Barcelona homenajea a Oriol Bohigas, su "amante" más libre
La ciudad recuerda al arquitecto recientemente desaparecido el día que habría cumplido 96 años
El día que habría cumplido 96 años, una fecha muy maragalliana (el poeta Joan Maragall murió un 20 de diciembre, 14 años antes de que naciese Oriol Bohigas), el arquitecto urbanista más influyente de la Barcelona de la segunda mitad del siglo XX fue homenajeado este lunes en el Saló de Cent con todos los honores irónicos y muchos amigos entusiastas, a pesar de que menos de los que habrían querido estar ahí debido a las restricciones del covid, un virus que no pudo con este "novecentista revolucionario" (Juli Capella dixit), fallecido de muerte natural el 30 de noviembre en su casa, rodeado de amigos y familiares. Ni solemne ni triste, fue, tal como él habría querido y como proclamó la alcaldesa Ada Colau, "una celebración de la vida", de una vida que glosaron desde su compañera y arquitecta Beth Galí hasta dos de sus hijos, Josep y Pere, además de Juli Capella, Milagros Pérez Oliva, Eva Prats, Valentí Roma y Jordi y Marina Garcés, padre e hija, arquitecto y filósofa.
Beth Galí, empapada de "sentimientos contradictorios", glosó "el tornado Bohigas", como lo conocían sus colaboradores de los primeros años del ayuntamiento democrático. Y tradujo sus famosos "exabruptos" en el gusto por la ironía de quien hablaba en plata. Después de hacer constar la gran sintonía que tuvo con los alcaldes Narcís Serra y sobre todo Pasqual Maragall, y de hacer notar cómo Bohigas y el psiquiatra y amigo Lluís Feduchi casi murieron a la vez, Beth Galí se despidió emocionada: "Ahí donde estés, te seguiré queriendo y recordando tus grandes frases".
El también arquitecto Juli Capella se definió como "beneficiario" de un creador "poliédrico" que transformó el Raval donde Capella nació, revolucionó la Escuela de Arquitectura donde estudió, presidió y enderezó la editorial con la que se inició en la lectura en catalán (Edicions 62), reconstruyó el Pavelló de la República donde se casó, hizo la escuela donde estudiaron sus hijas, definió la Vila Olímpica donde vivió, impulsó las bibliotecas donde leyó, impulsó el FAD y el Ateneu como espacios de creación cultural con los que colaboró... Y la lista todavía podría ser más larga. Una lista que, en efecto, sirve para Capella y seguramente para otros muchos barceloneses. Porque el Bohigas del "dicho y hecho", el hombre de pensamiento y acción, independiente y crítico, ha sido una de las personalidades intelectuales que, como se hizo patente durante el homenaje póstumo, más ha marcado y agitado la capital catalana durante las últimas décadas.
Y si Capella reivindicó sus orígenes en el Raval, el historiador del arte Valentí Roma se definió como "un chaval de Ripollet" que muchas veces, desde la distancia ideológica y social, se ha preguntado "qué habría pensado Bohigas" sobre tantas cosas y, sobre todo, "cómo consiguió tantos años ser tan libre". ¿Su secreto? Según la periodista Milagros Pérez Oliva, la clave está en su "radicalidad luminosa", en su ironía pedagógica, en sus dotes de comunicador, en su exigencia. O, según el arquitecto Jordi Garcés, otro de sus grandes amigos, en el hecho de que "era absolutamente él, imperturbable a las presiones: estaba dispuesto a recibir y dar, pero tenía muy claro qué quería" y lo conseguía "sin imposiciones ni reproches, sin juzgar a los otros". "Tenía, además, una incapacidad total para el resentimiento y el rencor".
Como dijeron Josep y Pere Bohigas, junto a sus queridas Maria (su madre), Isabel Arnau (su esposa y madre de sus hijos), Rosa Regàs (que envió un "mensaje precioso") y Beth Galí, su "gran amante fue Barcelona: con ella creció y se conviertió en universal". Con ella y con Josep Martorell y David Mackay, claro. "Ojalá la ciudad encuentre nuevos amantes" como Oriol, desearon.
La ovación final, inacabable, testimonió el respeto y aprecio de un público bohiguista agradecido de haberlo disfrutado una vez más. La próxima cita, la calle o plaza que Colau se comprometió a dedicarle.