La silueta de la saltadora británica Tracey Miles es captada durante una competición de saltos de los XXV Juegos Olímpicos en 1992 en la Piscina Municipal de Montjuïc.
07/06/2025
Periodista, Doctor en Ciencias de la Comunicación y Músico.
5 min

Cristina Oliver i Atar fue saltadora del Club Natación Barcelona (CNB), campeona absoluta de Cataluña y de España e internacional con distintos premios en Europa en las categorías infantil y juvenil. Se dirige al Defensor del Lector con un correo tan aseado y bien argumentado con pruebas como demoledor en su queja: publicamos una foto de ella pero diciendo al pie que es otra.

"Me permito contactar con usted para plantear un problema referente a la incorrecta utilización e identificación de cierta imagen aparecida en su diario del día 22 de mayo de este año en la versión digital y en las redes (Instagram). Concretamente, una de las usadas en el artículo publicado por Toni Padilla con el título: "La fotografía más icónica de Barcelona 92 ​​es de un deporte que no podemos practicar en la ciudad". En el artículo se ha añadido una foto de un salto realizado por una saltadora con la imagen de Barcelona al fondo a la versión digital dicen que se trata de la saltadora británica Tracey Miles durante una competición de saltos del año 1992 en la Piscina Municipal de Montjuïc. competición de los Juegos. La saltadora que aparece soy yo, Cristina Oliver y Atar".

La señora Oliver me detalla punto por punto como la revista Time tomó esa foto de un "ángel adelante con medio tirabuzón", que se conoce como "salto 5111A", mientras que Tracey Miles hace un "ángel atrás" (se encuentra en Internet), y las competiciones de los Juegos y oficiales en general se hacen desde plataformas más altas que la de la foto, a Pedro. La Vanguardia, con Oliver sobre un fondo de Barcelona, ​​se realizaron antes de los Juegos y con ella, que podía hacerlo porque no estaba concentrada en no participar.

Toni Padilla me cuenta que la foto era una ilustración en principio de un post en Instagram, que no se consultó en la sección de Deportes, pero que en el texto no se hablaba de la saltadora –el tema era otro– y llegó mal referenciada por las agencias. "Detectar el error era muy difícil y más cuando el artículo no habla de ella".

Las rutinas periodísticas dan por fiables a las agencias, y al menos hasta hoy, entraba en la normalidad no realizar comprobaciones de fuentes autorizadas y solventes; no hay luto. Pero esta praxis debe cambiar de acuerdo con la irrupción de la inteligencia artificial, tema debatido en la última reunión internacional de Defensores del Lector, y yo añado que, en el caso de nombres de personas y de imágenes, debemos ser cuidadosos incluso más allá de la IA. El Aula Virtual del Colegio de Periodistas apenas anuncia una clase que contempla las "estrategias de verificación de fuentes visuales y textuales".

El derecho a la propia imagen acumula ya tanta jurisprudencia que incluso las fotografías de los festivales de fin de curso de escuelas –ahora estamos– se han sometido a regulación. Equivocar los nombres de las personas, por otra parte, es un error de grosor, porque somos quienes somos y tenemos el derecho de ser quienes somos; tanto que los certificados de nacimiento, aunque intrínsecamente están en puridad lógica perdurables, suelen tener validez de tres a seis meses, que así les aseguran.

Acabo cómo termina la carta que me envía Cristina Oliver, no veo un final mejor para asociarlo a la belleza de la imagen de su salto:

"La imagen que ha utilizado el ARA es icónica, como tantas otras de aquellos Juegos Olímpicos. Imágenes en las que participaron muchas personas, deportistas y voluntarios. Creo que sería justo reconocer a las personas quienes colaboramos. Y como último apunte, pienso que también debe ser motivo de orgullo y reconocimiento que una imagen tan icò.

Una flor no hace verano o la maldición de las generalizaciones

La lectora Pilar Cervera me dirige este correo: "Hago referencia al "Enraonem" de la Sra. Carla Turró del sábado (31 de mayo) con Dª. Alba Cardalda. Con todos mis respetos por esta psicóloga y neurocientífica, creo muy poco acertada su opinión sobre que "las generaciones nacidas antes del 2000 somos analfabetos emocionales". Quizás ella se sienta así, pero encuentro muy fuerte y poco acertado que lo generalice. Tengo 80 años, 3 hijos, 7 nietos (de 25 a 7 años) y muchos amigos de distintas edades y generaciones y puedo constatar que lo que dice no es cierto”.

En primer lugar, el Defensor del Lector debe precisar que las opiniones son sagradas y quedan afortunadamente fuera de su jurisdicción salvo casos –ya comentados en la sección del pasado pasado 11 de mayo– que sean ofensivos, insultantes o vulneren el derecho al honor, que no hace caso. En mi cometido, pues, tengo que velar para que en el ARA todo el mundo pueda decir lo suyo, sea en los artículos firmados, sea en el género de la entrevista, donde el periodista debe ser escrupulosamente fiel a lo que dice el entrevistado, como hace Carla Turró. Hay medios o profesionales que incluso dejan leer las entrevistas antes de publicarlas y, si son temas delicados, llegan a pedir el visto bueno con firma del entrevistado.

"Desapruebo lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo", escribió Claude-Adrien Helvétius –y no Voltaire, como a menudo se cita–, sin embargo, apeado este principio esencial de la libertad de expresión, nuestro bien más preciado, alertaré sobre las generalizaciones en el periodismo. Por pasiva: la entrevistada tiene todo el derecho a endosar analfabetismo emocional a los mayores de veinticinco años y en un ámbito de ámbitos de la anchura de las generaciones, pero el periodismo debe tener cuidado cuando el emisor es él. La cuestión que sí me corresponde, pues, es alertar sobre las generalizaciones cuando son nuestras, no de los colaboradores o entrevistados sino de los periodistas, y que se convierten en perversas cuando hechos delictivos, que con el derecho penal a la mano sólo son obra de sus autores, se extienden a un colectivo vulnerable como la inmigración de tal o cual país.

A veces, desde un par de fuentes se hace una inducción y se eleva al sujeto al colectivo del que forma parte y, naturalmente, el margen de error se acumula; como escribió el filósofo Keyserling, "generalizar es siempre equivocarse". Como dice, tan bien como de costumbre, el refranero catalán: "Una flor no hace verano".

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