Núria Moliner: "La mejor vivienda pública del Estado se está haciendo en Cataluña y Baleares"
La arquitecta debuta en el mundo del libro con 'Diez casas diez noches'


BarcelonaEl barrio de Roquetes de Barcelona crece: desde hace pocos meses viven las diecisiete personas que forman La Morada, un "proyecto transfeminista de vivienda cooperativa impulsada por bolleres, trans y otras identidades disidentes", tal y como dicen ellas mismas. Entre ellas se encuentran Maria Salvador y Maria Berzosa. Abren la puerta al ARA ya la arquitecta y divulgadora Núria Moliner (Barcelona, 1991), porque la alojaron cuando ella preparaba el libro Diez casas diez noches (Ahora Libros). Moliner ha elegido este edificio para hacerse retratar, mientras pone para el fotógrafo, Salvador y Berzosa explican por qué eligieron esta fórmula de vivienda, que en su caso está impulsada por la Fundación La Dinamo.
"Imagínate que todos tus vecinos son tus amigos, para que comparta un proyecto en común, seis años de pensar un edificio juntas. Hay una proximidad que hace que puedas desayunar y comer con más gente. Y si los del cuarto dicen que han hecho garbanzos y que los sobran con uno, pero puedes ir a buscarlo con, pero puedes ir a buscarlo con , pero puedes ir a buscarlo con . mucha más gente, y cuando quieras te puedes retirar", explica Salvador. Otro aspecto de esta fórmula son los cuidados: "Cuando una vecina tenía mucho trabajo con las entregas finales de un máster, la alimentamos entre todos. Y si te enfermas y tienes doce vecinas, probablemente alguna te vendrá a cuidar. Así, la vida es un poco más fácil", dice Salvador.
La Morada la han diseñado los arquitectos de Lacol, conocidos por la cooperativa Laborda, por la que ganaron el premio Mies van der Rohe en la categoría de arquitecto emergente. "La Morada plantea una alternativa respecto al modelo especulativo. Es una arquitectura que viene dada de una necesidad y de un modelo de vivienda, la cesión de uso, que no es ni compra ni alquiler —afirma Núria Moliner—. Aquí puede parecer algo extraño o innovador, pero en ciudades como Copenhague un tercio de las viviendas son cooperativas, y algunas.
Además de los pisos, que pueden ser de tres tamaños, entre los 60 y los 72 m2, La Morada incluye un patio con vegetación y un espacio para bicicletas, una terraza comunitaria, una sala polivalente, habitación para invitadas y una sala-taller para trabajar. Y en la azotea llama la atención una pérgola fotovoltaica que cobija dos lavadoras y el tendedero. Salvador asegura que solo se agobia un poco con el espacio para tender cuando las familias con hijos tienden la ropa todas juntas. "Aún necesitamos tiempo para aceptar este modelo, pero lo estamos recibiendo con los brazos abiertos porque la vivienda es la preocupación número uno de la población, y el modelo cooperativo es esperanzador porque creo que es un prototipo de un mundo mejor a nivel de un edificio", explica Moliner. Además cree que, en esta línea, Catalunya es un referente.
"A escala estatal, y no sé si atreverme a decir internacional, la mejor vivienda pública, la más innovadora, la más pionera, la más experimental, la de mayor calidad arquitectónica, se está haciendo en Cataluña y Baleares, a través del Imhab [Instituto Municipal de la Vivienda y Rehabilitación de Barcelona], l'Imp [Instituto Balear de la Vivienda]", dice Moliner, que admite que la vivienda es un tema que le genera "mucha angustia y frustración". "El modelo cooperativo me da esperanzas, y puede ser un camino, aunque es muy minoritario y todavía no es una solución. Hay que hacer mucha vivienda pública, trabajar regulando y haciendo todo lo posible para resolver este gran problema", subraya Moliner.
Un homenaje a la arquitectura catalana moderna y contemporánea
En el libro Diez casas diez noches, La Morada cierra un recorrido que comienza con la Casa Mercaders, el palacio gótico que Enric Miralles y Benedetta Tagliabue rehabilitaron para hacerlo su vivienda, y continúa con obras emblemáticas del siglo XX como son el taller de Joan Miró en Palma, de Josep Lluís Sert; la Casa Gomis de Antoni Bonet Castellana, y uno de los pisos de la Isla de Viviendas Escorial, de José Alemán, Oriol Bohigas, José María Martorell, Francisco Medios, Antonio Perpiñá, José María Ribas y Manuel Ribas. "Me planteé que el libro puede ser como un pequeño homenaje a la arquitectura moderna y contemporánea", dice Moliner. "Muchas veces no hemos entendido o no se ha transmitido que la arquitectura es patrimonio, que la arquitectura es cultura. Y cuando sí se ha transmitido parece que el patrimonio acabe en la Edad Media. Yo quería transmitir que la arquitectura moderna y contemporánea, las construcciones más recientes, también es patrimonial y que podemos aprender muchas cosas" explica.
En cuanto a la arquitectura catalana del siglo XXI, el libro incluye la Casa Horizonte, del estudio RCR; la Casa 712, de Harquitectes; la modernista Casa Burés, por cómo la ha rehabilitado el estudio TdB Arquitectura; la Casa Positiva, de Josep Bunyesc, y La Morada. "Si aprendemos a observar ya valorar este patrimonio arquitectónico contemporáneo, será más fácil protegerlo. Lo primero sería esto, hablar de arquitectura porque es la escenografía de nuestras vidas, porque nos afecta en muchísimos niveles, nos condiciona y nos interpela", dice Moliner, que prepara un nuevo programa para 3Cat, Entre cuatro paredes, sobre las casas de personas del mundo de la cultura, y la segunda temporada de la docuserie Animales arquitectos.
Núria Moliner decidió que no construiría porque se topó con la visión de una arquitectura desconectada de las "necesidades reales de la gente" y "como objeto o incluso como obra artística". Un rasgo distintivo de Diez casas diez noches es que en algunos casos es bastante desgarrador. Por ejemplo, critica la "infinitud de edificaciones egocéntricas estridentes y fruto de la especulación" que rodean el taller de Joan Miró en Palma, y en la Casa Gomis el ruido atronador que hizo que tuviera que irse en plena noche. Asimismo, encuentra que el acero de la Casa Horizonte se debe a su carácter escultórico, pero que la vivienda no tiene una buena inercia térmica. Y los precios exorbitantes de las viviendas de la Casa Burés, de la que la Generalitat se desprendió, Moliner les achaca a una Barcelona "turistificada y vendida al mejor postor".