La comedia romántica del año la ha dirigido Richard Linklater
El director estadounidense da la vuelta al género en 'Hit man', una película criminal imbuida por el espíritu de las comedias sexuales de Ernst Lubitsch
- Dirección: Richard Linklater. Guión: Richard Linklater, Glen Powell y Skip Hollandsworth
- 115 minutos
- Estados Unidos (2023)
- Con Glen Powell, Adria Arjona, Austin Amelio y Retta
¿Puede un cineasta tan radicalmente optimista como Richard Linklater ¿hacer una película de cine negro, un género caracterizado por el nihilismo y la misantropía? La respuesta es Hit man. Asesino por casualidad, un filme con asesinos de mentira y muertes muy reales que, sin embargo, está más cerca de las efervescentes comedias sexuales del Lubitsch de los años treinta, como Un ladrón en mi alcoba, que en Perdición. Cómo Bernie, también de Linklater, Hit man se basa en una insólita historia real: la de Gary Johnson, que trabajó durante décadas para la policía haciéndose pasar por asesino a sueldo. El director de Boyhood la lleva a su terreno y la convierte en una excéntrica comedia romántica que, como el propio Gary, presenta múltiples capas. Hit man es, por un lado, una digresiva meditación filosófica –nadie divaga mejor que los verborreicos personajes de Linklater, alérgico a las verdades absolutas– sobre la noción de identidad personal y su capacidad de transformación, y, por otra, una reivindicación festiva del trabajo actoral, centro neurálgico de la obra linklateriana.
En esto es esencial la interpretación de Glen Powell, también coguionista, que se lanza sin red ni vergüenza al carnavalesco juego de roles que el filme propone y se convierte en un Zelig criminal que disuelve su personalidad para adaptarse a las fantasías de quien le contrata. ¿Esta idea planea sobre la relación de Gary con Madison, cuya clienta se enamora, porque no es el amor, también, una especie de espejismo de fantasiosa alucinación compartida? Es aquí donde Linklater encuentra a Lubitsch, en el lúdico convencimiento de que la atracción amorosa o sexual no es más que un juego (eminentemente verbal) de falsas apariencias, como lo demuestra la prodigiosa escena en la que Gary y Madison representan, con el ayuda de un móvil, una ficción que no es más que su propia relación.