La última gamberrada de Juli Soler
Diez años después de la muerte del alma de El Bulli, todo su entorno se ha reunido en Roses en una fiesta para celebrarlo
RosasCaía el sol sobre el mar. Estamos en el castillo de la Trinitat, en Roses, la atalaya que defendía a la población y que hoy es el bastión de la memoria, ya que estamos en un homenaje dedicado a Juli Soler, que hace 10 años murió por culpa de una enfermedad degenerativa. Juli Soler fue muchas cosas, melómano apasionado, profesional divertido, el mejor amigo de todos y también el alma de El Bulli. Sin él, nada de lo que ocurrió habría pasado.
"Esto es una fiesta, no un entierro", decía Ferran Adrià. La periodista Cristina Jolonch la describió como "la última gamberrada de Soler, porque 10 años después sigue influyendo en la gastronomía y estando muy presente".
Tan presente que nadie ha faltado. La plana mayor de la gastronomía catalana estaba allí y con agrado. "Todo lo que tocaba brillaba", "Hacía oír a cada persona especial", "Convertía cualquier encuentro en un recuerdo memorable", decían. Así lo describían las personas que iban pasando, recordando anécdotas de Soler, un hombre de espíritu optimista.
Rita Soler, hija de Juli, ha empezado con una frase que decía su padre: "Somos todos los que somos pero no los que tenemos que estar". "Es muy divertido –dijo–, Juli habría reído mucho con el trenecito". Se refiere al tren turístico que han tomado los asistentes al acto para subir al castillo, después de descubrir una placa en homenaje a Soler.
El otro pilar de El Bulli, Ferran Adrià, confiesa que vivió más con él que con su esposa. Y comparte una anécdota del primer viaje que realizaron a Japón. Los estaban grabando para un documental, y se sentaban en la barra de un restaurante japonés. Les trajeron un niguirio que olía a podrido. Soler se lo manejó para que el cámara enfocara a otro sitio y se lo empapó a Oriol Castro, que estaba con ellos. Luego les sirvieron un hígado de venado. Se lo puso en el bolsillo y salió del restaurante con el hígado en el bolsillo. Estar con Julio era una fiesta.
En el acto, organizado por la Asociación de Empresarios Roses - Cap de Creus, la Asociación de Empresarios de Hostelería del Empordà y el Ayuntamiento de Roses, estaba su mujer, Marta Sala, y sus hijos, Pancho, Rita y Julia; que no tuvieron la sensación de tener un padre ausente, por el contrario, sino de tener una familia muy mayor, que tenían constantemente por casa.
Valentí Grau, amigo, lo describe como inteligente, inquieto e imprevisible. "Lo que creó Juli lo creó para hacer retos difíciles. Y lo más difícil hizo fue crear El Bulli. La guinda del pastel fue Ferran Adrià". "El gran seductor, el hombre bala, el encantador de serpientes, nuestro Juli", lo describe Artur Sagués, jefe de sala de El Bulli. Toni Gerez, también jefe de sala de El Bulli, dice: "Julio nos hizo de padre, de amigo, de compañero de trabajo y de confesor". Y Ferran Adrià grita: "Toni, ¡no cuentes nada!" "Nos enseñó a disfrutar, de la vida, del sol, de la ensaladilla, de los gintónicos infantiles. Podría contar muchas cosas, pero más vale que no", dice Gerez, y todo el mundo se ríe.
"Julio se inventó las selfies", dice Lluís García, maître y jefe de reservas de El Bulli. Mientras el acto avanza van pasando cientos de fotos de él con varias personas, hechas cuando todavía no existían los móviles que lo permiten. Realmente, un adelantado a sus tiempos. Jaume Subirós, del Motel Empordà, lo describe como un "un hombre de territorio": "Los ampurdaneses nos ponemos de cara a la tramontana, los de fuera tienen dolor de cabeza. Juli, aunque fuera de Terrassa, se ponía de cara". El cocinero del Disfrutar Mateu Casañas recuerda que Soler "creía en las personas": "Debemos ser agradecidos por todo lo que nos dio la humanidad que tuvieron Juli, Ferran y Albert Adrià".
Para el periodista Salvador García Arbós, Soler tenía capacidad de síntesis. Sobre el debate entre cocina tradicional y moderna, decía lo siguiente: "Cocinas sólo hay de dos tipos: buena y mala. Y buenas, está la cocina del juicio y la de la joya. La del juicio se hace en el Montseny y la de la joya se hace en la Montjoi". Y terminamos el acto con rock'n'roll y con Albert Adrià recordando que fuéramos pasando, que Julio ya haría rato que estaría en el bar.