Literatura

¿Qué ha dado de sí el alcohol en la historia del arte y la literatura

Enric Satué plantea un interesante recorrido a 'Artistes envinats'

El cuadro 'Los borrachos' de Velázquez, de 1629
17/10/2025
3 min
  • Enric Satué
  • Vibop ediciones
  • 54 páginas / 13 euros

Continuando con la serie de publicaciones sobre la trascendencia artística y literaria del mundo del vino, Vibop Edicions nos proporciona un opúsculo de Enric Satué sobre la presencia del vino y otros licores en la historia del arte.

Satué, leyenda viva del diseño en Cataluña, ha llevado a cabo una pesquisa selectiva. No sólo ha recopilado testimonios sobre el tema que le ocupa –sobre todo del arte contemporáneo–, sino que ha revuelto, aquí y allá, referencias a la presencia del vino entre escritores y artistas de todas partes. Es así como, antes de entrar propiamente en materia, nos recuerda la importancia del alcohol en la poesía –y la vida– de Joan Vinyoli, por ejemplo. El autor deEl callado dejó dicho que "beber vino es media vida". Pero es que ya Josep Carner, en el poema "Las uvas inmortales", deLos frutos sabrosos, hablaba del "vino sublime", o más recientemente Vicent Andrés Estellés defendía la postura clásica del ebrio tenaz: "Beber en solitario / en un rincón del comedor". Todo esto por no hablar, por hacer una excursión transatlántica, de las letras para los tangos que escribió Santos Discépolo, como: "¡Esta noche me emborracho bien / me mamo bien mamao! / pan' no pensar". Todo empezó, tal vez, con el Génesis. Noé, al fin y al cabo, ya recurrió al sublime recurso alcohólico: "Y bebió vino y se emborrachó y desvestió en medio de la tienda". Y es palabra de Dios.

Todos estos testigos sirven a Satué para situar el tema propiamente pictórico. Su recorrido comienza con el gran Velázquez y el cuadro Los borrachos. En realidad esta composición tenía por nombre original Una historia de Baco coronando sus cofrades, pero el público, ya se sabe, adaptaba enseguida la mitología a las escenas consuetudinarias más habituales. Según Ortega y Gasset ésta es "la única escena de vino entre las importantes pinturas españolas". Y es raro, porque en la literatura llamada picaresca (siglos XVI-XVII), la embriaguez era un leitmotiv constante y celebrado.

Sea como fuere, Satué injerta enseguida la pintura de Velázquez con los renovadores franceses de finales del XIX. Es así como se refiere a El bebedor de absenta, de Édouard Manet; En un café, de Edgard Degas, o El bebedor, de Paul Cézanne. En su volumen, Satué no incluye los cuadros originales, sino recreaciones producto de su pluma. Para llevar a cabo estas variaciones parece seguir el consejo del propio Cézanne: "Todo en la naturaleza se moldea de acuerdo con esferas, conos o cilindros. Hay que pintar sobre la base de estas figuras simples".

Todo cambia radicalmente con la aparición del cubismo. La botella de Pernod, de Picasso, o La botella de anís, de Juan Gris, distorsionan la imagen real en una proyección que ahora llamaríamos pixelada. El anís de Gris, por cierto, es el celebérrimo Anís del Mono, la marca fundada por los hermanos Bosch i Grau en 1968 en Badalona, ​​ilustrada y bautizada a partir de una ambigua lectura de las teorías de Darwin.

Mención singular merece elBotella de vino, de Joan Miró, una pieza ciertamente insólita en la trayectoria de este pintor. En el extremo izquierdo de la composición, y flotando entre elementos característicos de la estética mironiana, un formidable botellón con la palabra vino por toda etiqueta golpea el ojo del espectador y le hace pensar en cómo la violencia de la uva provoca los néctares más deliciosos.

De una u otra forma, el vino –el alcohol– ha seducido a los artistas. El vino o, mejor dicho, el recipiente con el que se suele abastecer. Quizás porque, como dijo Umberto Eco, hay ciertos inventos que no se han superado. El semiólogo italiano citaba el libro, la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Y Satué añade la botella de cristal. Que gloria tenga.

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