Literatura

Ramon Boixeda y la celebración complicada del existir

'Pols', con el que ha ganado el premio Ferrater, tiene dos agarres claros: el nacimiento de una hija y la vejez del padre del poeta, que le llevan a reflexionarse, a repensarse, existencialmente

Bebés en una maternidad.
14/11/2025
3 min
  • Ramon Boixeda
  • Ediciones 62
  • 80 páginas / 17,50 euros

El nuevo libro de Ramon Boixeda (Sant Julià de Vilatorta, 1981) no es poesía religiosa ni mística, pero se mueve por las coordenadas establecidas por el Génesis, entre la manzana del pecado original y el polvo –"Polvo eras y en polvo te convertirás"– de la expulsión del Paraíso. En este sentido, Boixeda escribe sobre el nacimiento, la muerte y la vida –esforzada, preciosa, perpleja, incomprensible– que hay en medio. Pulso, premio de poesía Sant Cugat en la memoria de Gabriel Ferrater, hace pensar en una frase de Saul Bellow que dice: "La existencia es el trabajo".

Boixeda será uno de los poetas más conceptualmente densos de la literatura catalana actual. Quiero decir que detrás de sus versos, compactos, trabajados al milímetro según patrones métricos diversos –decasílabos, alejandrinos, heptasílabos, pentasílabos...–, siempre hay interpretaciones de la vida y del mundo, cosas tangibles, experiencias reconocibles. Sus poemas no son nunca muros más o menos llamativos o estridentes de palabras y de imágenes, sino que dan forma a reflexiones inteligibles y expresan estados de ánimo a veces elusivos pero siempre definibles. Si la poesía de Boixeda fuera arte plástico, sería como aquellas pinturas que a simple vista parecen abstractas y después ves que son de un figurativismo denso pero perfilado.

Más filosófico y simbólico que realista

Temáticamente, Pulso tiene dos agarraderos claros: el nacimiento de una hija y la vejez del padre, que llevan al autor a reflexionarse, a repensarse, existencialmente. Estamos lejos, en cualquier caso, de la poesía de la experiencia, de la simple ilustración verbal –literal y unívoca– de unos hechos o de unas emociones. Más filosófico y simbólico que realista, el libro de Boixeda tiene una corriente subterránea de enrevesado vitalismo, un punto torturado y un punto foteta. Este vitalismo, más programático y autoconsciente que sentido y disfrutado, deriva en una celebración más del existir que de la existencia: "Vivimos ya en el paraíso en cada instante, / si lo soportamos, y al mismo tiempo en cada instante / el paraíso se aparta, que nos hace sitio. / Quizás es así como dice, el paraíso, / que cada instante". La celebración es más meditativa que eufórica, más un tanteo o un afán indagador que una estallante y expansiva celebración. El poeta celebra su plenitud mientras constata su insuficiencia e incompleta.

En Pulso, Boixeda hace referencia a otros muchos poetas, o retoma versos, modos, motivos y dicciones: Andreu Vidal, Paul Celan, Omar Khayyam, Sandro Penna, Leopoldo María Panero, Riba, Dante, Pavese... Esquiva siempre el culturalismo exhibicionista o gratuito, sin embargo. Una muestra de ello es el final del poema Hija, año cero, que termina con un "bueno, ya lo encontraremos" que viene directamente de un poema de Philip Larkin, con la particularidad (brillante) de que el poema larkiniano se titula Los viejos idiotas y habla del horror de la decrepitud y de la muerte inminente, mientras que el de Boixeda habla de un bebé y del amor y de la vida que comienza.

La poesía de Boixeda es todo lo contrario de aquella poesía hecha a base de petardos retóricos arbitrarios, que busca la truculencia porque la sustancia se le escapa, demasiado gratuita para ser significativa, demasiado imprecisa para ser expresiva. Todo está meticulosamente calculado, todo tiene poso y todo está sedimentado aquí. Es significativo, por ejemplo, que la galaxia semántica del libro sea casi tópica –quiero decir que abundan palabras como luz, silencio, crepúsculo, corazón, lluvia, herida– y que Boixeda sea capaz de desrutinizarlo todo, reactivarlo expresivamente y hacer poemas buenos y personales.

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