Triquell: "He tratado la marihuana como el vino, como si fuera un enólogo de la maría"
El ARA invita a comer a personas conocidas para hablar de gastronomía y les pide que elijan el restaurante. Hoy es el turno del cantante
"Me ha hecho mucha ilusión que hayas venido hasta aquí", dice Cesc Fuentes Triquell. Estamos en Sant Quirze del Vallès, su pueblo, en el restaurante El Castellet. "Primero quería ir a un sitio más pedante, pero al final he elegido éste porque es infancia". Hace poco celebraron las bodas de oro de los abuelos maternos, aquí ha hecho la comunión, fiestas de fin de curso... "Muchos highlights de mi vida", afirma. Es un lugar donde aparcar el Triquell y ser Cesc, porque "hacer una entrevista es alimentar al ego" y quiere huir de eso. Por cierto, en este espacio también grabó el videoclip de Jugular.
Me cuenta que son familia. Nos atiende a Josep, el primo de su padre, y rápidamente también nos da una calurosa bienvenida Gina, presumida como ella sola a sus 90 años. Es la hermana de su abuela, Juanita. Para ella no es ni Triquell ni Cesc, es el hijo de Quico. Se le mira de arriba abajo y le critica los pantalones, pero acaba diciendo que da igual porque como es guapo todo le queda bien.
El Castellet es un referente para mucha gente del Vallès. Entre semana realizan un menú del día de 17,50 euros. Triquell me recomienda que elija los calçots en tempura y de segundo la fideuá. Le hago caso. Él, en cambio, pide canelones de asado de primero y fricandó de ternera de segundo. "Hoy estoy mucho carnal", confiesa.
Beberá agua, pero probará un poco de mi vino, un garnatxa blanca de Tarragona. El vino le gusta y, aunque reconoce que no entiende, le genera curiosidad. Hace un paralelismo que nunca se me habría ocurrido: "Hubo una época que trataba la marihuana como el vino. Cuando probaba hierba buscaba qué me transmitía, qué aroma tenía. Me sentía enólogo de la maría. Si se tratara más así quizás lo tendríamos más normalizado".
No es amor, es una obsesión
Triquell va a rachas. "Con la comida me ocurre como cuando descubro un grupo o una canción, que tengo la fase obsesiva. Luego ya regulo el vicio. Últimamente estoy muy fanático de los niguiris". Pero el sushi ya está entrando en fase de declive porque "antes estaba depre y para compensar a la depre pedía sushi dos veces por semana".
Obsesiones ha tenido muchas. Tuvo "la fase crunchy", en el que le aburrían las cosas tiernas y quería texturas crujientes. Las "fases polarizadas del dulce", en las que pasó de necesitarlo a no poder ni verlo. La época de los ceps, con croquetas de ceps, salsa de ceps, fricandó con ceps, bacalao con ceps, pasta con ceps... O la del pesto rojo. La nueva obsesión que vendrá serán las mayonesas. Ya ha comprado cuatro diferentes: trufada, ranch, spicy y clásica.
A él le gusta improvisar en la cocina. "Especies le pongo casi a todo. Me gusta abrir la nevera y tener muchos elementos. La salsa Viandox la añado también a muchos platos. A veces combinada con miel. También pongo salsa de soja. En cambio, la salsa barbacoa la aburrí”. Reconoce que es "demasiado salsero".
En este punto, intercambiamos un calçot y un pedazo de canelón como si fueran rehenes. Confiesa que ha" tenido picos de depre que coinciden con las pocas ganas de cocinar. Todo eran yakisobas, pizzas..." Lo que marca estas épocas son el hecho de "comer mal, fumar más, beber más, no cuidar las relaciones personales y, en definitiva, no cuidarte tú. Por el contrario, sí he encontrado en este masoquismo autodestructivo ideas para componer". Ahora se encuentra en una buena época y los fogones lo atestiguan: "Ahora que estoy bien, cocino. El otro día hice unos ñoquis de cero".
La cara B de la fama
Pregunto cómo es la comida en los conciertos y dice que "siempre es mierda. Nunca es una conclusión feliz. Y no te quejes de que todavía quedarás como un malcarado". Le pregunto si, en cambio, a Euforia comían bien. Categóricamente dice que no. "Para ciertas generaciones salir en la tele equivale a tener éxito", pero advierte que "tener tanta exposición mediática tiene una cara B supernegra. Pasé hambre y tuve que volver a casa a mis padres". Por eso ahora que tiene ingresos tiene unas ganas locas de probar restaurantes nuevos. "Estoy en un punto en el que veo que hay mucha similitud entre pintar un cuadro, componer un tema y cocinar un plato", afirma.
De postre pide un pastel de zanahoria. Y hará un cortado que acompañará de un cigarrillo. Aparte de El Castellet, me recomienda que visite La Vinya Grill, en Sabadell, y Na Madrona, un restaurante italiano "pequeño y acogedor" en Caldes de Montbui, donde se acaba de trasladar. Y asegura que la mejor tortilla de patatas está en el bar Hermanos Folk Correderas, en Barberà del Vallès. "Es un bar al que va toda la peña del sector secundario. La tortilla de patatas que hacen no tiene ningún puto sentido". Va a desayunar con su padre de vez en cuando.
Aquí Triquell, que tiene una cabeza que va a toda velocidad, hace una pausa y se da cuenta de que hace días que no lo hacen. "La vida laboral te absorbe. Cuando salgo del ego, veo dinámicas, hace días que no voy a desayunar con mi padre, hace días que pido demasiado a domicilio. ¿Por qué lo estoy haciendo? Si a mí me encanta ir a sitios nuevos. Últimamente he pedido más comida a domicilio de lo ético y moral. Hoy he entrado en choque con mis propias inercias. Somos privilegiados los que lo podemos hacer, pero también sufriremos más, es masoquista deconstruirse", confiesa. Acabamos la sobremesa y cogemos el táper de fideuá que no he podido terminarme. Se le queda él para cenar, aquí no se tira nada.