La precariedad de Eva Baltasar y Victoria Szpunberg

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Un instante de 'El imperativo categórico', obra de Victoria Szpunberg

BarcelonaDesde hace algunas semanas, cuando las llevo en el bolsillo, acaricio las llaves de casa. Es culpa delEva Baltasar y un poco, también, de la Victoria Szpunberg, pero a la dramaturga la responsabilizo más de estarme planteando, muy en serio, de llevar un cuchillo en el bolso. Szpunberg es la autora y directora de El imperativo categórico, que se hace en el Teatre Lliure de Gràcia, ese montaje del que no queréis oír más maravillas si no tiene entradas. Debe saber, sin embargo, que Arola ha publicado su texto, que le recomiendo con entusiasmo. A mí me interpeló mucho, y enseguida sentí la obra como una especie de hermana deOcaso y fascinación, la última novela de Eva Baltasar. Seguramente, porque la intemperie las habita (nunca mejor dicho) ambas.

La protagonista de Baltasar, que no tiene nombre, se pregunta cuándo pasó de compartir piso con amigas a hacerlo con desconocidos; cuando dejó de tener ventana en la habitación. Acaban de echarla de la habitación que tenía realquilada, y tendrá que vivir algunos días en la calle. Clara G. de Szpunberg (¡una magnífica Ágata Roca, impresionante!) todavía tiene piso, pero hay que apresurarse a encontrar otro: un fondo buitre ha comprado el suyo, y no se puede permitir lo que ahora piden. Una putada, por decirlo claro, porque los precios son los que son (ambas obras pasan actualmente, en Barcelona) y su situación laboral es la que es: como profesora asociada de ética en la universidad, tiene un sueldo ridículo, y vive bajo la amenaza de que le quiten horas de clase, lo que hará que las posibilidades de sobrevivir económicamente desaparezcan por completo. La protagonista sin nombre trabaja algunas horas en una ludoteca, pero con contratos temporales y bajos.

La obligación de compartir piso para sobrevivir

Os explicaría que ambas están solas, pero quizá debería utilizar otra fórmula: Clara es "single". Así es como le llama un comercial que le enseña un piso. Se ve que si lo dices así es como si el estatus fuera otro. ¡Qué importantes, las palabras! A la protagonista de Baltasar, la salvan, y al obra de Szpunberg retratan situaciones, como cuando el propio agente inmobiliario habla de la gente que busca piso como "aspirantes", también utiliza la palabra "normales", y rápidamente aparecen los extranjeros, que no queda claro si forman parte de ésta categoría.En cualquier caso, ambas se encuentran solas, y ya les estaría bien, si no fuera porque esto lo hace todo más difícil: como dice Baltasar, "la ciudad es sanguinaria, fabrica solitarios y les obliga a convivir". una sociedad que prioriza al yo, pero a la hora de la verdad nos obliga a compartir para sobrevivir: vivir solo se está convirtiendo en un privilegio, Clara se va encontrando con diferentes hombres (su jefe, un médico, una cita de Tinder...) absurdos, mediocres, cretinos... La protagonista de Baltasar tiene algo más de suerte: Trudi, una mujer de labores, le enseñará su oficio, y eso la salvará (al menos, momentáneamente). Para Clara, lo más parecido a la salvación pasará por llevar un cuchillo de cocina, grande, en el bolso.

Qué habilidad, la de Baltasar y Szpunberg, para capturar la precariedad actual. El derecho a tener un techo, los expados, la invisibilidad de las mujeres a una determinada edad, los pensamientos oscuros, la desesperación... Sus protagonistas viven en un sistema estrecho y poco generoso, que las ahoga (¡hola, imperativo categórico!) y que reconocemos en nuestro día en día. Leerlas, verlas, reír, incluso con ellas, es una auténtica catarsis.

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