La reivindicación del porrón, el invento catalán que fascinó "a todo dios"
El periodista Salvador Garcia-Arbós reivindica el porrón con un libro que estudia sus raíces y las costumbres que le rodean


Gerona"¿Cómo renunciar a un objeto que fascinó a Picasso?" se pregunta Salvador Garcia-Arbós (Besalú, 1962) mientras pasea por el centro de Girona y saluda a un montón de personas que le conocen. Periodista inquieto que ha tocado todas las teclas, Garcia-Arbós ha iniciado ahora una cruzada acompañado de buenos aliados para recuperar el porrón. "Hay que reivindicar, de una forma desenfadada, lo que somos. El porrón es simpático, ecuménico, divertido", defiende.
Garcia-Arbós acaba de publicar Historia galáctica del porrón, un libro editado por Vibop, que forma parte de la magnífica colección de libros relacionados con el mundo del vino. Al periodista, sin embargo, lo que más le interesa del porrón no es tanto lo que se pone dentro: "Me interesa todo lo que rodea el porrón. El hecho de que sirve para unir personas. El gesto de pasar el porrón. Me interesa todo lo que pasa a su alrededor, todo lo que ha estado y todo lo que he llegado a mí. se lo ponía horchata y leche, porque le recordaba al beber directamente de la teta de la vaca", explica Garcia-Arbós, reivindicando que pocas cosas pueden luchar contra una cena al aire libre cuando se pasa un porrón. El libro no deja de ser una especie de manifiesto de defensa del porrón catalán.
En su libro, Garcia-Arbós ha rebuscado por archivos y libros. Además, ha hecho trabajar duro su agenda, ya que el periodista de Besalú es de aquellos que conoce a gente en todas partes, no sólo dentro del sector gastronómico. El resultado ha sido que ahora todos los días la pantalla de su teléfono se ilumina con conocidos que le van enviando nuevos hallazgos relacionados con el porrón. "Sabía que Picasso había hecho dibujos de porrones, pero no dejan de aparecer más porrones picassianos. El otro día me enviaban fotos de porrones de museos de Estados Unidos. El porrón fascinó a Dalí, Miró, Brossa... tenemos un Bodegón español del mexicano Diego Rivera, que sabemos que lo pintó en Catalunya, porque se ve un porrón y una botella de Anís del Mono. Josep Pla escribió sobre porrones. Fui a la exposición de Agnès Varda en el CCCB: ¿y qué me encuentro? Un porrón. Matisse lo hizo. He encontrado una foto de Carmen Amaya usándolo", comenta. En el famoso restaurante El Internacional de Nueva York, Montse Guillén puso porrones que habrían probado personalidades como Basquiat, Warhol o Grace Jones en los años 80. Lo que más ha fascinado a Garcia-Arbós, sin embargo, es la estrecha relación de Picasso con los porrones! No quieres beber de un porrón, no lo hagas. Pero que esté en la mesa. Debemos reivindicarlo aunque no los utilices".
Porrones liberales y porrones carlistas
No todo el mundo se ha dejado enamorar por el porrón, claro. En 2017, Miquel Berga, mientras recordaba la Batalla del Ebro de la Guerra Civil, escribió un libro sobre George Orwell, de quien conoce la vida y milagros y se supo que el británico no quiso beber de los porrones en cabeza o en la retaguardia. "Se ve que como no los conocía, le recordaba la forma de esos botes que daban a los heridos a los hospitales de campaña para mear. Especialmente cuando estaban llenos de vino blanco. Y les cogió manía. Grave errada, él que era comunista. No hay nada más comunista que un porrón, que nos iguala y une a todos. pijo", bromea el autor del libro que le encargó Montserrat Serra i Arenas. "Yo llevaba tiempo dándole vueltas sin apenas quererlo, al porrón. Ya hace años que hicimos una torpeza en el Museo del Juguete de Cataluña, en Figueres, que se llamaba Con el porrón no se juega, que giraba alrededor de los titivos. Yo había leído los libros de Joan Amades donde se habla de los porrones y de beber en galet. Allí di una charla, en el museo. Y intervino la señora Blanca Serra Rosa, que tiene una tienda de recuerdos de barro en Figueres. Me dijo que venía muchos a los franceses porrones. Y con lo que me decía, yo iba aprendiendo. Diferenciaba entre los porrones soplados y los industriales, que nada valen. Los soplados son los buenos. De hecho, históricamente, cuando comprabas el porrón, tenían la boquilla pequeña cerrada, porque era la parte donde acababa el cristal. Y tú, al comprarlo, decidías donde lo cortaban para tener el chorro más ancho o menos en función de tus gustos", dice Garcia-Arbós. Y como el porrón era muy popular durante el siglo XIX, si tenías un porrón con la boquilla ancha, se decía que era un porrón liberal. más conservador o más progresista, más o menos republicano.
