Mone Teruel: "Me gusta saborear la vida como si me estuviera bebiendo un vino megacar"
Actriz y cantante
Llevas casi cincuenta años haciendo actuaciones, como actriz y como cantante, en fines de semana, vísperas... En definitiva, cuando la gente ya ha dejado de trabajar. ¿Qué momento te queda por tomar una copa de vino?
— Llegó un momento que estaba absolutamente acostumbrada a trabajar cuando la gente no trabajaba: fin de semana, Fin de Año, vísperas, festivos... Pero para mí el día empezaba por la noche, porque después de las actuaciones sí salíamos a tomar algo. Mis horarios no me impidieron salir a tomar alguna copa. Además, coincidió en que las noches de los 80 y 90 eran tremendas, porque empezaba a existir una eclosión de Barcelona que se ponía al mismo nivel que las demás capitales europeas. Entonces se abrían muchos restaurantes, clubes y bares de copas con gusto, y fue entonces cuando empecé a conocer el mundo del vino.
Sin ir muy lejos, estos últimos meses has estado concursando en Zenit los viernes por la noche. ¿Eso tampoco ha impedido que pudieran salir a tomar una copa entre los participantes?
— En este caso sí que nos ha sido difícil encontrar un momento. Eran muchas horas de estar en televisión, y cuando acabábamos sólo teníamos ganas de ir a casa, al menos en el caso de los boomeros! Lo cierto es que nos ha quedado pendiente salir algún día a tomar algo. Ahora bien, el último día sí que tuvimos la oportunidad de hacer una pequeña fiesta en el mismo plató con comida y bebidas, y así fue la forma en que pudiéramos hablar más distendidos.
El vino ha estado presente en tus noches de juventud y en las conversaciones pausadas. ¿Para ti es desenfreno o tranquilidad?
— Dejémoslo en medio, entre desenfreno y tranquilidad. Pienso que el desenfreno tiene una connotación de locura, y en caso de que quiera tranquilidad, ya me hago una tila. El vino lo que me da es un plus de confianza, de pensar que puedes abrirte con la otra persona que tienes al lado. Yo para abrirme con alguien no necesito ninguna copa, siempre he sido muy extrovertida, pero hay gente a la que le cuesta, si no se dan estos espacios. A mí el desenfreno ya no me interesa demasiado, sinceramente. Ya he vivido toda la que iba a vivir. Ahora lo que me llama es disfrutar y saborear conversaciones, comidas, vinos... Me gusta saborear la vida como si me estuviera bebiendo un vino megacar. No lo consigo siempre, ¡pero lo intento!
¿Qué hace que no lo consigas siempre?
— Hace algún tiempo que el alcohol no se me pone bien. Yo creo que es porque mi cuerpo es cada vez más sabio, y yo cada vez estoy más conectada con él porque intento escucharlo. En el fondo, queramos o no, el alcohol es un tóxico. Lo que es sano de tomar una copa de vino es disfrutar, estar con gente y compartir. Ésta es la salud del vino. También es un tema cultural. Por ejemplo, en mi casa ha estado muy presente de forma festiva. Mis padres les recuerdo tomando cava, más que vino. Sobre todo durante Navidad o fiestas de cumpleaños, nunca faltaba.
¿Guardas algún recuerdo concreto?
— Más que de Navidad, tengo una anécdota muy divertida con el vino que nos pasó el año 92, cuando con el padre de mi hijo, que también es músico, fuimos de viaje de novios a Andalucía. Aprovechando que mis abuelos maternos eran de Almería, fuimos a realizar un recorrido por diferentes ciudades para conocer aquellas tierras. Uno de los días fuimos a Sevilla, y cuando en uno de los restaurantes nos trajeron la carta de vinos, tuve claro que quería pedir un Barbadillo, porque yo ya lo conocía y estaba justamente hecho en Andalucía. Al fondo del restaurante vi a uno de esos típicos señoritos andaluces, grande y muy bien vestido. Sin saber por qué, vi que se levantaba y venía hacia nosotros. Se nos presentó y resultó ser el marqués Antonio Barbadillo. ¡Era el propietario del vino que nos estábamos bebiendo! Fue muy amable y, después de agradecernos que pidiéramos su vino, nos invitó.