Reivindicar la palabra 'dictadura'
Barcelona"No tengo ni idea. Que muriera Franco me la llevaba floja, laxa y pendulante. Debía morir de una forma u otra". He aquí la respuesta de Raimon, el miércoles, a la pregunta de Helena Garcia Melero en el Todo se mueve, sobre qué hacía cuando murió Franco. No fue el único momento que hizo reír a los espectadores, y eso que hablaba de la censura en tiempos de dictadura. Pero, en realidad, supongo que ya es eso: tan absurdo como era, sale humor. La escritora y guionista Anna Manso, que estaba en el plató, le preguntó qué diría a los jóvenes que minimizan lo que representaron la dictadura y el franquismo, y Raimon respondió que, a los padres, poco les harán –tampoco nosotros les hacíamos caso, dijo, cuando éramos jóvenes–. Por eso, proponía que se explicase bien en las escuelas, "donde aprenden". Yo estaba, en la tele, para hablar del último libro de Mercè Ibarz, Una chica en la ciudad (Anagrama), una crónica de su llegada a Barcelona (ella es de Saidí), con diecisiete años. Las palabras de Raimon me llevaron a un fragmento del libro donde me parece que Ibarz dice algo importante: "Con frecuencia me pido cómo es que la palabra dictadura se ha oído y se ha escrito tan poco a lo largo de estos años desde entonces. Decimos y escribimos posguerra, franquismo, el régimen, pero dictadura no mucho. El vacío de esta no palabra se ha introducido durante décadas en el periodismo y en la literatura misma. Como si fuese una palabra generacional que no correspondiera a los nacidos a partir de los años setenta. Pues sí que vayamos bien. Qué significará eso. ¿No vale la pena ni pensar en ello?" Seguro que sí, que vale la pena pensar en ello. Una vez más, la importancia de decir las cosas por su nombre, de utilizar palabras que tienen contenidos "llenos" y con un sentido claro.
Hace pocos días, leía que la palabra catalana preferida de los lectores del ARA es susurrar. Me gustó mucho una de las explicaciones de la elección que hacía el jefe de lingüistas del diario, Pau Domènech: considera que es posible que optamos por palabras que quieren decir cosas bonitas. Ciertamente, nadie esperaba encontrar guerra o masacre en el ranking, son palabras que pesan. También dictadura, pero más motivo para utilizarla para describir lo ocurrido. Si utilizamos palabras como régimen o posguerra, no estamos siendo fieles a lo ocurrido, quedan cortas, y el valor de las palabras que elegimos puede ser determinante. De vez en cuando pienso en la escritora belga Amélie Nothomb. Algunos lectores se sorprenden por el vocabulario que utiliza, a veces palabras bastante desconocidas. Para ella ser precisa es importante, siempre lo explica. Si hay una palabra perfecta para definir o explicar algo, ¿por qué no utilizarlo? ¿Por qué no darle valor? Es lo que hace Ibarz en el libro, que me permito recomendarles con entusiasmo. Les he hablado a partir de este fragmento sobre la palabra dictadura, que no es anecdótico porque la dictadura está presente en la crónica, habla de los años setenta y ochenta, pero va mucho más allá de eso. Me ha parecido luminoso, y eso que parte de la muerte de su marido. Está lleno de amor, y de esa ilusión del descubrimiento de un lugar nuevo. Los lugares son importantes, lo he leído como una celebración de Barcelona, y la música y el cine de esa época son recurrentes. Está lleno de reflexiones sobre la amistad y la memoria, que acompañan a lo que me han parecido las ganas de vivir, de salir adelante, de la autora. O, como dice en un pasaje del libro citando a Nathan Coley, de seguir cultivando su jardín.