"Aprendí mucho con Blanca. Me enseñó catálogos y me llevó a una especie de capilla sixtina de los porrones, donde había como 3.000. A raíz de esto, me invitaron a dar una charla en Cassà de la Selva, en la Feria del Tap y el Corcho, donde descubrí que un alcalde de Cassà de finales del XIX fue quien patentó el gallet, el pico de corcho que se pone para tapar las aceiteras y también se utilizará en los porrones. En Cassà hacíamos charlas sobre el hecho de beber en galet, pero todo me permitía ir aprendiendo sobre el porrón", explica. Y así es como acabó siendo un experto sobre el arte del porrón. "Hay que reivindicarlo. Yo diferencio entre catalanor y catalanismo. Hay que diferenciar entre la catalanor ramplona y entre no tener vergüenza de ser de donde estamos, sin caer en el chovinismo", argumenta Garcia-Arbós.
Aprender de los italianos
En el libro, Garcia-Arbós explora todo lo que rodea al porrón, como los concursos de titivos o expresiones como pasarse el porrón, como hacían los presidentes del Barça durante el franquismo. O los orígenes misteriosos de un objeto documentado en Catalunya hace 500 años. El más antiguo sería el porrón de la farmacia del monasterio de Santa Maria de Poblet, del siglo XIV. Los primeros documentos en los que se deja claro que debería ser de cristal son posteriores, del siglo XIX. El porrón aparece en textos de viajes de ingleses y franceses del siglo XVII y XVIII, como unidad de medida y en fábulas. Pero el origen en sí sigue siendo misterioso. "Beber a galet se ha hecho siempre, en el mundo. Y objetos similares en el porrón han existido en otros lugares", dice Garcia-Arbós. De hecho, Joan Amades encontró, hace un siglo, una postal genovesa en la que aparece un pescador con una especie de barretina y una especie de porrón, con la leyenda Il bevitore en el pirone. Éste pirone genovés sería el porrón catalán. "Cataluña y Liguria siempre hemos estado unidas. Históricamente, de Cadaqués o Barcelona, la gente se iba a Génova, ya que quedaba recto", explica Garcia-Arbós, que envidia de los italianos "que ellos sí saben reivindicar y defender sus tradiciones. Aquí, especialmente después de 1992, las cosas. ciones para considerar que eran reaccionarias. Los reaccionarios se apropian de muchos símbolos y es un error. Tampoco ayudó a que se fuera dejando de vender vino a granel", argumenta un hombre que tiene su particular Santísima Trinidad de los objetos de cocina: "Tres piezas monstruosas: el porrón, la aceitera de Marquina y la celebra.
Garcia-Arbós reivindica que el porrón debería ser carlista, para degustar mejor el vino. "Si el rayo es grueso, no lo degustas", dice. Y así también se ahorra más, de hecho, como escribía Joaquim Riera en el Renacimiento en 1871: "El uso del porrón prueba los hábitos de moderación en la bebida y el genial económico de los catalanesBeber a porrón permitía disfrutar del vino y gastar menos, hecho que provoca debates entre los grandes expertos del vino de hoy en día. porrón, ¿eh?", argumenta. Y más allá de si debería tener el chorro ancho o no, reivindica que se utilice. "Se ha reivindicado más que utilizado, últimamente", explica.
"El porrón fascinó a todo dios", sentencia. De hecho, García-Arbós no duda en ser de miedo a imaginar al Santo Grial como un miedo. Debía de ser un porrón o una bota", dice medio provocador, recordando que aquella Santa Cena, en el fondo, no dejaba de ser una sobremesa. Tendría sentido, que fuera un porrón divino.