Literatura

¿Cuándo y cómo predijo Dostoyevski los algoritmos?

Xavier Duran se adentra en la fructífera relación entre literatura y ciencia en un ensayo que repasa más de 3.000 años de historia, con ejemplos como Homer, Mary Shelley, Víctor Català, Joan Margarit y Thomas Pynchon

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01/08/2025
8 min

BarcelonaEl día en que se hayan descubierto todas las leyes de la naturaleza que guían el comportamiento, el ser humano dejará de ser responsable de sus actos. Este es el temor que hizo que todo un clásico del siglo XIX como Fiodor Dostoievski –ingeniero de formación– cargara de forma contundente contra la racionalización en Memorias del subsuelo (en catalán, en Angle Editorial, traducida por Miquel Cabal). Publicada en 1864 en ruso, es una novela protagonizada por un funcionario frustrado y rabioso que se dedica a preparar venganzas imposibles y, al mismo tiempo, ofrece un áspero retrato de los retos de la época y de las perspectivas de futuro de una sociedad en crisis. Entre los méritos del libro de Dostoyevski se encuentra un apunte visionario: la predicción de los algoritmos que hoy deciden qué leemos, qué escuchamos o incluso con quien deberíamos tener relaciones sexoafectivas. En Memorias del subsuelo, Dostoievski temía que todos los actos humanos terminaran computados matemáticamente: "Todo estará calculado y establecido con tanta exactitud que en el mundo ya no habrá más acción y aventuras".

Éste es uno de los ejemplos que recoge 100 visiones literarias de la ciencia y la tecnología (Cosetania, 2025), recorrido por más de 3.000 años de historia que muestra los fructíferos –ya menudo insospechados– vínculos entre literatura y ciencias. Su autor, Xavier Duran (Barcelona, 1959), podría incluso formar parte del mismo, porque se ha dedicado desde hace décadas a divulgar la ciencia y la literatura. Licenciado en química y doctor en ciencias de la comunicación, debutó con El espíritu de la ciencia (3i4), premio Joan Fuster de ensayo 1990, y desde entonces ha publicado una treintena de libros, además de haber dirigido el programa El medio ambiente de TV3 entre 1999 y 2014. "Fue gracias a un ensayo que llegué, hace más de cuarenta años, a Las afinidades electivas de Goethe, una novela en la que el escritor alemán aplica el concepto de finales del siglo XVIII sobre la afinidad química a la afinidad entre parejas –recuerda–. A partir de ahí me pregunté si habría otros ejemplos, y me sorprendió tanto la calidad como la variedad de los que iba localizando”.

El escritor Xavier Duran.

Este trabajo cristalizó por primera vez en un capítulo de un libro colectivo, Entre el miedo y la esperanza (Proa, 2002), que mostraba algunos vínculos entre química y literatura. La ambición de Duran hizo que continuara trabajando en este campo –muy poco explorado tanto en Catalunya como en el resto del Estado, lamenta– y acabara publicando La ciencia en la literatura (Publicaciones de la Universidad de Barcelona, 2015), del que 100 visiones literarias de la ciencia y la tecnología es un hermano aún más goloso y asequible, porque permite adentrarse en las relaciones entre "ambas culturas", según la expresión popularizada por el químico y escritor CP Snow en una conferencia de 1959. "En los Países Catalanes, las dos culturas todavía están bastante separadas", opina Duran, que este año también ha publicado Al día siguiente de ayer (L'Albí, 2025), donde aborda cómo los avances científicos y la técnica determinan una relación de pareja que va cambiando de época. "Teniendo en cuenta que el catalán es una lengua minorizada, la cultura se ha centrado en construir una buena base literaria y no ha prestado tanta atención a la cultura científica. Aún así, se han hecho esfuerzos importantes para que el catalán tenga una terminología científica establecida. Y hay gente de letras que ha dedicado parte de su obra a explorar la ciencia, como ahora Núria Perpiñán", dice.

