El filósofo coreano alemán Byung-Chul Han.
15/10/2025
Director adjunto en el ARA
3 min

Producción + consumo, información + comunicación. ¿Qué hay más allá de estas dos arrolladoras parejas de hecho que nos tienen atrapados y nos imponen un ritmo de vida frenético? ¿Conservemos algo espiritual, trascendente, los humanos del siglo XXI? ¿Existe alguna posibilidad de belleza silenciosa y no instrumental en nuestras vidas?

De la mano de Simone Weil, la pensadora anarcosindicalista francesa de origen judío pasada al cristianismo, el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han busca respuestas a lo que considera una "decadencia de la atención", fruto de fenómenos como el binge watching: hartarse sin límites de productos audiovisuales.

En el ensayo Acerca de Dios. Pensar con Simone Weil (Ediciones 62, en traducción de Guillermo Gómez Sesé), Han dice que somos ganado obeso de consumo y propone un ayuno de la mirada, un regreso a la atención contemplativa propia de la religión. Dejar la adicción en el móvil, en los mems —que son virus— y en toda la faramalla mediática. Detenerse, meditar, hacer silencio. Practicar una atenta lectura. Vía Simone Weil —"el espíritu es atención"—, lo vincula a un regreso a la religión: "El término religión proviene de relegere (releer)". Un regreso que se nos hace extraño, ¿verdad? Pero el grito de alerta resulta del todo oportuno.

Quizás sí que la atención, que hoy se pierde en el consumo de estímulos, "es espiritualidad", pero como dice el propio pensador, contiene también una dimensión social: "Tanto la empatía como el respeto se fundamentan en ser atentos hacia el otro. La sociedad se ensucia cuando la atención hacia los demás se estropea. Conduce a un incremento de violencia. También se enfanga si sólo gira en torno al poder y la economía. Vivimos en "una época sin eros", sin atención profunda, sin sacralidad. "Sin atención, sin espera ni paciencia, no es posible ningún pensamiento", anota Han, quien nos advierte de que a la IA le falta el espíritu de "la atención creadora". Prefiere a Sócrates, para quien el pensamiento tiene la intensidad de una oración, o Paul Celan, que entiende un poema como una oración que nos acerca a los demás.

Simone Weil decía: "La atención es la forma más rara y pura de generosidad". Por supuesto, nada que ver con la industria del mindfulness (atención plena) que degenera la espiritualidad en eficiencia y rendimiento, en el autocuidado y la autogestión neoliberal, y que clava las raíces en la ética protestante del capitalismo tal y como la definió Max Weber.

El tándem Han-Weil hace una enmienda a la totalidad al culto al yo, que nos ha hecho a todos empresarios de nosotros mismos y sacerdotes de nosotros mismos. Hemos dejado de prestar atención al mundo, a la naturaleza, a los demás, al misterio. Trump es la apoteosis del narcisismo del poder, el dinero —consumo— y la comunicación. La termodinámica del poder guía el instinto humano: tendemos a ocupar todo el poder -político, económico, relacional...- que se pone a nuestro alcance.

¿Se puede renunciar? Puede sonar cursi, pero se trataría de ir hacia una comunidad del amor y la amistad, del perdón y la compasión. "Ante la creciente destrucción de la belleza del mundo, y de la nueva expansión del nacionalismo y el odio en el extranjero, el universalismo absoluto de Simone Weil es hoy más necesario -más imperativo, incluso- que nunca", escribe Han.

Lo "preferiría no hacerlo" del funcionario escribiendo Bartleby, de Melville, representa la renuncia a la "letra muerta" en favor del "espíritu". La renuncia al mercado del ruido que incrementa la acumulación de capital y enferma el alma. ¿Qué se ha hecho del silencio interior? "La información como ruido ha roto la atención", dice Han. Qué difícil es hoy cerrar los ojos y quedarse en silencio, qué difícil es alcanzar una belleza sin finalidad, una belleza que vaya más allá de la estética consumista del like complaciente, que no rehuya y no caiga en la indiferencia por el dolor del mundo.

"Las personas son anestesiadas con consumo y placer. La obligación de ser feliz dicta la vida". La aceleración digital y emocional hace lo demás. Han sentencia: "Los tres monstruos de la civilización actual son el capital, la digitalización y la inteligencia artificial. Rebajan al ser humano, al espíritu, a esclavo del quantum y de la eficiencia. De nuevo nos convertimos en esclavos de nuestra propia creación".

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