Historia de la voz pública de las mujeres: de Penélope a Cristina Fallarás

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Telémaco hace callar Penélope

BarcelonaComo cada año, este 8-M ha servido para que oigamos más voces de mujeres. Cada año y durante 24 horas, las mujeres somos las protagonistas. Eso sí, si tuviéramos que competir, estaríamos nominadas a una categoría de secundarias, porque rara vez estamos bastante rato para considerarnos en los papeles principales. Al día siguiente, todo vuelve a su sitio, muchas gracias y hasta el año que viene, que seguramente todo seguirá igual, ¡pero qué ganas tendremos de sentiros! Ante este espectáculo anual, sumado al lila omnipresente en los formatos más ridículos, creo que las mujeres deberíamos felicitarnos por nuestra resiliencia. Afortunadamente, ese día también nos hace sentir más fuertes, más empoderadas y más reivindicativas, con la sororidad a flor de piel. Este año, además, el 8-M también ha sido importante porque es el día en que la escritora y activista Cristina Fallarás ha podido recuperar su cuenta de Instagram.

Una semana antes, la red social le cerró el perfil, sin previo aviso. Fallarás estaba preocupada por si no conseguía recuperarlo, y ciertamente era importante hacerlo: ya llevaba unas semanas colgando el testimonio anónimo de mujeres que le escriben a diario denunciando la violencia que han sufrido. Ella compartía sus mensajes, las hacía visibles. La cuenta de Instagram se había convertido en un altavoz, y que lo cerraran silenciaba todas aquellas voces. Esta situación enseguida me hizo pensar en la Mary Beard. Por si no la tiene ubicada, es una mujer brillante: es catedrática de clásicas en la Universidad de Cambridge, una gran especialista en el mundo antiguo y una intelectual británica muy reconocida, que hace un trabajo de divulgación maravillosa de la historia clásica. En 2017, Arcadia publicó La voz y el poder de las mujeres (trad. Anna Llisterri), que recoge dos conferencias suyas. Ambas son muy interesantes, pero quiero referirme a la primera, La voz pública de las mujeres. El texto se abre, explica, con "el primer ejemplo de un hombre que dice a una mujer que «calle» porque su voz no debe oírse en público". El hombre es Telémaco, y la mujer, Penélope, su madre. Estamos al principio delOdisea y, en traducción de Carles Riba, una de las cosas que dice Telémaco es que "lo de hablar será cosa de los hombres". Este momento es importante para Beard, quien nos explica cómo, efectivamente, en la antigüedad griega y romana se excluía, y con orgullo, a las mujeres del discurso público.

La autora, a lo largo de su texto, se pregunta qué conexión existe entre este primer momento "homérico" y la dificultad para oír las voces de las mujeres a lo largo del tiempo, llegando hasta la actualidad. Beard es rigurosa, se niega a reducirlo todo "al simple diagnóstico de misoginia", y hace una reflexión muy interesante de la evolución de la voz pública femenina (¡también en las redes!). En su texto desfilan figuras clásicas como Filomela, a quien cortaron la lengua para que no pudiera denunciar a su violador (no funcionó: tejió el ataque), pero también pone ejemplos más contemporáneos, como los textos de Henry James, que consideraba una auténtica amenaza de que las mujeres hablaran, o el caso de Margaret Thatcher, que parece intentar desarrollar una voz más grave, más masculina, para transmitir más poder. El libro tiene un tono muy divulgativo y tiene momentos divertidos, como cuando reproduce este chiste, que me tiene el corazón robado: "Es una sugerencia excelente, señorita Triggs. Quizás alguno de los hombres presentes quisiera hacerlo".

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