Con ojos de juego

¿Cómo debería ser el patio de las escuelas?

Los niños deben poder jugar al fútbol pero también deben tener espacio para otras vivencias

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Niños jugando al fútbol a la hora del patio.

BanyolesNos gusta mucho lo que se está despertando en torno a los patios escolares porque nos da la oportunidad de explicar con más detalle lo que llevamos años defendiendo: el derecho de los niños a jugar ya disfrutar de espacios que respondan a sus necesidades . No va de si deben jugar o no en el fútbol –por supuesto que deben poder hacerlo–. La cuestión es si estamos dando espacio a otras vivencias esenciales para su desarrollo y si estamos velando para que el patio sea verdaderamente inclusivo.

¿Qué deberían poder hacer en el patio?

Moverse sobre terrenos con desniveles naturales y otros retos motrices que impliquen riesgos controlados, poner a prueba su equilibrio corporal con estructuras, columpiarse, trepar, saltar, correr, arrojar y atrapar objetos, manipular y experimentar. Encontrar materiales que impliquen un reto para su imaginación y creatividad, hundir los pies y las manos en la arena, amasar barro, mirar sin ser visto, esconderse detrás de un arbusto, mirar lejos, refrescarse en la sombra y tomar el sol. Reponer, charlar, cantar, bailar, jugar a un juego de mesa, leer, oler y reconocer plantas, insectos y pájaros.

También sería deseable fomentar los juegos tradicionales y de fomento de la cultura local e incorporar propuestas que acojan varios deportes además del fútbol; como tenis de mesa, una red de voley o tablas para jugar ajedrez.

¿Y cómo se puede hacer esto en media hora de patio?

No se puede, y por eso el tiempo que están ahí también debería revisarse sin perder de vista que, si el entorno exterior es lo suficientemente rico, se convierte en un espacio inclusivo, que acoge intereses y necesidades diversas y donde hasta todo se pueden dar clases en el exterior y las situaciones de aprendizaje pueden ser más ricas que dentro de un aula. No olvide que los niños y también los adultos aprendemos mejor desde la experiencia y desde el hacer, desde la acción y el movimiento.

Conclusiones

No deja de ser paradójico que las familias esperemos el fin de semana en busca de aire libre y naturaleza porque sabemos que nos carga de energía y que es beneficioso para la salud física y mental. Esto, indudablemente, nos predispone para el aprendizaje y, sabiéndolo, no podemos evitar preguntarnos: «¿Tiene sentido que todos los metros cuadrados que ocupa el patio se limiten a acoger sólo una pequeña porción del tiempo de la vida escolar de los niños y que pasen largas horas sentados en una silla en el aula ¿hay la posibilidad de transformar los patios?».

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