El filósofo polaco Zygmunt Bauman cumple unos años en Barcelona.
26/03/2025
Director adjunto en el ARA
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El sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017), inventor del concepto de "modernidad líquida", tuvo una resistencia vital de una solidez diamantina. Su vida fue extraordinaria. En Mi vida en fragmentos (Paidós en castellano y Arcadia en catalán), su biógrafa Izabela Wagner recupera íntegros textos inéditos del autor sobre su niñez y juventud en la Polonia antisemita de antes de la invasión nazi y en la Rusia en guerra con Alemania. Hoy que el odio a la diferencia ha vuelto a la escena mundial con crudeza y fanfarronería, el testigo de Bauman toma de nuevo todo el sentido. ¿Qué pensaría como centroeuropeo judío de lo que ocurre en Ucrania y en Gaza? ¿De Trump, Putin y Netanyahu? Estaría, seguro, junto a la libertad y la decencia humanas, tal y como reza el Talmud: "Un hombre debe ser siempre de los perseguidos y no de los perseguidores" y es mejor "ser maldito que ser quien maldice".

Pese a ser perseguido de niño por su condición de judío y tener que huir de adolescente con su familia durante la invasión nazi, un jovencísimo Bauman se enroló en el ejército libre polaco para liberar su contradictoria patria. El más polaco era un judío polaco que, exiliado en el país de los sóviets, había interiorizado la utopía de una sociedad igualitaria y libre. Creyó que podría hacerse realidad en Polonia, de donde, pese a su compromiso con la reconstrucción, decepcionado y perseguido, acabó huyendo en 1968, expulsado de la Universidad de Varsovia y convertido en diana de una implacable cacería de brujas. Su brillante trayectoria académica y ensayística continuó, primero en Tel Aviv y Haifa y después, durante una alargada y fructífera vejez, en Leeds.

De la madre, efervescente y vital, heredó la costumbre de hacer frente a la realidad; del padre, taciturno, de moral estricta y negado para la vida práctica, el afán intelectual. Vivían en Poznan en condiciones humildes. Tuvo una infancia de niño gordo y judío, sin juguetes, con pocos amigos: "No iba en bicicleta, no nadaba, no iba a patinar. Jugar a pelota ni me lo planteaba: nadie me hubiera aceptado como miembro de su equipo". Se dedicaba a leer en la biblioteca del barrio. Poznan, escribe, "logró combinar una falta de judíos casi total con los sentimientos antisemitas más insultantes [...] se convirtió en el motor y el bastión de Democracia Nacional", la derecha nacionalista. El primer día de instituto le cayó encima "un alud de patadas y puñetazos". Pero era un estudiante brillante... Y entonces llegaron los nazis. El mismo día de la invasión, la familia cogió cuatro pertenencias y se subieron a un tren bajo una lluvia de bombas. Hasta entrar en Rusia les pasó de todo.

En el país de los sóviets, durante dos años y medio pasó mucha hambre, "veinticuatro horas al día, siete días a la semana", pero pudo seguir estudiando, ahora en ruso y en la universidad: física y matemáticas. Hasta que fue aceptado en el ejército polaco impulsado desde Ucrania por veteranos de la Guerra Civil Española. El día que entraron victoriosos en Varsovia lloró. Los veinte años siguientes fueron un lento tránsito de la esperanza a la derrota. Desde la condición de profesor de filosofía, le costó aceptar la evidencia del ideal comunista fracasado. "¿Qué diferencia hay entre un comunista y una manzana? La manzana cae cuando está madura, el comunista madura una vez que se ha caído", reza el chiste. Años después, famoso y respetado, marcaría también distancias con la libertad capitalista y se seguiría declarando socialista.

La mirada líquida de Bauman se forjó a fuego lento a través de unos principios tan sólidos como anti-dogmáticos, de poner a la persona por encima del sistema y la nación. Lector voraz y adicto, dotado de una memoria extraordinaria y de una gran capacidad de trabajo –cada día se sentaba ante el ordenador a escribir desde las seis de la mañana hasta el mediodía–, sus recuerdos nos sirven hoy como advertencia contra el rumbo autoritario y xenófobo que está cogiendo un mundo donde se esparcen como la pólvora visiones fuertes, simplistas y maniqueas. "Trazar la línea entre nosotros y ellos hace que borremos la línea entre el bien y el mal".

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