Artes escénicas

El fenómeno de masas más apasionado de Catalunya (y no es el fútbol)

A raíz del homenaje de La Cubana al teatro amateur, actores aficionados y profesionales explican sus experiencias como miembros de compañías de aficionados

Un espectáculo de Deixalla 81
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BarcelonaJosep Canet es cerrajero, tiene el negocio en Sant Feliu de Codines y trabaja como autónomo nueve horas cada día. Cuando termina el trabajo, sube hacia el teatro. Desde pequeño, los padres le inculcaron la pasión por los escenarios y él la ha mantenido –y la sigue manteniendo– durante más de 50 años. A la hora de explicar qué le lleva a dirigir y actuar en la compañía Deixalles 81 de teatro amateur, el cerrajero quita el polvo a un recuerdo que tiene bien guardado en la memoria. "Cuando era pequeño, mi padre tenía un juguete fantástico. Se sentaba en un sillón y todo lo que le pasaba por la cabeza lo llevaba al escenario: un mar embravecido, una batalla de espadas. Yo lo veía y solo quería hacer lo mismo, porque era sensacional", explica Canet. Su padre fue el fundador de Deixalles 81 en 1981, cuando él tenía 9 años. En el 2002 él cogió las riendas, y todavía las lleva. Deixalles 81 es una de las compañías asociadas a la Federación de Grupos de Teatro Amateur, que suma 344 grupos en toda Cataluña. Todos ellos, conjuntamente con otras compañías no asociadas, constituyen un tejido vivo y dinámico de teatro realizado por aficionados que alimenta centros cívicos, ateneos y salas de todo el país y que consta de grupos con una larga historia; sin ir más lejos, la AEM Teatre de Lleida y La Teatral de La Caixa, que acaban de cumplir 100 años.

El valor del teatro amateur es conocido y alabado por buena parte del sector escénico profesional. Muchos trabajadores en activo pasaron, de jóvenes, por los escenarios del teatro de aficionados. Sin embargo, a lo largo de la historia este teatro ha sido menospreciado y estigmatizado. Para darle la vuelta, La Cubana ha hecho de su último espectáculo, el exitoso El amor venía en taxi, un homenaje al teatro que no está profesionalizado. "De alguna manera u otra, toda la gente que se dedica al teatro en Catalunya proviene del teatro de aficionados. Es la base del teatro catalán y una de las riquezas que tenemos", explica el director de La Cubana, Jordi Milán, quien reivindica que "el teatro de aficionados existe gracias al esfuerzo de toda la gente que se le dedica pero institucionalmente no se le ha dado". Para Milán, formar parte de estas compañías "te enseña el oficio, porque todo es artesanía pura y tienes que hacer las cosas con un zapato y alpargata". Como los recursos son muy limitados, "lo importante es la imaginación y te ayuda a valorar que con cuatro cosas dejadas de casa se puede crear una historia", señala el director de La Cubana.

Un espectáculo del grupo de adolescentes de Deixalles 81.

Ésta es, precisamente, una de las máximas que transmite Josep Canet a los grupos de adolescentes con los que comparte escenario. "Como lo que hacemos no está ligado a un sueldo, podemos disfrutar del teatro de una forma mucho más altruista y, sobre todo, por gusto. A los niños les digo: «Hagamos teatro porque nos gusta». El compromiso debe ser sincero y, a la vez, lo tenemos que pasar bien. Funcionamos como una asociación de sueños", señala Canet. La definición encaja como un guante con la historia que vivieron los miembros de la compañía deAlma, el musical que inauguró la pasada temporada el Teatro Nacional de Cataluña y que volverá a partir de febrero al Teatro Tívoli. Unos años antes de esta aventura llena de triunfos, Paula Malia, Victor G. Casademunt, Oriol Burés y Gara Roda eran unos adolescentes que soñaban con levantar un espectáculo y abrazar la magia del teatro cuando aún no los conocía a nadie. "Nos conocimos en la Escuela Eòlia cuando teníamos unos 16 años. En vez de ir a hacer botellón, cogíamos un tren y nos cerrábamos en el Esbart Dansaire de Rubí, donde ensayábamos escenas de nuestros musicales preferidos. Era nuestra manera de pasar el fin de semana", recuerda Paula Malia.

La actriz entró en contacto con el teatro por primera vez gracias a su abuela Roser, que formaba parte de una compañía de aficionados. "Ella quería ser actriz, pero mi abuelo nunca acabó de entenderlo. Hacía teatro amateur en el Centro Católico de Sants y, desde que yo era pequeña, nos llevaba a hacer Los Pastorcillos. Recuerdo ir a ensayar por las noches con un frío que pela. Todo nace de ahí", explica Malia. Para la intérprete, el oficio se crea a menudo en estas compañías que construyen un espacio "donde no hay dinero ni crítica, pero tampoco la presión y la responsabilidad ligadas a la profesionalización". Malia concluye: "En el teatro amateur, todo es autenticidad y amor para contar una historia. Espero que esto nunca se pierda".

