Literatura

Qué tan horrible es convertirse en madre

'Mi trabajo', de Olga Ravn, es el retrato crudo del esfuerzo y la alienación que supone para una mujer convertirse en madre

Lo que me hubiera gustado saber de la maternidad
25/11/2025
3 min
  • Olga Ravn
  • Editorial Anagrama
  • Traducción de Maria Rosich
  • 396 páginas / 23,90 euros

Si hace años nos lamentábamos de la ausencia casi absoluta de libros que hablaran de asuntos exclusivamente femeninos como la maternidad, la menstruación, el luto perinatal o la menopausia, ahora, como quien dice, podemos quejarnos de todo lo contrario, porque allí donde mires hay una docena que habla de ello. Digo esto por provocar, evidentemente, porque "feminizar" la literatura era absolutamente necesario.

Sobre la experiencia de ser madre, la temática que domina todas y cada una de las páginas de Mi trabajo de Olga Ravn (Copenhague, 1986), abrió la veda Maternidad y creación, la valiosa recopilación de textos de referencia de una veintena de autoras –de Adrienne Rich a Annie Ernaux– que Alba Editorial publicó en 2007. Hoy contamos con una esplendorosa cosecha de narrativa, poesía, ensayo y teatro, con ejemplos como Las madres no de Katixa Agirre, La historia de los vertebrados de Mar García Puig, Ameba de Anna Gual y Lengua madre de Lola Arias.

Después de sorprender con la distopía sobre el mundo laboral La plantilla, Ravn se adentra en la aventura no menos fantástica de la maternidad, que por muy terrenal que sea, según la mires es paranormal. En Mi trabajo no se trata de redefinir el rol materno, salvando la distancia que existe entre las madres de ayer y las madres de hoy, ni tampoco de glorificar la creación de vida como milagro. Más bien, esta novela es el crudo retrato del esfuerzo y la alienación que supone para una mujer convertirse en madre y, encima, tomar conciencia de que lo será para siempre. "Qué tan horrible es convertirse en madre –escribe la autora—. Es como despertarse de un sueño dulce en el que los hombres y las mujeres son iguales".

Un día a día agotador

Porque en la raíz de esta tarea absorbente y tiránica que es cuidar a un bebé que irrumpe en una casa de un día a otro está el yugo biológico que ata a las madres a las criaturas, a una distancia sideral del yugo que les ata a los padres. Anna, la protagonista de esta novela, que es escritora, sufre ya en el embarazo el miedo a no estar a la altura. Llega, pues, al parto –descrito aquí con precisión quirúrgica– con ese runrún en la cabeza. Y el nacimiento de la criatura confirma todos sus temores, a los que debemos añadir que deja de ser ella para ser otra: "El niño, que hasta entonces había formado parte de su cuerpo, ya no está, pero sigue dentro de su conciencia". Entonces entiende "que no podía ser ni con el niño ni sin él y al mismo tiempo seguir siendo Anna".

Al relato del día a día agotador debemos sumar un elemento más. La frustración de la protagonista de no poder escribir y la necesidad de hacerlo. A ella le pasa un poco como Alice Walker –la autora deEl color púrpura–, que cuando fue madre estuvo un año "sin escribir nada que no sonara como si de fondo hubiera un niño llorando". Y se pregunta: "¿Por qué no puedo deshacerme de la idea de que escribir sobre la maternidad es vergonzoso, cuando sé que crear una vida donde no había, crear carne donde no había carne, es una de las cosas más radicales e increíbles que se pueden hacer?"

Alejándose de la forma decimonónica de narrar, de la que largamente hemos renegado y que quizás añoraremos pronto, la autora mezcla narrativa y poesía, cartas y reflexiones, así como entradas de diario. Diferentes lenguajes para abordar la misma cuestión y mostrar así la complejidad de algo aparentemente tan corriente. Porque aunque todas las maternidades tienen en común el dolor del parto, la leche, la orina, la caca, la falta de sueño..., cada maternidad es única en función de la cruel ecuación que resulta de la combinación de realidad y expectativas.

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