De Cuelgamuros al cementerio: los familiares de asesinados por el franquismo cierran la herida
El gobierno español celebra un acto solemne por la entrega de los restos de vecinos de Pajares de Adaja y Navalmoral de la Sierra, en Ávila
MadridJornada histórica para la memoria democrática en el municipio de Pajares de Adaja, en la provincia de Ávila, este domingo. Los restos de doce víctimas de la Guerra Civil exhumadas del Valle de Cuelgamuros fueron entregadas a sus familiares en un acto solemne que ha encabezado el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. Los familiares de Víctor Blázquez, Valerico Canales, Emilio Caro, Ramón González, Flora Labajos, Celestino Puebla, Pedro Ángel Sanz, Gregorio Pérez, Raimundo Meneses y Rito Martín, vecinos de Pajares de Adaja y Navalmoral de la Sierra, pudieron cerrar una herida abierta desde hacía décadas y después de una larga reivindicación.
Los cuerpos de estas diez personas, y de otras dos que no están identificadas, reposaban en el mausoleo que creó Francisco Franco en 1959 y antes habían estado en fosas comunes o en cunetas de carretera. Siete de estas víctimas del franquismo eran conocidas como los 7 de Pajares porque fueron asesinados la noche y la madrugada del 20 de agosto de 1936 a manos de los falangistas. Los hijos de algunos de ellos aún recuerdan cómo los asaltantes se los llevaron de su casa. "Les asesinaron a sangre fría, a bocajarro, con un tiro en la nuca. Esta es la verdad", expresó durante la ceremonia Juan Luis González, nieto de Román González.
"Era gente humilde, trabajadora, comprometida con su clase, gente del pueblo", ha añadido. Algunos eran afiliados a UGT y por eso también ha asistido su secretario general, Josep Maria Álvarez. Estas víctimas formaban parte de la caja 198 de Cuelgamuros, situada en el nivel 0 de la capilla del Campo Sepulcro, del total de 33.833 otros cuerpos que se trasladaron entre 1959 y 1983. La nueva ley de memoria democrática prevé esta reparación para las víctimas, y los restos de estas doce personas han recibido sepultura en el cementerio. Los familiares han depositado un clavel rojo sobre el panteón mientras entonaban Al alba, de Luis Eduardo Aute, una canción simbólica de las postrimerías de la dictadura.