Una agricultora trabajando en el campo, en Sant Martí de Albars.
07/05/2025
Director adjunto en el ARA
3 min

¿Hacerse campesino? No es tan fácil. Entre los urbanitas, muy a menuda se tiene una imagen arcádica del mundo rural. ¡Y un rábano!, te responden los de pueblo. Si fuera tan fácil, las ciudades estarían vacías y las aldeas llenas a rebosar. El fin de semana se está muy bien, en la montaña, con la chimenea encendida, dando el paseo, leyendo un libro y alargando la velada con un gin-tonic. Pero ponte el lunes a remover la tierra, ponte a sufrir por si llueve demasiado o demasiado poco, cuida del ganado o del sembrado o del viñedo. O, sí, también del negocio de turismo rural. ¡Trabajo! Trabajo duro, físico, sin festivos, sin muchos incentivos.

Aunque haya internet y mejores carreteras, los pueblos siguen vacíos. Los jóvenes autóctonos siguen marchando, como empezó a pasar hace décadas, y poquísimos jóvenes de ciudad se animan a ir a vivir. La realidad típica de una aldea de campo son cuatro casas con humo y el resto cerradas o, en el peor de los casos, derruidas. En la foto todo queda muy bien, de postal, idílico. Pero no hay bullicio humano. A menudo las casas que humean están habitadas por jubilados. De agricultor prácticamente no lo hace nadie, más allá de tener un huerto casero. La Cataluña vacía es preciosa y está inmensamente vacía.

En el libro Quedar-se al tros (Vibop), Julia Viejobueno Cavallé (1994) narra su experiencia de payesa. Hija de la Figuera, en el Priorat, marchó a estudiar literatura a la Universidad de Barcelona, y un buen día, una vez graduada, decidió regresar a un pueblo con poco más de cien habitantes. A hacer de campesina, a vivir del "tros", de las tierras de secano de su casa: sobre todo viña, pero también "olivos". Y en menor medida "almendros, unos pocos manzanos, un poco de huerto, algunos cerezos, y otros árboles dispersos: granados, avellanos, higueras, palosantos, un tilo y un laurel, nogales, ciruelos, membrilleros...". El huerto es la base de la autosuficiencia anual, sobre todo en verano. Con esto ella y los suyos van tirando. No están solos. El Priorat ha reavivado con el vino y, sin embargo, sigue siendo un mosaico agrario que ha intentado, hasta ahora sin éxito, ganarse la categoría de la Unesco de patrimonio de la humanidad paisajístico. Pero esta es otra historia.

Julia se pregunta si este tipo de pequeña y diversa explotación familiar que durante siglos ha conformado el paisaje y la vida en el campo está en vías de extinción. ¿Podrá resistir? ¿Podrá seguir siendo campesina en lugar de empresaria agrícola? "Enlazar unas malas cosechas y años de penuria o que la maquinaria o la salud se estropeen te sitúa en la cuerda floja". Una helada, un granizo, la sequía, el fuego... El campesino conservador que ahorra, que gasta poco, es porque tiene memoria y porque mantiene la esperanza.

"La tierra cultivada es herencia de una civilización antigua de la que todavía formamos parte", escribe. Así es. Poca gente es consciente de ello. Los pixapins aman un paisaje que no conocen ni entienden. En la práctica, muchos no le respetan. Simplemente lo disfrutan puntualmente, como un bien de consumo más de usar y tirar. Mujer joven y campesina: "¡Qué valiente!", le dicen muchos. Los más informados sacan a colación la cuestión de la ecología y la sostenibilidad, un imperativo moral que a ella le llena de contradicciones. Una cosa es la teoría y otra la práctica. Si fuera tan fácil casarlas... Hay que ir hacia allí, claro, pero también hay picaresca y absurdidades burocráticas.

Julia ama el campo, sus campos, incluidos los márgenes con timón o espernallac, con jinebros y carrascas. A veces tiene algún rato para distraerse mirando hormigas, mariposas y ranas. Se siente arraigada, como sus cultivos. Esto no es inmovilismo. Es otra cosa. Es saberse heredera de unos conocimientos y de un cariño por el lugar, es ponerse a trabajar cuerpo a cuerpo con la vid hasta convertirla en una escultura moldeada por ti. "No sé si podría trabajar en el tros si no estuviera lleno de belleza". No sabe, tampoco, hasta cuándo aguantará: "Vivo a caballo entre el optimismo del día a día y el pesimismo a largo plazo, una ecuación que no deja de ser ideal para mantener los pies en el suelo", en tierra. Una tierra que "todavía es un misterio". Qué misterio y qué suerte que todavía haya Julias.

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