Una mariposa demasiado conocida
Vuelve al Liceo la producción de 'Madama Butterfly' del binomio Caurier-Leiser
- Música: Giacomo Puccini
- Libreto: Giuseppe Giacosa y Luigi Illica
- Dirección escénica: Moshe Leiser y Patrice Caurier
- Dirección musical: Paolo Bortolameolli
- Intérpretes: Sonya Yoncheva, Matthew Polenzani, Annalisa Stroppa, Montserrat Serón, Lucas Meachem, Juan Noval Moro, Carlos Cosías, David Lagares, Lucas Groppo, Miguel Rosales, Plamen Papazikov, Dimitar Darlev, Helena Zaborowska, Alexandra Zabala, Mariel Font López, Raquel Lucena y Aina Martín
Recientemente, Acantilado ha publicado la traducción del ensayo El "problema" Puccini de la musicóloga Alexandra Wilson. Hace un exhaustivo repaso de la recepción de las óperas de Giacomo Puccini, de quien celebramos este año el centenario de la muerte. Rechazado por la crítica y aceptado por el gran público, el compositor italiano sigue siendo de los más programados, pese a las reticencias de determinados sectores que todavía le ven como un músico demasiado fácil, tras los dramas románticos de Verdi y en contraposición con la compleja épica wagneriana . Pero lo cierto es que Madama Butterfly, que fue un fracaso cuando se estrenó en Milán en 1904, sigue mariposando por doquier. Una ópera sobre la que en su momento el crítico musical Luigi Alberto Villanis dijo —con palabras recuperadas por Wilson—: "La flácida virilidad de nuestra época prefiere los encantos de las puntas de almohada y la seda a la vivificante llamada de las pasiones fuertes". Por suerte, el paso del tiempo no ha dado la razón a Villanis y al resto de críticos que lapidaron la sexta ópera de Puccini.
Esta temporada, el Liceu ha programado de nuevo una producción de Madama Butterfly, que por cuarta vez sube al escenario del teatro de la Rambla. La dirección teatral del binomio formado por Moshe Leiser y Patrice Caurier destaca por un minimalismo no exento de un tradicionalismo eficaz pero que empieza a cansar, a la espera de que el drama japonés pueda verse con nuevas propuestas.
Sin embargo, si se defienden con buenos argumentos, los aires nipones de esta sempiterna ópera pueden resultar balsámicos, a pesar de la tragedia inherente a Cio-Cio San. Una tragedia que pide refinamiento y musculatura a partes iguales si hay una buena batuta en el foso. Y, pese al buen oficio de Paolo Bortolameolli, la cosa no acaba de funcionar, porque el director chileno opta por unos tiempos demasiado languidecidos, sin sacar demasiado partido de los colores de la partitura y con algún problema de concertación. Las formaciones orquestal y coral de la casa cumplieron, sin demasiada imaginación y con puntos de inercia en algunos pasajes.
Sonya Yoncheva es una soprano con un timbre incisivo y una expresividad de eléctrico voltaje en los momentos de mayor intensidad dramática. Pero le falta sinuosidad y no siempre saca partido de la delicadeza del rol, con agudos tirantes en las partes más líricas de la partitura.
Muy correcta la Suzuki de Annalisa Stroppa, refinada y siempre con los pies en el suelo, como corresponde al personaje, junto al buen Pinkerton de Matthew Polenzani en uno de los roles de tenor más antipáticos de la producción pucciniana. El Sharpless de Lucas Meachem tuvo la nobleza y la consistencia inherentes al cónsul estadounidense y entre los secundarios se destacaron muy especialmente el Goro de Juan Noval-Moro y el Yamadori de Carlos Cosías. Y, pese a la brevedad del rol, hay que saludar con un sombrero el debut en el Liceo de Montserrat Seró en la piel de Kate Pinkerton.
No se puede decir que esta temporada el vuelo de la inmortal mariposa pucciniana haya tenido sus mejores noches. Estamos ante un espectáculo correcto, pero que no pasará a la historia porque falta la emoción necesaria al servicio de esa apoteosis melodramática.