Cuando el nacionalismo se alía con las ideas totalitarias
BarcelonaLos movimientos fascistas del siglo XX demostraron sobradamente que un movimiento totalitario no necesita ninguna ideología y apenas un programa: le basta unas cuantas consignas, unos eslóganes eficaces —“Un pueblo, una nación, un líder”, “Sangre y tierra”—, nuevas banderas, grandes concentraciones de masas, himnos enfáticos... y todo el poder en la mano. Cómo explicó muy bien Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo, poseer una ideología, un cuerpo organizado de ideas entrelazadas y subordinadas entre sí, estorba más que servicio a un dictador, que debe poder cambiar las frases hechas y los eslóganes cuando le parezca bien, sin tener que incurrir en ninguna contradicción con una ideología.
Mussolini podía sentirse amparado por las ideas de Giovanni Gentile y D'Annunzio, pero si no hubieran existido, nada hubiera pasado. Franco se desembarazó de las ideas de José Antonio, porque acabaron engañándole.
Cuando se estudia el movimiento nacionalsocialista alemán siempre aparecen las ideas de Gobineau (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas), las de Nietzsche y su malinterpretado “superhombre”, las de Wagner —las mejor explotadas por el dictador en la medida en que ensalzaban los mitos “fundacionales” del Imperio en la Edad Media—, las más cercanas a Hitler de 'Oswald Spengler (La decadencia de Occidente), o las del yerno de Wagner, Houston Stewart Chamberlain, autor de un libro, Los cimientos del siglo XIX, que se encuentra lleno de tesis muy próximas a las de Hitler, pero que a éste le resultaban demasiado refistoladas, y que ni siquiera debía leer: Mein Kampf era más que suficiente para sentar las bases de un movimiento nacional-totalitario que acabó dominando la escena alemana por expresa voluntad del pueblo y desgarro del presidente Von Hindenburg, quien, de paso, murió enseguida y dejó el terreno libre a un sucesor con el título de Führer (guía). Con todas las simplificaciones que se encuentran en el libro de Hitler, que se vendió a gavadales, había más que suficiente.
Es lo que ocurre cuando el nacionalismo se alía con las ideas totalitarias, algo que a nosotros, a poco que seamos capaces de distinguir el grano de la paja, no nos va a pasar. Pero habrá que estar alerta. En Europa han tomado forma unas iniciativas políticas con muy poca ideología y menos moralidad, pero cargadas de exabruptos y exaltaciones que pueden estropearlo todo.