Un encuentro entre Asia y África demasiado azucarado
Abderrahmane Sissako construye un puente entre los dos continentes en el irregular melodrama 'Tiene negro'
- Dirección: Abderrahmane Sissako. Guión: Kessen Tall y Abderrahmane Sissako.
- 111 minutos
- Francia (2024)
- Con Nina Melo, Chang Han y Patty Wu
En su primera película en una década –la anterior, Timbuktu, ganó en el 2014 numerosos premios internacionales y fue nominada al Oscar–, el cineasta maliense Abderrahmane Sissako construye un puente entre África y Asia. La historia de Aya, una joven de Costa de Marfil que huye de su boda y acaba emigrante a una ciudad china, permite al director de Bamako construir un universo cerrado en el que conviven, en inusual armonía, personas de nacionalidades y culturas distintas.
La noción de armonía es esencial en un filme que sitúa en el centro la gestualidad repetida, pausada y ritualizada de la ceremonia china del té. Una tradición que, en su versión japonesa, Yasujiro Ozu capturó en películas que desprendían el rigor formal y la profundidad poética de un haiku. Lamentablemente, éste no es el caso de Tiene negro, film irregular que brilla esporádicamente en el ámbito formal –el juego con los reflejos al inicio de la película, una cierta idea de autolimitación y repetición que, de nuevo, parece tener en Ozu uno de sus referentes, aunque también en Wong Kar-wai–, pero que raramente levanta el vuelo emocional y que, a veces, confunde poesía con cursilería: la escena de la mariposa digital es el ejemplo más flagrante.
Es indudable el respeto y la empatía con que Sissako, un cineasta veterano con una obra estimable, trata a sus personajes, sobre todo a los femeninos. También es admirable el retrato vívido, luminoso y alejado de todo miserabilismo que hace de la comunidad migrante, y que pronto se revela como una fantasía utópica, un mundo más tolerante y armonioso que conecta con el tono intensamente onírico e irreal del filme. Es una lástima que, en su deriva romántica –la película es, también, un melodrama sobre el peso del pasado y las segundas oportunidades–, esta taza de té acabe estando demasiado azucarada.