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Jordi Robirosa: "Pico vino como si fuera whisky"

Periodista

El periodista deportivo Jordi Robirosa en el Bar Zum Zum y más, frente al Monasterio de Sant Cugat del Vallès
4 min

El próximo 14 de mayo te retirarás después de una larga carrera profesional. ¿Por qué vas a brindar?

— Yo brindaría por lo que más me importa de la vida, que es mi familia. Poder estar con mi esposa, que llevamos 45 años juntos, las 24 horas del día es perfecto. Tengo muy claro que el matrimonio a mí me ha dado mucha estabilidad. El periodismo deportivo es muy difícil de conciliar con la vida familiar porque trabajamos casi todos los fines de semana y festivos y llegamos a casa muchos días a la una en la madrugada. Muchos de mis compañeros están separados o divorciados. Yo tengo la suerte de que conozco a mi mujer desde muy, muy joven y eso me ha dado mucha estabilidad. Por eso lo valoro muchísimo.

Entre otros sitios, fuiste enviado especial a Estados Unidos en 1989. ¿Qué vino se encontraba en Estados Unidos entonces?

— Era básicamente lo mismo que ahora. Pero allí no recuerdo pedir vino especialmente, porque yo en los países que no tienen tradición de vino, no lo pido. En Estados Unidos tenían sobre todo vino chileno y argentino, eran correctos. Pero lo que más me gustaba era hacer una parafernalia con el camarero. Cuando venía y empezaba la botella, que generalmente no sabían abrirla –los camareros allí son jóvenes, viven de propinas– y entonces yo les cogía el corcho para olerlo, por chuleta, porque yo no entiendo de nada. Recuerdo la cara de decir "¿qué hace éste?"

Otro de los países que saben trabajar tanto en la pista de baloncesto como en los viñedos es Grecia. ¿Qué recuerdo tienes de los vinos griegos?

— Hay mucha tradición de vino en Grecia, pero a mí el vino tinto no me parece muy bueno. Lo que sí tienen es la retsina, que creo que es el único vino blanco que no me desagrada. Sé que he bebido vinos tintos griegos últimamente que están mejor que los que probé las primeras veces que fui, pero no lo destacaría especialmente. En cambio, un caso curioso es cuando voy a Belgrado, que a menudo voy al restaurante del Club dels Escritors. Es un lugar fabuloso en un edificio antiguo en el centro de la ciudad y con un ambiente muy bohemio. Allí suelo beber vino de Montenegro. Evidentemente, a ellos no les gusta mucho, pero a los serbios no les desagrada tanto como si pidiera un vino de Croacia. A mí me gusta, cuando voy a los sitios, intentar pedir vinos de la localidad.

Entonces, viviendo en Cataluña debes ser un bebedor de vino frecuente.

— Absolutamente, pero intento que no esté en cada comida. Sería excesivo. Sobre todo me gusta mucho beber vino a la hora de cenar. Es curioso, porque tenía una neverita, pero se me estropeó y ya no me compré otra. Y entonces, cuando compro una botella, me la bebo. Yo esto de guardar el vino no me gusta, porque corro el riesgo de no tenerlo en condiciones, con lo que yo en casa tengo el vino que debo beberme de forma inmediata. Al lado de casa tengo una bodega buenísima.

El periodista deportivo Jordi Robirosa en el Bar Zum Zum y Més de Sant Cugat del Vallès.

¿Tienes algún ritual en concreto a la hora de beber vino?

— Mi ritual es ponerme poco vino. De hecho, pico vino como si fuera whisky. A mí que me llenen mucho la copa no me gusta. Poco e ir haciendo e ir haciendo. Pero con moderación. Creo que el vino es un placer y los placeres tampoco pueden ser excesivos cuando se trata de beber alcohol. Además, mi mujer es médico y por una cuestión de salud tengo muy presente que con el alcohol debes tener cuidado.

¿Te ha pasado alguna vez de no haber tenido suficiente cuidado?

— Recuerdo un día con Lluís Canut, que es un buen vivant, que fuimos a retransmitir un partido a Huesca. El partido era a las 5 y fuimos a comer antes y decidimos degustar un vino que nunca habíamos visto, que se llamaba Somontano. Te estoy hablando de hace 35 años. Y, claro, nos gustó y al final salimos medio pitófilos. Yo recuerdo que nos dieron el micrófono y me cogió un ataque de risa y Lluís me decía "empieza tú, empieza tú". No podía. Desde ese día nunca bebo justo antes de una transmisión.

¿Cuál es un vino apostoflante, ¿para ti?

— Yo soy totalmente de negro. Aunque coma pescado, que me gusta mucho más el pescado que la carne, siempre pico vino tinto. No en mucha cantidad, pero sí quiero que el vino sea bueno e intento que sea vino catalán. No tengo ningún vino especialmente preferido, porque prefiero probar otros nuevos. Pero en general, los vinos del Empordà y del Bages me gustan y, concretamente Raimat o un Abadal con cuerpo sé que es una apuesta sin riesgo.

¿Disfruta visitando bodegas del territorio?

— En su caso, sí. Por ejemplo, estuve en casa de un amigo mío, que es el marido de Imma Pedemonte, que es mi compañera, y con él me entusiasma ir a visitar bodegas. Me encanta ver las botas viejas, esos pasillos... todo esto es extraordinario. Me genera placer y ahora yo lo que busco en mi vida, a mi edad, es ser feliz. Busco cosas que me proporcionen placer o felicidad, o placer y felicidad. Para mí, por ejemplo, visitar una cava vieja de cien años de historia, es una maravilla, es cómo visitar una iglesia antigua o cómo ver una buena exposición de fotografía. Es una maravilla.

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