BarcelonaLo reconozco, éste es uno de los momentos que temo cuando presento un acto o cuando estoy entre el público. Seguro que se ha encontrado: se abre el turno de preguntas, y hay gente que lo aprovecha para hacer discursos que sólo tienen interés para ellos mismos, que se pone a contar su vida, y hay que hasta y todo ponen en duda al invitado. Una vez, un señor muy seguro de sí mismo se levantó para decirle a la socióloga Eva Illouz –una eminencia– que estaba absolutamente equivocada. El auditorio, lleno, tenía los ojos abiertos como naranjas ante la condescendencia que utilizó. (Por cierto, he podido constatar que, en un porcentaje muy alto, las personas que hacen esto son hombres: no es una opinión, es mi experiencia.)
Aparte de momentos como estos, me gusta la parte de las preguntas; siempre salen temas interesantes, que tú no te habías planteado. Sé que no es fácil, que cuesta mucho ponerse de pie y hablar delante de gente que no conoces, hacer una pregunta a alguien que admiras, pero, cuando estoy sobre el escenario, siempre intento animar a los asistentes: "Ahora el/la tenéis aquí, aproveche, que en casa le sabrá mal no haber levantado la mano". Lo digo por experiencia propia, porque más de una vez me he marchado de presentaciones con la pregunta en la punta de la lengua. ¿Por qué no lo he hecho? Básicamente, por si era una pregunta estúpida, que diría que es un miedo bastante compartido en estas situaciones. Hoy, quisiera deciros que no hay preguntas estúpidas: lo he aprendido delOliver Jeffers.
Si no sabe quién es, lo resumiré diciendo que es artista y un ilustrador estrella, famoso en todo el mundo. Cuando hacía libros supuestamente infantiles (supuestamente, porque los libros buenos son para todos y, si son malos, no se los da a los niños), en las colas de firmas los mayores de edad superaban de largo a las criaturas. Su último álbum está pensado para un público más adulto, y ahí vuelve a editarlo en catalán su editorial de referencia, la valenciana Andana. Después de lo que está pasando, a su editor, Ricard Peris, se le ponía la piel de gallina cuando me contaba que se titula Volver a empezar (trad. Anna Llisterri). Uf. Jeffers se plantea de dónde venimos, habla del origen de la civilización, y se pregunta hacia dónde vamos. Él mismo se cuestiona: ¿qué le da autoridad a él para enfrentarse a estos temas en un libro? Se responde deprisa: nada. Pero él tiene preguntas y cree que no hay preguntas estúpidas. Y si son preguntas estúpidas, le da igual, él se las hace en este libro, para buscar respuestas y para provocar algo en nosotros. Las preguntas giran en torno a dónde estamos y quiénes somos. Ve la belleza del mundo, pero también todo lo terrible que lo habita.
Volver a empezar, pero ¿cómo? Jeffers describe un planeta donde el "yo" es mucho más importante que el "nosotros", y se plantea si podríamos cambiarlo. "He llegado a ver que las personas somos todas, simplemente, una colección de narraciones: las que nos cuentan y las que explican sobre nosotros, pero sobre todo las que nosotros contamos, tanto a los demás como a nosotros mismos". ¿Y si intentamos cambiarlas? ¿Y si construyéramos otro relato? Jeffers, en su texto y sus ilustraciones (preciosas), está lleno de optimismo y esperanza. A veces puede parecer naïf, pero estoy segura de que le conmoverá. Este libro es la prueba de que las preguntas estúpidas, en su caso, pueden tener todo el sentido del mundo.