"Un cambio enorme en mi vida"

A menudo, los miembros de las compañías de aficionados llegan de pequeños, pero a veces también van a parar por caminos inesperados. Es el caso de Ramon Micó, miembro de Bajo Cabina, de los Lluïsos de Gràcia. "Un verano de hace trece años acababa de dejarlo con la pareja y estaba muy triste. Necesitaba tener contacto con gente y rehacer mi círculo de amistades", explica Micó. Así fue a parar a uno de los grupos históricos de Barcelona y acabó convirtiendo a aquella afición en su vocación. "Fue un cambio enorme en mi vida. Entonces estaba estudiando ingeniería geológica, una doble titulación. Me apasionaba, pero las salidas laborales no me convencían y tenía la incertidumbre de qué hacer cuando terminara la universidad. El teatro fue mi salida", detalla Micó.

Durante un tiempo combinó la tarea como monitor de teatro de niños y jóvenes de los Lluïsos de Gràcia y las actuaciones con Sota Cabina. "Íbamos a hacer bolos y nos pasábamos todo el fin de semana fuera. Siempre era como una aventura. El teatro te obliga a compartir cosas íntimas, y se acaban generando vínculos especiales", dice Micó. En el vodevil Políticamente incorrecto interpretó su primer protagonista y con El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas se estrenó en la dirección. Más tarde dio el salto a la profesionalización con espectáculos como Silencios (2019), El último día del hombre perro (2023) y la reciente ¡Hay! I'm Steven –que pudo verse la temporada pasada en el Maldà–, sin despegarse de su labor en Bajo Cabina. "El teatro es muy necesario, sobre todo entre niños y adolescentes, si se toma en serio. Desde el juego absoluto son capaces de experimentar lo que les pasa, verbalizarlo y entenderlo. Cuando trabajaba con jóvenes veía cómo se soltaban y se liberaban. Es un proceso muy bonito", subraya.

Una escena de 'El marido ideal' en el Teatre de Sarrià.
Presentación del nuevo espectáculo musical de La Cubana 'El amor venía en taxi' en el Teatre Romea.

Justamente esta oportunidad de jugar con los personajes y convertirse en alguien totalmente diferente al escenario es el motivo principal que llevó a Francesca Iglesias a formar parte de la compañía del Centro Parroquial de Sarrià. "La primera vez me apunté para desconectar de mi día a día. Me permite ser otros personajes, salir de mí. Como tengo papeles pequeños, me divierto mucho sin grandes responsabilidades en el escenario", explica Iglesias. Hace relativamente poco que es miembro –entró en el 2021– pero ya ha creado fuertes vínculos con las nueve mujeres de la compañía. "Charlamos mucho entre nosotros, después de ensayar vamos a cenar y nos contamos la vida. El teatro nos liga de una manera especial", señala Iglesias. Esta relación las llevó hace pocas semanas a Londres. "Estamos preparando una versión de La ratonera de Agatha Christie y alguien dijo que era uno de los espectáculos que llevaban más tiempo representando en el Reino Unido. Fuimos a verla juntas, fue fantástico", recuerda Iglesias.

Volver al pueblo lo que te ha dado

Entre las personas que forman parte de compañías de teatro amateur existe un sentimiento compartido de agradecimiento hacia este arte y hacia la comunidad que les acoge para hacerlo. Uno de los casos más representativos de esta necesidad de devolver al pueblo lo que le dio es el del actor Ernest Villegas, que ha llevado a la Sala Cultural El Teatro de Sant Miquel de Balenyà una programación de primer nivel con espectáculos como Historia de un jabalí con Joan Carreras, Lo imposible con Lluís Soler y Fairfly de La Calórica. "Empecé con la mítica Los Pastorcillos, tenía nueve o diez años y hacía de Rabadà", recuerda Villegas. Cuando era adolescente, junto con otros compañeros del pueblo, consiguieron las claves del teatro y lo transformaron de arriba abajo. "No queríamos limitarnos a hacer Los Pastorcillos, el drama de Sant Jordi y la obra de la Fiesta Mayor. Echamos el escenario al suelo y cambiamos las gradas de sitio. Alguna gente del pueblo nos dijo de todo, pero entonces empezaron a venir y les gustó", explica Villegas.

El actor pudo ser "un hombre que no quiere salir de su pueblo y se queda allí ensayando tres veces a la semana a las nueve de la noche", pero se reflejaba en intérpretes profesionales - pesado y comprometido", admite–. Así se marchó a Barcelona, ​​entró en el Colegio del Teatro, se formó y convirtió aquella afición en su trabajo. "Profesionalizarse implica, a veces, aceptar proyectos que quizás no te apetecen. En cambio, con el amateur haces lo que te gusta y se crea un colectivo increíble, con gente que sabe hacer muchas cosas, no sólo actuar", dice el intérprete. Aquellos inicios en el teatro de aficionados, añade, le han "dado todo", desde "una manera de vivir y de comunicarse" hasta "la ánimo". que estaba en deuda y, por eso, decidió hacer crecer el teatro del pueblo de forma altruista, combinando la programación habitual de la sala –y las clases de yoga y de zumba, porque es un espacio polivalente– con seis o siete funciones anuales de montajes profesionales de pequeño formato que, a menudo, se quedan lejos de los pequeños municipios.

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