La proeza de Homer

La Ilíada ayudó a refutar la teoría de la generación espontánea

El recorrido del volumen arranca con Atra-Hasis, poema mitológico escrito entre 1850 y 1500 aC en Mesopotamia en lengua accadia, al igual que el Guilgamesh. "En ese momento, las enfermedades se veían todavía como un castigo de los dioses, aunque ya se había empezado a desarrollar una medicina más terrenal –recuerda el autor–. Fue en el Antiguo Egipto donde nació esta práctica en el sentido moderno. Se trataban fracturas, dislocaciones y problemas dentales y se practicaba la cirugía...". La primera mención de un tratamiento es del año 3533 a. C., cuando el faraón Sahura fue curado de una enfermedad en los orificios nasales.

La antigüedad clásica queda representada por Homero, con una crítica de la generación espontánea, y Lucrecio, que en De la naturaleza (en catalán a Laia, traducida por Miquel Dolç) se propone explicar, tan atrás como en el siglo I aC, los fenómenos "por la combinación y acción de los átomos y no por intervención de los dioses". El caso de Homer es aún más valioso, porque un poema épico datado del siglo VIII a. C. como la Ilíada (la última versión catalana es de Pau Sabaté para La Casa dels Clàssics) acabó "siendo una gran contribución a la ciencia desde la literatura". El fragmento en el que Aquiles pide a su madre, Thetis, que vele por el cadáver de su amigo Patroclo, "para evitar que las moscas críen gusanos" sobre las heridas del muerto y aceleren el proceso de putrefacción, hizo que casi 2.000 años después, en el siglo XVII, el médico Francesco Redi se preguntó gusanos que aparecían en cuerpos muertos surgían por generación espontánea, tal y como se creía hasta entonces, o más bien tenía que ver con los huevos que pudieran depositar las moscas. "La teoría de la generación espontánea recibió la estocada final en el siglo XIX, gracias a los trabajos del químico francés Louis Pasteur –añade Duran–. El proceso de refutación empezó gracias a la rigurosa descripción de Homer".

El doctor Frankenstein, a punto de dar vida a su criatura, en la adaptación cinrematográfica de James Whale de 1931.

Dos pioneras

Los casos de Margaret Cavendish y de Mary Shelley

Xavier Duran no esconde que la mayoría de las 100 visiones literarias de la ciencia y la tecnología han sido escritas por hombres. "Las mujeres han sufrido una discriminación histórica que les ha dificultado ocupar espacios tanto en la ciencia como en la literatura –comenta–. Además, algunas de las autoras presentes en el libro, como George Eliot y Víctor Català, tuvieron que utilizar pseudónimos masculinos".

La primera mujer que aparece en el volumen es Margaret Cavendish (1623-1673), que tuvo "el privilegio" de acceder a los círculos intelectuales y científicos de Inglaterra hasta el año 1997 como "no pudo visitar la Royal Society". 1945", dice Xavier Duran. También fue la primera mujer que firmó una utopía, El mundo resplandeciente (1666; en catalán en Duna Llibres, traducida por Anna Llisterri). La protagonista de la novela acaba por azar en territorio desconocido y sus habitantes la consideran una diosa. "Cavendish reflexiona en el libro sobre lo que se veía a través de telescopios y microscopios –comenta el autor–. Se pregunta si lo que muestran es la realidad en sí o una modificación".

Mary Shelley advirtió a los lectores "sobre los límites de la investigación científica" en Frankenstein o el moderno Prometeo (1818; la última edición catalana es de Viena, traducida por Xavier Zambrano). En la novela, el protagonista da vida a un cuerpo muerto y termina perdiendo el control de su creación. "Shelley estaba muy bien informada sobre los debates científicos de la época: su Frankenstein está influido por el galvanismo, según el cual una pequeña corriente eléctrica podía hacer contraer la pata de una rana muerta", explica Xavier Duran.

Ilustración de la nueva edición del 'Tirant lo Blanc'.

