Literatura

El regreso de un Jesús purísimo, pansexual y revelador

Theodore Sturgeon recrea y renueva en 'Cosdiví' la narración más fantástica de la historia de la humanidad, la del monstruo más maravilloso, la del extraterrestre más influyente: Jesucristo

Jesús, pintado por Georg Hansen a principios del siglo XX en la iglesia de Hässleholm
23/10/2025
3 min
  • Theodore Sturgeon
  • Malas hierbas
  • Traducción de Josep Sampere Martí
  • 188 páginas / 20,90 euros

Theodore Sturgeon (1918-1985) fue un escritor estadounidense de ciencia ficción, horror y fantasía. Siempre con un éxito comercial escaso, aunque fue guionista de la serie Star Trek y dos de sus cuentos fueron adaptados para la mítica serie La dimensión desconocida, Sturgeon contó con un séquito de lectores fieles y con algunos admiradores de renombre, como Kurt Vonnegut y Ray Bradbury. Murió en relativa oscuridad, después de muchos años sin apenas publicar. Un año después de su muerte, vio la luz la novela en la que había estado trabajando durante más de una década, Cosdivino, ahora aparecida en catalán en Males Herbes en una buena traducción de Josep Sampere Martí.

Cosdivino no se mueve por las coordenadas de ninguno de los tres géneros en los que Sturgeon se especializó. Sin embargo, hay algo –una atmósfera inaudita, un tono de perplejidad maravillada– que sí es propia de la fantasía, del horror y de la ciencia ficción. Esto es así porque, más allá de la concepción moderna y popular que los lectores actuales tenemos de estos tres géneros, Sturgeon recrea y renueva en Cosdivino la narración más fantástica de la historia de la humanidad, la del monstruo más maravilloso, la del extraterrestre más influyente: Jesucristo.

Reconectar con la vida verdadera

Ambientada en un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra, en el corazón fundacional y puritano de Estados Unidos de América, la novela cuenta el impacto que tiene en toda una galería de personajes dispares –un pastor bondadoso y diligente, su esposa leal, una ermitana esplendorosa y herida, una mujer traumatizada por una violación, un seductor violento y sin seductor violento y sin... Cosdivino, que con su pura presencia les enseña a relacionarse más libremente con los demás, consigo mismos y con sus cuerpos. Es decir, los libera hacia el placer sexual y hacia el generoso y pletórico amor.

La forma en que Sturgeon conjuga el paganismo y el cristianismo primitivo para crear su mesías es arriesgada, pero le sale muy bien. En el capítulo inicial, cuando en un día de principios de primavera el pastor Dan Currier se encuentra con Cosdiví en medio del bosque, el lector siente que asiste al encuentro entre un cristiano íntegro y una especie de encarnación neopagana. La sensación se hace más fuerte al comprobar que, para el pastor, el encuentro supone una reconexión con la vida verdadera, no coartada por la estricta moral, por la represión sexual y por las maquinaciones viles de la maldad. El lector se da cuenta de que Sturgeon es un escritor de primera por la expresividad cromática con la que carga la prosa –"en ese universo verde sólo Cosdiví era rojo, sólo él era rojos"– y por el erotismo emocionado y prodigiosamente extático que lo desborda todo cuando el pastor llega a casa y hace el amor con la amor.

Si bien al principio Sturgeon hace que Cosdiví remita al dios Pan, poco a poco va haciendo que se parezca más a un Jesús casi panteísta, a la vez purísimo y pansexual, que ilumina a los justos y redime a los malvados (los que desean ser redimidos). En este sentido, desde un punto de vista de la historia de la literatura, se puede leer esta preciosidad póstuma de Theodore Sturgeon como una aportación culminante, revolucionariamente paleocristiana y contestatariamente hedonista, a la torturada tradición literaria de raíz puritana que Nathaniel Hawthorne inauguró a mediados del siglo.

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