Crítica teatral

Un alegado feminista con carga sexual

'Teoría King Kong' es una propuesta que golpea con un texto que se desliza bien a pesar de algunas decisiones de la dirección

Una escena de 'Teoría King Kong'
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Teoría King Kong Autora: Virginie Despentes

  • Dramaturgia: M. Àngels Cabré
  • Dirección: Isis Martín
  • Interpretación: Mari Pau Pigem
  • Heartbreak Hotel Teatro. Hasta el 23 de marzo

Esto no va de monos. O quizás sí, porque los hombres tenemos un poco de monos (me gusta la cacofonía). En cualquier caso, según la novelista francesa Virginie Gastos, el gran mono de Hollywood "está más allá del hombre y más allá de la mujer". El mono, dice Teoría King Kong, "está enganchado al vínculo entre el hombre y la bestia, el adulto y el niño, lo bueno y lo malo, lo primitivo y lo civilizado, el blanco y el negro. Es híbrido, antes de la imposición del binario".

El libro, editado en 2008 en Francia y 2018 en España, es una mezcla de referentes biográficos dramáticos de la autora y reflexiones críticas sobre el sexo, sobre la sociedad patriarcal en la que vivimos y sobre la reivindicación de la liberación de la mujer. "El feminismo es una revolución", grita la autora. Al fin, una liberación que ella vivió desde la adolescencia con gozos y dramas y del que M. Àngels Cabré ha hecho una eficaz dramaturgia/compendio siguiendo las siete partes del libro. Diría que lo ha hecho priorizando los apartados biográficos: su paso durante dos años por la prostitución y violación grupal que sufrió a los 17 años, cuando hacía autostop. Al respecto se levantan las reflexiones más íntimas e interesantes de una propuesta que golpea en lo que ya ha sido hablado y discutido en los últimos años.

La palabra directa, ligera y coloquial de la autora (traducida por Marina Espasa) se desliza bien en la voz aterciopelada de Mari Pau Pigem, confrontada con algunas decisiones de la dirección que la limitan. Me refiero, sobre todo, al protagonismo incómodo de un espacio sonoro o partitura que recorre a sus anchas casi toda la función y obliga a la actriz a utilizar un micrófono inalámbrico. Suerte de su magnífica expresividad. No acabamos de entender el porqué de algunas de las acciones que la directora, Isis Martín, ha imaginado para llenar visualmente un relato sin acción. Puro artificio. En cambio, una de ellas es francamente interesante, incluso sobrecogedora: Pigem, cámara en mano en un largo primer plano que aguanta magníficamente y, a continuación, un paseo por la malla de puntas que cubren su cuerpo.

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