No hemos podido despedirnos como él quería. Nos había citado el sábado a los amigos en su casa de Gelida para el último adiós. Ha quedado pendiente un abrazo, una última palabra de confort: la que tenías que darnos tú a nosotros. Te vas con la mirada chispeante, habiendo saboreado la vida hasta el último aliento.
¡Levantamos una copa de vino por ti, Álex! Por tu elegancia de raíz novecentista, por tu esnobismo amistoso y casero, por tu cóctel personal de letras, pintura y música propio de un clásico contemporáneo. Has sido un señor eternamente joven. Has probado el frágil poder de la cultura. Has puesto pasión, saber, razones y convencimiento en cada elección literaria, en cada pintura apadrinada, en los poemarios y los dietarios, en los paisajes y las ciudades, del Berguedà al Matarraña y Menorca, de Barcelona a Venecia. Has amado, ayudado, alentado y acompañado muchas vocaciones. Tu vocación creadora ha consistido en andar camino en compañía. Has escarbado adentro de la cultura catalana para proyectarnos hacia fuera. Has sido un puente interior entre idiomas, disciplinas e ideologías. Pujolista y maragalliano.
Elitista civilizado y nacionalista cosmopolita, has tenido un gran empuje cultural, nos has elevado. Has ido por delante. La caída de tono del país de los últimos tiempos te ha herido. Nos dejas escrita tu pulsión íntima y tu curiosidad universal. Tu legado es el del trabajo bien hecho y el de la ambición culta. Quedamos un poco huérfanos y tristes. Te vas demasiado temprano, con demasiados proyectos hirviendo en la cabeza. En paz descanses, amic e amat.