¿Cómo sonaba el canto de los pájaros hace 12.000 años?
Descubren siete instrumentos sonoros del paleolítico en el yacimiento de Eynan-Mallaha, en Israel
BarcelonaEl arqueólogo José Miguel Tejero pasa temporadas largas fuera de casa, en yacimientos de todo el mundo, pero esto no le impide llevar una vida paralela, menos conocida, como intérprete de música antigua. “He llegado a pagar un billete de avión extra para llevarme la viola de gamba y tocar al anochecer, en el hotel, después de pasarme el día excavando”, admite Tejero, investigador del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas de la Universidad de Barcelona y del Laboratorio de Paleogenética de la Universidad de Viena. En una de estas excavaciones, en el yacimiento paleolítico de Eynan-Mallaha, en Israel, ha podido unir ambas pasiones, la música y la arqueología.
El equipo de arqueólogos y etnomusicólogos que lidera junto con Laurent Davin ha encontrado siete instrumentos aerófonos –que se tocan soplando– de hace 12.000 años, que seguramente se utilizaban para imitar el canto de aves rapaces como el cernícalo y el gavilán. Son una especie de flautas y silbidos, fabricados con huesos de pájaro, que emitían sonidos agudos, de frecuencias entre 3.000 y 7.000 Hz. “Es un descubrimiento relevante por dos razones: son los aerófonos más antiguos que se han encontrado nunca en Oriente Próximo y, por otra parte, es la primera vez que se han podido reproducir sonidos de la época paleolítica”, resalta Tejero, que explica que han creado réplicas de los instrumentos y los han hecho sonar a través de técnicas experimentales.
“Está demostrado que los sonidos de las aves rapaces estaban presentes en danzas rituales de diversas poblaciones, pero no podemos saber exactamente qué funciones tenían los aerófonos de Eynan-Mallaha”, dice el arqueólogo, que cree que “hubieron podido servir para cazar, pero también para hacer música en ceremonias y rituales”. En cualquier caso, "podemos hablar de instrumentos musicales", defiende Tejero, que añade que "la música y el canto eran esenciales para la comunicación y la transmisión de conocimientos, especialmente en las sociedades sin escritura".
La etnoarqueóloga y musicóloga Raquel Jiménez Pasalodos, de la Universidad de Valladolid, apunta que "la música ha tenido siempre funciones culturales, rituales, pedagógicas y utilitarias", no sólo en grupos de cazadores-recolectores, sino en todas las sociedades humanas. “La musicalidad es inherente al ser humano, se desarrolló paralelamente al lenguaje: durante el proceso de hominización, hasta llegar al Homo sapiens, la fisiología humana se fue modificando para aumentar el abanico de sonidos, controlar mejor la respiración y dominar más posiciones de la lengua”, comenta la musicóloga.
Las primeras evidencias musicales
Los aerófonos de Eynan-Mallaha pertenecen a la cultura arqueológica natufiana, que se desarrolló entre 15.000 y 11.700 años atrás en el Levante mediterráneo y que supuso un punto de inflexión entre las sociedades cazadoras-recolectoras y las sociedades productoras de alimento. “Fueron los primeros grupos sedentarios, vivían en cabañas con zócalo de piedra, medio excavadas en el suelo, y enterraban a los muertos junto a los poblados”, explica Tejero. Según ha evidenciado el último hallazgo de Eynan-Mallaha, también tenían "un conocimiento profundo de la acústica" que les permitía fabricar instrumentos complejos y perforarlos para modular las vibraciones del aire. "Es evidente que estas comunidades celebraban actividades musicales: si no, no se habrían molestado en construir objetos tan sofisticados, con tanta complejidad técnica", asegura Jiménez.
Ahora bien, Tejero está prácticamente convencido de que “los neandertales y los Homo sapiens del paleolítico superior ya produjeron instrumentos sonoros en la región del Levante mediterráneo”, aunque no se hayan encontrado restos. De hecho, a nivel mundial, las primeras evidencias musicales corresponden al paleolítico superior. Se encontraron aerófonos de hace unos 35.000 años en el yacimiento arqueológico de Geissenklösterle, cerca de las cordilleras del Jura de Suabia, en Alemania. También se conocen una veintena de flautas de hace 20.000 años, provenientes de la cueva de Isturitz, en Iparralde, aunque “no se han podido contextualizar con precisión, porque se recuperaron en excavaciones antiguas que no contaban con los estándares de registro actuales”, explica Tejero. “Por la complejidad de estos instrumentos, todo apunta a que ya se fabricaban desde mucho antes, seguramente en África, antes de que los humanos llegaran a Europa”, dice Jiménez, quien destaca la importancia de no perpetuar “narrativas eurocéntricas y supremacistas”, aunque los primeros instrumentos hallados sean en territorio europeo.
Una cultura musical compleja
"No eran menos que nosotros, no eran menos evolucionados artísticamente", reivindica Jiménez. “De la misma forma que el arte visual paleolítico tenía una gran capacidad figurativa, de concepción de los volúmenes y del espacio, las sociedades de cazadores-recolectores también tenían una cultura musical rica: disponían de instrumentos de timbres variados, dominaban el ritmo y mezclaban voces e instrumentos”, añade. Según la musicóloga, es un error pensar que las flautas de hueso y los litófonos de sílex corresponden a una cultura musical simple. “Aunque no podemos tener evidencias de la complejidad vocal, melódica, rítmica o simbólica de un tiempo tan lejano, sabemos que todas las culturas del planeta han hecho instrumentos con materiales que no habrían sobrevivido al paso del tiempo, que en este caso podrían ser sonajeros y arcos musicales”, explica Jiménez. Además, aunque hoy en día las flautas puedan parecernos instrumentos sencillos, fueron “un gran avance acústico y tecnológico”. “En realidad, no es tan obvio pensar que, si agujereas un tubo, ¡una sola persona podrá hacer melodías de muchas notas!”, exclama.