Literatura

Cómo mirar el arte sin prejuicios

En 'No pienses, mira', Mercè Ibarz propone enfrentarse a la creación artística sin pantallas ni intermediarios

01. La obra Oratorio, de Paula Rego. 02. Paula Rego en una imagen de archivo.
2 min
  • Mercedes Ibarz
  • Anagrama
  • 106 páginas / 11,90 euros

En la portada de Cuentos urbanos, de Mercè Ibarz (Saidí, 1954) –que reseñé aquí–, hay una obra de la artista sueca Hilma af Klint, pionera de la abstracción que se avanzó en Mondrian y en Kandinski, pero de la que no supimos nada hasta finales de los años 80, casi medio siglo después de que nos dejara. Los caminos del arte son inescrutables, pero el de Ibarz empezó en forma de revelación con una diapositiva de Matisse a los quince años, cuando aún no había pisado un museo y no sabía de arte ni un borrador. Desde entonces, el arte le ha acompañado siempre y ha sido profesora de comunicación audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra. Ya alejada de la docencia, ha querido darnos algunas pistas sobre cómo mirar el arte en uno de esos Cuadernos Anagrama que, como otros volúmenes de la colección, es una pequeña joya. El título, No pienses, mira, lo ha tomado de Wittgenstein, raro entre los raros.

"Estas páginas son una invitación a mirar sin pantallas ni intermediarios. Y por encima de todo, tanto si miramos el original como la traducción que es toda reproducción, son un convite a mirar la obra de arte como la primera vez que ves a alguien". Se trata de mirar, sobre todo, huyendo de los condicionantes: "Los orígenes sociales y la formación, el mercado, los museos, los historiadores, la crítica, los centros de formación de artistas, los coleccionistas, las revistas de arte y los magacines de moda, las redes, la secta influenciadora, los comisarios de exposiciones". La autora reclama una mirada virgen y libre de prejuicios, porque a menudo lo importante no es lo que se mira sino el lugar desde el que se mira. "Poder distinguir entre divulgación y promoción, poder mirar de tú a tú, poder interpretar a través del libre examen".

Cómo mirar es claramente el eje motriz de este breve ensayo, pero el sustrato es la propia experiencia de la autora. Sabemos de sus amores artísticos: Cartier-Bresson, Feliu Elias, Paula Rego, Maruja Mallo, Miró, Ángeles Santos y, por supuesto, Hilma af Klint... Sabemos de su reivindicación de los modernistas y novecentistas catalanes. También que en 1990 el centenario de la muerte de Van Gogh le pareció la cosa más espuria del mundo. Fue entonces cuando entendió que ignorar los intereses crematísticos de las operaciones artísticas no tenía sentido. Asimismo, Ibarz nos habla de los museos públicos y de las exposiciones como relatos de no ficción. Y se lamenta del desprestigio de la cultura en la actualidad, fruto de la cultura de masas, que le ha convertido en mero ocio.

He sido mucho fan de las crónicas culturales que en los últimos años la escritora Mercè Ibarz ha publicado asiduamente en El País. Este libreto es una continuación natural de aquellos artículos, que proponían un paso de tuerca en este mundo paralelo de la cultura a menudo demasiado pautado. Duchamp, que jugaba en Cadaqués al ajedrez con Rosa Regàs, decía que la posteridad de una obra de arte está en manos de los espectadores. Somos nosotros que decidimos qué perdura y qué arde en el fuego de la amnesia colectiva. También somos nosotros los que decidimos cómo mirar.

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