

BarcelonaEl pasado miércoles era San José y, aparte de pensar en la quema, también me vinieron a la cabeza, claro, mi padre y todos los padres, aunque últimamente no he tenido que hacer ningún esfuerzo por pensar en ello. Y no sólo por el marketing habitual del Día del Padre, que en mi casa nunca hemos celebrado como tal, sino porque tres libros que he leído (los tres, novedades) hacían referencia de entrada, de una u otra forma, a la figura paterna.
El primero me ha golpeado y me ha sorprendido. Se trata de Yo tengo una muerte pequeña, una antología profundamente triste, pero también bonita, que ha hecho la poeta Anna Gual y que publica Angle Editorial. Vado ha recopilado los textos de una cincuentena de poetas que han hablado sobre el duelo en las muertes gestacionales, neonatales y en la primera infancia. La pérdida de un niño la relacionamos sobre todo, y con razón, con las mujeres, que son las que más directamente sufren sus consecuencias. Pero en el libro también encontramos poemas de hombres porque, como explica la autora de la recopilación, "sólo aceptando la diversidad de perspectivas de algo tan trágico podremos capir la complejidad del duelo que acompaña a esta desgracia".
Así pues, en esta elección tan sensible encontramos versos de padres como Jordi Pere Cerdà, que narrando la experiencia de su mujer escribía: "Entre los muslos de tu madre / un río espeso / escurría en silencio / la gleba podrida, / atasco de tu grito". Lo mismo recoge recibe el nombre del verso de otro poeta, Vicent Andrés Estellés: "Yo tengo una Muerte pequeña / mía y bien mía sólo. / Como yo la nutro a ella, / ella me nutre igualmente. / Yo tengo una Muerte pequeña / que saca los pies de los pañales". Del libro me gusta la actitud de Anna Gual, que busca en la literatura un lugar desde el que afrontar el dolor, y ofrece este espacio a todas las personas que se encuentren en la misma situación. A veces, cuando estás jodido, piensas que nadie te entenderá nunca, y lees un libro donde te ves reflejado y te sientes acompañado y comprendido como pensabas que nunca podías oírte, y ese abrazo es el que ofrecen Gual y todo el resto de poetas de la recopilación.
Un padre más bien torturado
En el segundo libro, la experiencia del padre es más entrañable y más fácil, a pesar de sus mil y una forma de complicarse la vida. Hablo deEl futuro es una pequeña llama, escrito por el periodista Jordi Nopca y publicado por Proa. El protagonista es un hombre —bueno, mentira, es un erizo— que acaba de ser padre. Ésta es una de las tramas que encontramos en el libro, el nacimiento del pequeño y cómo afecta a la pareja, pero también se mezclan otras: la historia de un informático al que ciertas cabezas poderosas le piden que borre la información de unos ordenadores; la de un amigo que ha abierto una editorial y, paralelamente, tiene una plantación de maría en su casa; la historia de cómo ocupa el tiempo la erizo; el estado de salud del mismo protagonista…
La paternidad sobrevuela toda la novela que, claro, teniendo en cuenta todos estos dolores de cabeza, muestra a un padre más bien torturado (¿puede haber hombres torturados que no se conviertan en padres torturados?). Una de las reflexiones que más me gusta del libro es, justamente, cuando el progenitor reflexiona sobre la etapa en la que los bebés se comunican con el mundo a través de unas palabras que todavía no tienen forma ni sentido. Nopca escribe que ese pequeño erizo "es como una radio a medio sintonizar. Cualquier día encontrará la emisora que busca y empezará a charlar". Una comparación del lenguaje que encuentro muy acertada y tierna.
El tercer libro es La dulzura de vivir, una recopilación de cuentos de Joan Todó publicada por LaBreu. En los primeros dos relatos choco con dos padres muy diferentes: uno que no acepta el novio de su hija y que, por toda una serie de eventos que ya descubriréis si lee el libro, entra en contacto con un inmigrante que ha huido en patera de su casa y que debe ayudarle en su momento final; y uno sobre un hombre que no se mueve de la cocina, y su hijo va observando cómo acaba convirtiéndose en parte de la estancia. Este último sí que es más costumbrista, pero en general la recopilación no me parece que sea de tiempo aburridos y poco épicos, como leo en la contraportada (uno, de hecho, pasa en medio de la guerra), pero supongo que es esto lo que el autor de la Sénia nos quiere demostrar: que en todas partes donde quieren, no pueden encontrar como personas enfrente. Como dice el padre del primer cuento, y como bien saben todos los padres, por mucho que ésta no sea la imagen que tradicionalmente nos han dado de ellos: "Vivimos sobre una corteza fina".