Buenas intenciones (y algo más) para abrir la temporada de L'Auditori

Poco a poco, vamos abriendo temporadas. Y la de L'Auditori arrancaba este fin de semana con una OBC amparada por la nueva dirección artística de la casa encabezada por Víctor Medem, pero preparada por el anterior equipo. El programa inaugural puede leerse como cargado de buenas intenciones, aunque sobre el papel se puede decir que la cosa va un poco más allá, empezando por la elección del repertorio, con la apertura de Sestri de Domènec Terradellas, La muerte de Cleopatra de Berlioz y la sempiterna Novena de Beethoven.

La pieza de Terradellas sonó sin pena ni gloria bajo la batuta de un Ludovic Morlot que parecía querer ir al trabajo antes de la cantata de Berlioz (cuyo título correcto debería ser Cleopatra), dirigida con conocimiento de causa y que resultó el más exitoso de la velada. La soprano libanesa-canadiense Joyce El-Khoury responde al modelo de soprano lírico-dramática (o halcon) muy adecuada para este repertorio, aunque con algunos agudos tirantes. Con ganas, eso sí, de oírla entre nosotros en papeles escenificados.

Buenas intenciones las de la programación de la sinfonía de Beethoven: puede sonar a tópico, pero en tiempos como los que vivimos —empapados de violencia y de tensiones prebélicas (o directamente bélicas)— las palabras del poema de Friedrich Schiller con el que culmina el cuarto movimiento resultan adecuados. No hace falta ser ingenuo para pensar que el canto de gozo y de paz, subrayado por la maravillosa música del compositor de Bonn, no sirve para nada en un mundo convulso como el nuestro. Pero es cuando menos reconfortante pensar que durante cincuenta minutos se pudo pensar en la posibilidad de un presente mucho mejor de lo que tenemos y en lo que ya pensaban Schiller y Beethoven. Un buen acicate en el contexto de un concierto celebrado con las movilizaciones ciudadanas en la calle en pro del fin del genocidio en Gaza.

Artísticamente, quizás se hubiera podido apostar más por el talento de casa a la hora de escoger a los solistas de la sinfonía, porque la cantera escogida alcanzó un nivel notable, pero sin excelencias destacables entre las voces de la citada El-Khoury, de la mezzo valenciana Silvia Tro-Santafé, del tenor mexicano Tines.

Papel desigual el del Orfeó Català ante una página que sus miembros tienen archipresa pero que interpretan con un entusiasmo y una implicación que transmiten con convicción. Sin embargo, no hubo mucha homogeneidad: bien las cuerdas masculinas, desiguales las femeninas. La dirección de Ludovic Morlot no siempre logró la cuadratura de los planos sonoros y se escuchó más de un pasaje descuadrado. Complicidad de una correcta OBC, con secciones más engrasadas que otras a inicios de temporada.