contratar a mujeres y, por tanto, habrá tantas mujeres cocineras como ellas quieran”. De hecho, según Ruscalleda, está claro que "el talento no tiene género".
Finalmente Ruscalleda se ha declarado inconformista, seguramente porque fue autodidacta y siempre ha tenido el deseo de aprender, paciente y muy afortunada, porque los padres siempre confiaron en ella. Y porque desde los 17 años, cuando se emparejó con su marido, Toni Balam, han conformado un tándem que no ha parado de pedalear a la vez, y ahora pueden hacerlo contemplando el trabajo de sus hijos, Raül y Mercè, todos dos con establecimientos en Sant Pol de Mar, en las instalaciones que había ocupado el restaurante Sant Pau. El hijo, además, también es el chef del restaurante Moments, en el Hotel Mandarin Barcelona, que el próximo año celebrará los 15 años desde que se inauguró.