Civismo, emoción y colas larguísimas mandan en un Sant Jordi enmascarado

La Diada del libro y de la rosa se vive con la esperanza de recuperar sensaciones prepandémicas

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Cues para acceder al recinto de Sant Jordi ubicado a los jardinets de Gràcia

BarcelonaSant Jordi 2021 ha empezado fuerte, con el poder de un buen desayuno de tenedor con extra de picante. Así ha sido el discurso de Pol Guasch, joven fiera feroz de la literatura catalana y premio Llibres Anagrama con la novela Napalm al cor. “Me han invitado por ser joven y encarnar algo parecido a la diversidad, pero el sistema que habitamos no funciona”, ha dicho Guasch, efectivamente uno de los autores invitados al acto institucional celebrado en el Ayuntamiento de Barcelona en el que Irene Vallejo hacía de pregonera de Sant Jordi. Guasch, desatado, ha hecho de todo menos agachar la cabeza ante editores, representantes de escritores, la alcaldesa Ada Colau y el teniente de alcaldía Joan Subirats. "Hay que dejar de dirigirnos a la clase política para dirigirnos con firmeza a las personas que hacen las palabras, que viven las palabras y hacen que la literatura pueda existir. Están las fuerzas que crean y mantienen el mundo y después están las fuerzas que expropian la creatividad en favor del beneficio. La literatura no es retórica, es desvío. Política institucional y literatura son antónimos. En la literatura no hay pactos ni concesiones, en la literatura no se negocia con el racismo, con la persecución de las lenguas, no se vende el texto al mejor postor, no se engaña en nombre del propio interés. La literatura ensancha, no aprieta”, ha añadido el autor de Tarragona antes de despedirse con un ruego airado: "Todavía tiene que llegar al mundo el texto que haga lo que hemos sido capaces de hacer, entre otros lugares, en Urquinaona”.

Colau, más en la línea de un desayuno con yogur desnatado y zumo de naranja, ha dicho que "este es un Sant Jordi más cargado de esperanza y alegría por la necesidad de reencontrarnos en el espacio público". Y así ha sido desde que a las 10 h han empezado a abrir los recintos perimetrados esparcidos por Barcelona. “¡Qué alegría! La gente nos pide si pueden tocar los libros. Por supuesto que sí”, decía Núria Iceta, subdirectora del editorial L'Avenç, en los Jardinets de Gràcia. “Todo nos acompaña, incluso el buen tiempo, porque recuerdo que en 2019 llovió hasta las 10 de la mañana y fue muy duro montar las paradas lloviendo. Y si encima vendemos libros, todavía mejor”, añadía Iceta mientras el sol de la primavera vacunada mimaba a la gente que hacía cola. Este año, dos colas: una para entrar en los recintos y la otra para las firmas. "Será un Sant Jordi extraño pero quizás más cómodo que otros años. Está todo muy bien organizado", avanzaba Javier Cercas en un taxi compartido con Jordi Nopca. Para Dolores Redondo, es un "Sant Jordi de volver a empezar, el inicio del juego de la oca otra vez". "Es un día para dar gracias a los lectores", ha dicho la autora de la Trilogía del Baztán.

Soy muy buena gente

Como dice Redondo, quien merece un monumento son los lectores. Ya lo merecen en un Sant Jordi aglomerado convencional, y todavía más en este Sant Jordi enmascarado de colas larguísimas, gel hidroalcohólico y santísima paciencia. Justo es decir que hay colas más entretenidas que otras. Por ejemplo, en el Passeig de Gràcia la espera se podía amenizar fotografiando la Casa Batlló, adornada con rosas como el centro de mesa de un balneario vertical. También se podían contemplar las maniobras de los fotógrafos que buscaban el encuadre más original. Y hacerse una idea de cómo sería todo una vez dentro del recinto perimetrado: un oasis con control de aforo y, por lo tanto, más espacio para curiosear los libros. Ojo que el año que viene echemos de menos esta amplitud. En cualquier caso, un aplauso a todo el mundo que ha salido a la calle para vivir el Sant Jordi enmascarado. Soy muy buena gente.

En general ha habido buen ambiente, calor reparador y ganas de vivir la excepcionalidad de una fiesta con pocas paradas de rosas más allá de las floristerías. Francesc Serés, disfrutando del éxito de La casa de foc, hacía notar otro elemento excepcional de este Sant Jordi: “Tenemos que disfrutar mucho de esta Diada porque será el primer Sant Jordi en el que tendremos una Barcelona sin turistas. Quizás no es una gran noticia para los hoteles, pero para los que nos gusta una ciudad más cívica y menos intensa, es una gran noticia”. Para completar la descripción del paisaje, y mientras se preparaba para firmar ejemplar de El lunes nos querrán, Najat El Hachmi decía: "No soy muy optimista en la vida, pero hoy es una excepción. Como no habrá tanta gente en la calle los autores seremos puntuales por primera vez en la vida". Xavier Bosch, con la muñeca entrenada para dedicar La mujer de su vida, ha añadido un tercer elemento. "Es un día histórico, porque no importan tanto los números como las emociones”, ha dicho uno de los candidatos a aparecer en la lista de los más vendidos del día.

"Es la primera fiesta grande que hacemos en mucho tiempo, una fiesta de transición hacia el Sant Jordi del año que viene, que ya estaremos inmunizados. Todo el mundo se comporta de forma civilizada y los autores están firmando mucho. ¡Es un día para estar emocionada!", ha sintetizado Ester Pujol, editora de Enciclopèdia Catalana. Efectivamente, emoción, civismo y orden han dominado en la mañana de este Sant Jordi. Qué contraste con otras realidades, tal como ha recordado James Rhodes: “¿Qué me dicen los lectores? Que soy un escritor de mierda, que me vuelva a mi puto país... Ah, no, esto era en Twitter. ¡Menos mal que ya lo he cerrado!”

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