Antoni Tàpies: "No todo el mundo tiene tu inteligencia poderosa, amigo Brossa"
Se publican las cartas de Tàpies con Joan Brossa, y Barcino recoge los artículos de las visitas que Antoni Llena le hizo a Campins
BarcelonaJoan Brossa (1919-1998) y Antoni Tàpies (1923-2012) protagonizaron una de las relaciones artísticas y amistosas más importantes del siglo XX. "Es difícil encontrar, a lo largo del siglo XX, una relación tan intensa, profunda, fecunda y extensa, entre dos creadores, como la que hubo entre Brossa y Tàpies", afirma el crítico y ensayista Manuel Guerrero en la introducción deCon corazón de fuego. Correspondencia (1951-1991), la primera recopilación de todas las cartas entre Brossa y Tàpies, que ha editado él mismo. Por otra parte, la editorial Barcino reúne bajo el título de Diez veranos en Campins. Mi Antoni Tàpies los artículos que Antoni Llena (Barcelona, 1942) escribió en diferentes diarios como testimonio privilegiado de las obras que cada verano Tàpies hacía en su estudio de Campins, y otros textos sobre el artista. "Nunca he leído nada de lo que se ha publicado de la obra de Tàpies. Siempre he intentado leerla sin intermediarios: emocionalmente", dice Llena en uno de los artículos. Ambas publicaciones coinciden con los actos conmemorativos del centenario del nacimiento de Antoni Tàpies.
Pese a que Brossa y Tàpies tuvieron una relación muy intensa, sólo se escribieron 32 cartas entre 1950 y 1991. Las primeras son de cuando Tàpies estaba en París becado por el Instituto Francés. Queda reflejado el entusiasmo recíproco por la obra del otro en los años 50 y el afán por ser vanguardistas en pleno franquismo, mientras que más adelante la comunicación se vuelve más rutinaria, porque los dos artistas vivían cerca y ya no les había que escribirse. "Te aconsejo que no abandones la idea de que tenías que venir. Es un gran reconstituyente", dice Tàpies en Brossa en enero de 1950. "Piensa que no todo el mundo tiene tu poderosa inteligencia, amigo Brossa (te has convertido en una isla inmensa, por tu inteligencia, pero también te has cargado de responsabilidades)", subraya pocos meses después. “Tengo muchas ganas de verte, Tàpies. Sí, tengo muchas ganas de verte", le responde Brossa unas semanas después. "Ahora ambos tenemos la fuerza inicial encarada en la misma idea –dice la carta–, ambos llevamos en el alma el mismo espectáculo, formamos parte de los mismos movimientos, tenemos la misma actitud de existir, montamos el mismo caballo. Es formidable, ¿no?”.
Los dos artistas se conocieron en 1946 en la inauguración de una exposición de Joan Ponç, August Puig, Pere Tort y Francesc Boadella en Els Blaus de Sarrià auspiciada por JV Foix. En Memoria personal, Tàpies recordó que lo que más le había impresionado de aquella noche había sido el encuentro con Brossa, ya partir de ese momento colaboraron en numerosas ediciones de obra gráfica, libros de bibliófilo, revistas, catálogos y proyectos teatrales y musicales, entre los que destacan la revista Dado en el Set, el espectáculo Oro y sal (1951), cuyos decorados eran de Tàpies, los libros de bibliófilo Frégoli (1969) y Calle de Wagner (1988).
En cambio, no quedan recogidas en las cartas las razones del distanciamiento final. Para Guerrero, una de las razones de esa rotura podría ser que Brossa habría entrado a "competir" con Tàpies cuando empezó a hacer poesía visual. Al principio Brossa sacaba un rendimiento de las colaboraciones con Tàpies, y cuando entró en el mercado del arte pudo resolver su situación económica. “Mientras que Brossa cambia de escalera y entra en otra dimensión, Tàpies ya había hecho todo lo que tenía que hacer y su obra entra en un proceso de revisión sin grandes cambios importantes”, apunta Guerrero. Otra razón son "los reproches", como dice Guerrero, porque Tàpies no invitó a Brossa a formar parte del patronato de su fundación. "La fundación marca la institucionalización máxima de Tàpies, mientras que Brossa trabaja más en el campo de la revuelta, y sus obras van marcando distancias", dice el crítico. La última comunicación recogida en el libro es un telegrama que Tàpies y su esposa, Teresa Barba, le enviaron a Brossa cuando el Museo Reina Sofía le dedicó una gran antológica en 1991 que supuso la consagración de Brossa al Estado : "Sentimos no poder venir, pero pensamos siempre en ti. Deseamos gran éxito. Stop. Cordial cariño".
Antoni Llena: el impacto emocional de la obra de un maestro
Antoni Llena conoció a Tàpies durante la Capuchinada, en 1966. Llena era un monje en el convento de los capuchinos de Sarrià y le ofreció su habitación. Al mismo tiempo, también conoció a otro artista, Albert Ràfols-Casamada. Como ha explicado el propio Llena, aquellas amistades le acabaron trayendo el mundo del arte. De la obra de Tàpies, Llena ha dicho que la entendió "el primer día". "Cuando vi su primera obra sentí como una patada en el estómago y lo entendí de golpe. Nunca he tenido la inquietud de hacer de Tàpies, pero lo considero mi maestro, un referente importantísimo. Una obra de arte llega un momento que necesita un punto de intensidad, y sin ese punto de intensidad es una confluencia. el AHORA con motivo de su octavo aniversario.
La primera de las visitas de Llena a Tàpies recogidas en Diez veranos en Campins es del 2002. Llena se pregunta cómo los artistas podían expresar con imágenes el horror de los atentados del 11-S en Nueva York. Entre las obras de ese año encuentra una que le recuerda las Torres Gemelas, Piernas. También critica a quienes dicen que Tàpies se repite: "Una cruz nunca dice la misma cosa, una T nunca es la inicial de un mismo nombre ni una M indica la misma muerte", advierte Llena. Al año siguiente asegura que las obras de su amigo son "más jóvenes" porque son fruto de una búsqueda íntima. Y en el 2007 apunta cómo Tàpies se impuso a las dificultades y siguió pintando aunque una pierna le dolía y necesitaba sentarse a menudo.
Tàpies no dejó de trabajar hasta poco antes de morir, aunque cada vez veía y sentía menos. Desde 2008, Llena reflexiona sobre la vejez de su amigo y apunta, aunque pueda parecer "un disparate", que las carencias le permiten a Tàpies "escuchar mejor, sin interferencias ni intermitencias, la voz de su yo más íntimo". "La vejez revela el propio esplendor huyendo de los dedos del artista, precipitándole futuro allá como un fermento", apunta Llena en el 2009.