Los autores catalanes y la ciencia

La salud del 'Tirant', la Víctor Català más cinematográfica y los cálculos de estructuras de Joan Margarit

Uno de los aciertos de 100 visiones literarias de la ciencia y la tecnología es que integra más de una veintena de autores catalanes en la elección. Empieza con Tirando lo Blanco de Joanot Martorell, publicada en 1490: aunque el caballero tenga "una fortaleza extraordinaria y su cuerpo venza incluso heridas mortales, acaba siendo vencido por una neumonía", dice Xavier Duran, antes de recordar que en la novela hay algunas alusiones al ilustre médico romano Galé y que Carmesina asegura el más bien la caballería, es "la salud", porque "permite conservar la vida".

El libro muestra la relación de novelas cómo La fabricante (1904), de Dolors Monserdà, con el sector textil barcelonés, o la reivindicación del cine que Víctor Catalán hizo en Un filme (3.000 metros) (1921): para la autora, la novela era como "una película con toda su simplicidad, con toda la maraña, con todas las arbitrariedades, con todas las desmedidas... es decir, con todas las libertades que el género comporta". Xavier Duran no olvida que, si bien la gran novela sobre la tuberculosis sigue siendo La montaña mágica, de Thomas Mann –en catalán en Navona, traducida por Carme Gala–, Blai Bonet abordó esta misma enfermedad con acierto en El mar (1958) y también Joan Salvat-Papasseit en algunos de los poemas deOsa menor, aunque en la obra de Salvat también abunden referencias a máquinas e inventos, como ocurre en 54045, donde habla así del tranvía: "La dinamo turgente mueve a los príapes de fuego / en CIRCUMVALACIÓN / No he visto más majestad que en lo stylo de fuego / TROLLEY TROLLEY TROLLEY".

Sorprende la cantidad de poetas catalanes presentes entre los 20 últimos nombres de la antología de Xavier Duran: hay Gabriel Ferrater a partir de su pasión tardía por las matemáticas; Joan Margarit, que "comparó el cálculo de estructuras que hacía como arquitecto con la construcción del poema", y Rosa Fabregat, farmacéutica y poeta leridana que dedicó una novela entera a la reproducción asistida, Embrión humano ultracongelado núm. F-77 (Pórtico, 1984).

Un contenedor con muestras criogenizadas.

De James Joyce a los posmodernos

Las partículas elementales y la posibilidad de criogenizarnos

"Si la ciencia del siglo XX muestra que el universo es realmente complicado, James Joyce –como creador literario afectado por el signo del tiempo– intenta fabricar un universo artístico tan complejo como el físico". Xavier Duran recoge estas palabras de la catedrática de filología inglesa Carmen Pérez-Llantada para resumir la ambición y peculiaridad de las menciones científicas en elUlises y al Finnegans Wake. En esta última –que Adesiara publicará en catalán en otoño, traducida por Pol Vouillamoz–, habla de "teoría adómica", mezcla de la mención a Adam, primer hombre según la Biblia, y el átomo, e incluye la palabra quark en la frase "three quarks for Muster Mark!". En inglés, el quark describe el grito de las gaviotas y también significa "grallar como un pájaro". La palabra fue escogida por el físico Murray Gell-Mann para bautizar a una de las partículas elementales que se encuentran en el núcleo del átomo.

Joyce comparte los juegos lingüísticos y la experimentación formal con dos de los grandes autores posmodernos estadounidenses, todavía en activo, que aparecen en el libro de Xavier Duran. Son Thomas Pynchon y Don DeLillo. El primero estudió ingeniería física y trabajó como redactor técnico en la Boeing, experiencia que queda reflejada en novelas como V. (1963) y La subasta del lote 49 (1966); además, uno de los temas importantes de la compleja y divertida El arco iris de la gravedad (1973) "es el choque entre la física clásica y la moderna y su impacto intelectual en general", comenta Duran. DeLillo hace acto de presencia a través de una de sus novelas más emblemáticas, Ruido de fondo (1985), título que hace referencia a la tecnología ya los fármacos que los personajes han integrado en sus vidas: Dylar, por ejemplo, interactúa con los neurotransmisores que provocan el miedo a la muerte. La obsesión con la extinción por parte de DeLillo hizo que dedicara una de sus últimas novelas, Cero K (2016), a intentar responder a esta pregunta: ¿Es lícito criogenizar cuerpos humanos para intentar despertarlos más adelante, cuando los avances científicos lo permitan?

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