Qué hacer si tu hijo te insulta
Se debe frenar desde el primer minuto y dejarle claro que es una agresión


Barcelona"Mi hijo estaba enfadado porque no quería comprarle un juguete y, de repente, me dice "eres tonta". Me quedé helada y acabé perdiendo los nervios", explica Silvia, madre de un niño de ocho años. Situaciones como la vivida hace pocos días esta madre son "cada vez más habituales", apunta la profesora colaboradora de los estudios de psicología y ciencias de la educación de la UOC, Sylvie Pérez. "Es normal que los niños se enfaden, muestren rabia o frustración, pero nunca deberían llegar al insulto", dice. El motivo de que cada vez se produzca más este comportamiento, según la experta, es que "hemos dejado de tratarnos bien". Hay una falta de respeto general –concreta– que lleva a atacar a las personas en lugar de a los hechos o situaciones que no nos gustan.
¿Por qué lo hace?
Cuando un niño utiliza un insulto es que lo ha oído alguna vez en casa, en la escuela o en algún otro de sus entornos. "La reacción normal de un niño o niña de entre siete y diez años frente a algo que no quiere hacer es gritar o llorar por frustración, si llega al insulto es porque en algún sitio ha visto que es una manera de atacar al otro", aclara Pérez.
¿Cómo actuar ante esta situación?
"De entrada hay que frenarlo desde el primer momento, dejar muy claro que el insulto es una palabra que hiere, que hace sentir mal, que es una agresión y que no se puede agredir a ninguna persona", explica la psicóloga. A la hora de verbalizarlo, debe hacerse desde el respeto y, sobre todo, sin perder los nervios. "Hasta los diez años no se puede entrar en el dolor que puede causar un insulto a la persona que le recibe porque los niños a estas edades todavía no tienen del todo desarrollada la empatía". En caso de que los insultos los haya oído de casa, añade, es necesario admitir que se ha hecho mal y comprometerse a no hacerlo más.
¿Cómo evitar que en el momento de frenarle el adulto pierda los nervios?
Lo primero que hay que tener claro es que no podemos ponernos al mismo nivel de nuestro hijo o hija porque nosotros somos los adultos y ellos deben ver que la actitud que tienen no les llevará a ninguna parte. "Si ves que te estás poniendo muy nerviosa lo aconsejable es decirles «me voy un momento porque estoy muy enfadada» y cuando te haya pasado, habrá que hablar de ello".
¿Y si el hijo ya es adolescente?
Según Pérez, a partir de los doce años la empatía ya está desarrollada y el uso moral también, por tanto, el adolescente sabe qué está bien y qué no. "Esta edad ya no hacen las cosas pensando si el padre o la madre se puede enfadar, ya es una cuestión de conducta y, por tanto, es más difícil pararlo porque ya forma parte de su día a día. Lo que hace falta es trabajar con el adolescente y el entorno donde se relaciona así", aclara. Y añade que si los insultos son entre hermanos la fórmula para detener ese comportamiento es exactamente la misma: "Pararlo de golpe y educar".