Arte

El espectacular nuevo museo de Edvard Munch abre puertas al escenario de 'El grito'

La casa del pintor de 'El grito' se inaugura con una retahíla de exposiciones sobre su legado

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Una retahíla de retratos de amigos y referentes de Edvard Munch a la nueva sede de su museo

OsloEdvard Munch (1863-1944) decía de sí mismo que su objetivo era "diseccionar las almas". Trataba sus cuadros como si fueran sus "hijos" y necesitaba trabajar y vivir rodeado de ellos, sobre todo en su último domicilio, en Ekely. Ahora, después de más de una década desde que se inició el proyecto, este viernes abre las puertas la nueva casa del legado que dio a Oslo en 1940, el flamante nuevo Museu Munch, obra de los arquitectos Juan Herreros y Jens Richter. Se trata de una imponente torre de hormigón y acero ubicada en la península de Bjørvika, la misma que aparece a la pintura El grito.

Para celebrarlo, el museo abre con cuatro exposiciones de la colección con 392 dibujos, pinturas, grabados, esculturas y fotografías. "Nunca habíamos podido hacer una exposición de la colección", dice Trine Otte Bak Nielsen, conservadora del museo y comisaria de una de estas muestras, la que tiene las obras más emblemáticas, titulada Infinito. "En la sede anterior teníamos un espacio para exposiciones temporales y cuando acababan teníamos que cerrar el museo para montar otra, así que nunca habíamos tenido esta posibilidad", explica.

El recorrido por Infinito es una sucesión constante de impactos, porque las obras son testigo de la vida a menudo atormentada de Munch y de las luchas que tuvo consigo mismo. Además, las dejaba a la intemperie para que el paso del tiempo dejara su huella. Hay cuadros que evocan la muerte prematura de su hermana Sophie y la enfermedad mental de otra hermana, Laura, y otros reflejan la relación convulsa que tuvo con Tulla Larsen: después de que Munch recibiera un disparo en un dedo durante una pelea con ella, rompieran y ella se casara con otro hombre, él cortó por la mitad un retrato conjunto. También se puede ver Caballo galopante (1910-1912), la primera pintura después de desintoxicarse del alcohol y con la cual se dio cuenta de que no tenía que ir bebido para hacer un arte de volada. Es especialmente emocionante ver los retratos de las personas que acompañaron a Munch a lo largo de su vida y de sus referentes intelectuales, entre los cuales están el escritor Jappe Nielssen, la escritora Dagny Juel (que hizo de modelo para algunos cuadros), el filósofo Friedrich Nietzsche, los dramaturgos August Strindberg y Henrik Ibsen y el filósofo anarquista Hans Jaeger, a quien dedicó una de las últimas obras que hizo, una litografía.

"Munch tocó temas universales de una manera mágica –dice Trine Otte Bak Nielsen–. Se mantuvo siempre en la figuración, pero hay mucha abstracción en su obra, hay muchos cambios y experimentación". Otro de los aspectos destacados de la obra de Munch es que volvió una y otra vez a los mismos temas y motivos a lo largo de los años. El grito es uno de los casos: se pueden ver, alternándose cada hora (porque están hechos encima de papel y cartón y son muy frágiles), una versión pintada con pasteles de 1893, una litografía de 1895 y una versión hecha al temple probablemente en 1910. "Esto pasa con los principales motivos de su obra, también con otras como la Madonna y la Vampiresa, y Munch insistía en que no había un original y copias, sino que todos eran originales". En otro caso se puede ver cómo exploró un motivo con diferentes lenguajes: de Niña llorando hay una escultura de bronce, una fotografía, una litografía y tres pinturas. "Este no es un museo normal; todas estas obras Munch las coleccionó y las tuvo con él en casa; de alguna manera es una colección muy íntima y privada", concluye. Las otras exposiciones de Munch están dedicadas a aspectos como los trabajos monumentales, el proyecto en el que dialogan imágenes y textos El árbol del conocimiento y los grabados. "Notas de un loco. Mi alma es como dos aves estirándome en direcciones opuestas", escribió Munch en uno de los textos de El árbol del conocimiento.

La soledad de Tracey Emin

El museo abre con otra exposición que no es de Munch y que refleja cómo en los últimos años ha puesto su legado en diálogo con otros artistas modernos y contemporáneos, como Auguste Rodin, Vincent Van Gogh y Robert Mapplethorpe. Ahora es la británica Tracey Emin, que se impuso en el concurso de una gran escultura pública para el museo y que en el verano de 2022 instalará una monumental Madre de 9 metros en un extremo de la isla del Museo, para paliar poéticamente que la madre de Munch murió cuando él tenía cinco años y para ser "la compañera del fantasma de Munch". Entre las piezas expuestas está la mítica cama del artista, titulado Mi cama. Es una de las obras más sonadas de los años 90 y es fruto de una etapa en la que Emin tuvo una fuerte depresión y se pasaba el día en la cama bebiendo. La cama tiene manchas de sus fluidos y está llena de objetos como ropa interior, condones, cajas de medicamentos y colillas. También está el vídeo sobrecogedor de 1998 Homenaje a Edvard Munch y todos mis hijos muertos, donde se la puede ver desnuda y atornillada gritando en un muelle del fiordo de Oslo. Para dialogar con la soledad de la cual hablaba Munch, en otra sala Emin expone 27 selfies ampliadas que se hizo durante noches de insomnio, y en donde revela con todavía más crudeza su vulnerabilidad. "Tengo el coño mojado de miedo", se puede leer en otra de las piezas, uno de sus característicos neones.

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