El sentimentalismo grosero del drama de Matteo Garrone sobre inmigración africana
El italiano recorre en 'Yo capitán' la pesadilla de un joven migrante a través de desiertos, prisiones y alta mar
- Dirección: Matteo Garrone. Guión: Matteo Garrone, Massimo Ceccherini y Massimo Gaudioso
- 121 minutos
- Italia, Bélgica, Francia y Senegal (2023)
- Con Seydou Sarr, Moustapha Fall e Issaka Sawadogo
Galardonada con el León de Plata a la mejor dirección en la Muestra de Venecia, Yo capitán recrea la extraordinaria historia de Fofana Amara, un chico que en 2014, cuando tenía 15 años y ninguna experiencia en navegación marítima, fue obligado por los jefes de una red de tráfico de migrantes africanos a conducir en Europa un barco con 250 personas a bordo. Para dejar constancia de la odisea de Amara, que en la ficción recibe el nombre de Seydou y está excelentemente interpretado por el debutante Seydou Sarr, el cineasta italiano Matteo Garrone sigue el itinerario del joven desde un poblado de Senegal – la dimensión etnográfica del film brilla con luz propia– y a lo largo de una inacabable pesadilla que transcurre entre desiertos, prisiones, ciudades portuarias y alta mar.
Marcada por una sólida lógica autoral, Yo capitán combina el verismo de Gomorra, la película que consagró Garrone en el panorama internacional, y el aura de fábula del Pinocho que el italiano dirigió en el 2019. El problema surge cuando la apuesta por un cierto realismo mágico –condensada en la imagen de una mujer que levanta el vuelo cuando está a punto de morir en el desierto– exuda un sentimentalismo grosero. O cuando un plano que recorre sinuosamente los cuerpos de unos hombres torturados en una cárcel de Libia lleva a la memoria la indignación que sintió Jacques Rivette frente a un travelling que estilizaba el horror nazi en la película Kapó de Gillo Pontecorvo.