Crítica de ópera

Un viejo, conocido olor a elixir cuarenta años después

El Liceu reposa 'El elisir de amore', de Mario Gas, uno de sus espectáculos más icónicos

Nueva reposición del 'Elisir de amore' de Mario Gas en el Liceu
23/11/2025
2 min
  • Gran Teatro del Liceo
  • 22 noviembre de 2025

Por quinta vez, el Gran Teatre del Liceu repone la producción de Mario Gas sobre El elisir de amore, de Gaetano Donizetti, uno de los espectáculos más icónicos de la casa. Cuando se representó por primera vez –en pleno exilio postincendio y en el Teatre Victòria–, el montaje ya se había visto en el Grec (1983) y, diez años más tarde, en el Festival de Peralada, hasta que en el 2005 subió al escenario de la Rambla.

La escenificación de Gas es una verdadera fiesta y no pasa de moda por su energía vital pegadiza. Más de cuarenta años después, ese viejo y conocido olor a elixir amoroso mantiene toda su gracia y buen rollo.

Los tres repartos programados incluyen voces de casa junto a cantantes consolidados y otros que debutan en el Liceu con este título. Éste es el caso, por ejemplo, del tenor neozelandés Filipe Manu –que sustituye en la primera función al todavía indispuesto Javier Camarena–, que exhibe una voz de lírico-ligero bonita, aunque la proyección es mejorable y la emisión de cuello no ayuda. Pero lo dio todo, especialmente en un segundo acto que por lo general resultó mucho más interesante que el primero, musicalmente.

También mejor en la segunda parte, Serena Sáenz ya no hace falta que demuestre nada en estos momentos. Sus dúos con Dulcamara y Nemorino demostraron que su ascensión meteórica está plenamente justificada: buen gusto, buena línea de canto y descarados ataques a los sobreagudos hacen de su Adina una verdadera delicia, pese a la contención expresiva de la soprano catalana en el primer acto.

El de Dulcamara es un papel-caramelo y el gran Ambrogio Maestri hace una creación monumental. El leve desgaste de la voz se compensa con trucos de gran eficacia en la línea del más puro estilo de basso buffo y con una prestación escénica sencillamente magistral.

El Belcore de Huw Montague Rendall fue otro de los principales atodos de la función, por la belleza tímbrica, la rotundidad expresiva y el trabajo actoral del barítono británico. Grata sorpresa, por su parte, la Gianetta de Anna Farrés.

Orquesta y sobre todo corazón hicieron un buen papel, pese a la batuta bastante impersonal de Diego Matheuz, que ocasionalmente cubrió alguna voz que necesitaba menos volumen sinfónico y que tuvo algún problema de concertación.

La alegría final de los asistentes a esta función augura, todavía, una larga vida al mismo Elisir de amore, que ahora ocupa el escenario del Liceu durante catorce representaciones hasta el 15 de diciembre.

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