Mapi León, celebrando su gol ante el Madrid CF
18/02/2025
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BarcelonaAntes de que Mapi León marcara el gol del empate ante el Madrid CFF, el público del Johan Cruyff ya la había aplaudido y también había coreado su nombre en el minuto 4, el número de su dorsal. Como siempre, como si nada. Algo funciona rematadamente mal si una jugadora toca las partes íntimas de otra –todo el mundo puede verlo en unas imágenes que se hicieron virales y que aunque no eran inequívocas sí son suficientemente claras– y que lo siguiente sean gritos y aplausos, como si nada.

Lo que ya se ha dejado de normalizar en la sociedad, pese a la esperada reacción de los ultras, misóginos y machistas, no debería naturalizarse en el mundo del fútbol. Si ya habíamos aprendido el "hermana, yo sí te creo", no comprendo cómo se puede cuestionar a Daniela Caracas. Dolors Ribalta, directora del fútbol femenino del Espanyol, fue contundente: "Daniela nos ha dicho clarísimamente que hubo un tocamiento". Y el comunicado de Mapi León relacionando su caso con el juicio a Luis Rubiales y apuntando a una campaña para dañar su imagen incide en la narrativa de siempre: que las mujeres inventan. En serio, paremos un momento: ¿Qué interés puede tener Daniela Caracas en afirmar que Mapi le tocó las partes íntimas? ¿Ahora resulta que la futbolista colombiana es una agente encubierta de Rubiales, Vilda, Luque y compañía?

A la ola de odio en las redes sociales promovida por la escoria habitual se han sumado los bufanderos, que son capaces de defender lo que sea si llevan su escudo y los colores de su camiseta. Y las necesarias denuncias sobre la utilización del tocamiento con el objetivo de minimizar la violencia machista, estructural, añadiendo más leña al fuego en la terrible fobia hacia la comunidad LGBTIQ+, no pueden, o no deberían poder, tapar que una futbolista, Daniela Caracas, asegura que Mapi León vulneró su intimidad. Tampoco se entiende que la respuesta de la afición azulgrana justo una semana después haya sido aplaudir y corear su nombre, apoyarla sin fisuras. Insisto: lo que ya no toleramos como sociedad no puede pasarse por alto ni justificarse porque haya una pelota de fútbol de por medio, pulsaciones altas y emociones a flor de piel. Y por si sirve de algo: Daniela, yo sí te creo.

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