Cuando una desconocida cautivó a Jorge Herralde con su novela
BarcelonaAunque lo parezca, este título no tiene nada que ver con un servidor, sino con una persona con ese apellido –el de la madre, en este caso–, que el quídamo no tiene el honor de conocer: Esther García Llovet. Hay un montón de lovetos, y más aún de lobetes, que es como debería escribirse. La chica que lleva ese nombre escribía por cuenta propia, si se puede decir así; ningún editor le había pedido nunca que escribiera un libro con la idea de hacer negocio o con la voluntad de otorgarle un premio, que en castellano hay menos que en catalán, aunque la población que habla aquella lengua es mucho más vasta.
Pero un buen día, por más señales un 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, la joven recibió una llamada de la editorial Anagrama en estos términos: "Señora García Llovet, ¿quiere hablar con el señor Herralde?" (En ese momento, el dueño de la editorial.) Ella pensó que era una inocentada, porque era su día. Pero no lo era. El editor había leído un manuscrito de Esther y había encontrado que tenía mucha calidad. Esto no ocurre a menudo, y menos ahora que mucha gente cree que escribir es como coser y cantar. Pero la chica había hecho un buen libro, con buen estilo, y con todo lo que, además, Juan Marsé consideraba imprescindible en una buena novela: argumento, personajes, atmósfera. Tras esa novela que despertó el interés de Herralde, Esther ha publicado otras cuatro, con éxito.
Así nació lo que un crítico llamó recientemente "el universo llovetiano", que tiene que ver con la posibilidad de que una persona que no conoce a nadie del mundo literario envíe un manuscrito a gente desconocida y el libro llegue a ser separado entre los cientos de cosas que llegan cada año a las editoriales, de aquí y de todas partes. Como una estrella lejana, pero distinguible. Hay lovetos que no han definido ningún "universo" ni ningún fenómeno especial. Gente de estudio, poco aficionados a la publicidad, lectores devotos de todo lo que va de la Biblia y Homer hasta los años 1950, o algo así, con excepciones de vez en cuando, aquí y en todas partes. Tienen más mérito los demás; escribir bien y decir algo nuevo es muy difícil.