Crítica de cine

'Cry Macho', la lágrima furtiva de Clint Eastwood

La carga vital que inyecta el actor nonagenario compensa los desequilibrios de la nueva película

2 min
Clint Eastwood a la película 'Cry Macho'.

'Cry Macho'

(3,5 estrellas)

Dirección: Clint Eastwood. Guió: Nick Schenk y N. Richard Nash. 104 minutos. Estados Unidos (2021). Con Clint Eastwood, Eduardo Minett y Dwight Yoakam. Estreno en los cines el 24 de septiembre

Los más de noventa años de Clint Eastwood pesan en Cry Macho. El legendario director norteamericano repite en su nuevo film también como actor a un personaje habitual en su filmografía, el tipo duro que desvela su vertiente tierna al establecer una inesperada relación paternofilial con un chico mucho más joven y de otra cultura. Aquí Eastwood encarna a una estrella retirada del rodeo, Mike Milo, que recibe el encargo de ir a buscar a México a Rafael (Eduardo Minett), el hijo adolescente de su antiguo jefe, en una trama que entronca con elementos de Un mundo perfecto, Gran Torino y La mula.

Eastwood se niega a verse a sí mismo como un viejo al que solo le queda retirarse. Pero en Cry Macho también deja atrás el estatus de héroe crepuscular. Aunque el film se desarrolla en buena parte como una road movie, Mike Milo descubre que prefiere establecerse en los tiempos de espera que protagonizar los tiempos de acción. Eastwood se reserva un par de momentos para reafirmar sin aspavientos su estatus histórico, pero la mayoría de secuencias en las que estalla el conflicto ni siquiera se resuelven por su intervención sino por la de otros factores o figuras, incluido el gallo de nombre Macho.

Cry Macho está empapada de una carga vital que compensa sus debilidades: la narrativa se tambalea bastante, los secundarios podrían estar mucho mejor dirigidos y el trasfondo emocional no llega a calar tanto como Gran Torino. Pero tampoco habíamos visto nunca así a Clint Eastwood, un trozo de historia del cine, encarnado en un cuerpo fragilísimo y a la vez lleno de anhelo de vida, que abraza el presente mientras desmitifica los machos que se pavonean, como él hizo en tantísimas películas. En una escena clave, dentro de una capilla, Mike explica a Rafael el momento más doloroso de su trayectoria. Una penumbra eclesial le tapa los ojos, pero podemos distinguir en el claroscuro cómo se le baja una lágrima por el rostro. Solo los maestros conmueven tanto con tan poco.

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