Conesa, el policía infiltrado que derribó al Partido Comunista
'Falsos camaradas' explica la operación policial que acabó con más de 2.000 detenciones en 1947
BarcelonaEn 1947 el Partido Comunista de España (PCE) recibió un golpe demoledor. Ese año la policía realizó 2.000 detenciones, 46 personas fueron condenadas a muerte y los supervivientes sumaron un total de 1.744 años de cárcel. Detrás del golpe estaba un policía, célebre por sus habilidades como infiltrado, como él mismo reconocía: Roberto Conesa (Madrid, 1917-1994). El PCE quedó deshecho, pero no desapareció del todo. "Conesa nunca detenía a todo el mundo, siempre dejaba alguna cabeza para atar para que se volvieran a reorganizar y así siempre podía volver a cobrar una recompensa. Él decía que era como cortar la cola en la lagartija", dice el historiador Fernando Hernández Sánchez, autor de Falsos camaradas. Un episodio de la guerra antipartisana en España, 1947 (Crítica).
Una forma de estimular a los agentes eran las recompensas, que podían llegar a ser muy jugosas. A modo de ejemplo, entre 1944 y 1958 Conesa, con un sueldo anual de 7.200 pesetas, cobró 5.350 en concepto de premios. Recibió muchas recompensas, porque se infiltró bastante a menudo: en 1939 en la organización comunista en Madrid, en las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña, en el comité provisional del Partido Comunista de Zaragoza... Uno de los primeros trabajos que tuvo como policía fue en la inmediata posguerra. Fue uno de los responsables de la operación que acabó con la detención de trece militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas: las tristemente célebres Trece Roses que fueron fusiladas. Hernández Sánchez pudo consultar los archivos del PCE y también las más de 800 páginas del expediente de Conesa, que se abrió al público en el 2019, cuando se cumplieron 25 años de la muerte del policía. A partir de toda esa información ha podido reconstruir la operación contra el Partido Comunista.
Las habilidades de Conesa
"Había dos formas de derribar una organización clandestina. Una era conseguir que alguien delatase a los compañeros y la otra era preparar agentes para que aprendieran el lenguaje y la cultura política de la organización y se infiltraran. Conesa prefería tener delatores. Era un torturador y era especialmente hábil para convencer alguien de dentro que trabajara para él –explica Hernández–. Creo que tendría alguna psicopatología. Eva Forest explicaba que durante el interrogatorio le dio un puñetazo muy fuerte en la barriga y luego se puso de rodillas y le pidió perdón. Le dijo que le amaba porque sabía que era una desgraciada y que su marido, el dramaturgo Alfonso Sastre, le engañaba. Conesa le dijo que le mataría a disgustos y que la condenarían por haberle matado. Luego el policía se puso la pistola en la cabeza. A Forest la torturaron durante nueve días", detalla el autor.
Conesa se infiltró en el PCE en 1947. Se convirtió en el tipógrafo de Mundo Obrero. Era, con toda la intención, bastante torpe: cometía errores, retrasaba tanto como podía la aparición de cada número e insistía en reunir a todos los responsables del partido para despejar dudas y así poder cazarlos. Consiguió que le pasaran información miembros de la delegación del Comité Central que, hasta entonces, habían gozado de la máxima confianza de la dirección. A veces utilizaba sus puntos débiles. Podía ser alguna enfermedad grave que requiriera medicación, la desesperación por conservar la propia vida o la de alguien a quien se quería, el miedo y la angustia después de años de prisión y torturas...
el PCE era bastante vulnerable. "Había una paranoia interna. Santiago Carrillo se hizo cargo de la dirección del partido en España y sustituyó a dirigentes que llevaban años luchando y formando parte de la resistencia antifranquista, al considerar que estaban contaminantes, por personas más jóvenes y con poca experiencia. Eran más disciplinados y más obedientes, pero quizás más vulnerables ante las torturas y las presiones policiales", destaca Hernández. Tras todas las detenciones y ejecuciones, el PCE empezó una travesía por el desierto que duraría más de diez años.
Conesa siguió trabajando durante la democracia e, incluso, tuvo sus momentos de gloria.Durante la Transición el policía se ocupó de resolver los secuestros de Antonio María de Oriol y Urquijo y Emilio Villaescusa Quilis que llevaron a cabo los Grapo: La prensa le bautizó como "supercomisario Conesa", así lo describía el diario católico Ya: "Un hombre de mirada aguda y penetrante, buen hombre pero firme. Su vida es un ejemplo de dedicación y vocación". Jorge Semprún, en Autobiografía de Federico Sánchez, tenía otra versión: "La policía franquista, la policía de Conesa (capaz únicamente de trabajar a base de confidentes y de palizas), era una mierda, digámoslo claro."