El Barça cae en el Wanda y pierde definitivamente el norte (2-0)
El día que Laporta ratifica a Koeman, el Atlético desnuda las miserias de un equipo que ha ganado apenas uno de los últimos seis partidos
BarcelonaEl Barça es una olla de grillos. Después de buscarle un sustituto por medio mundo, Laporta decidió confiar en Koeman justo antes de un nuevo desastre táctico del técnico neerlandés, que se rompía la garganta desde el palco donde veía el partido sancionado, llamando por teléfono mientras sobre el césped sus jugadores eran incapaces de hacer frente a un Atlético de Madrid que le dio dos bofetones (2-0). La primera derrota en la Liga, cierto. Pero de los últimos seis partidos el Barça ha ganado apenas uno contra el Levante, encajando más goles de los que ha marcado. Y las dos actuaciones, en Lisboa o Madrid, son propias de quien ha perdido el norte.
En manos de un buen guionista, todo lo que está viviendo el Barça podría ser una comedia, pero la realidad es bien triste. Un entrenador encerrado en un palco privado dando gritos, Piqué y Sergio Busquets discutiendo después del primer gol local, el vicepresidente Rafa Yuste haciendo una mueca mientras intenta hacer ver que nunca se ha dudado de Koeman y, cómo no, el gol de un ex jugador, Luis Suárez. Habría podido ser peor, pues también no marcó Griezmann. Simeone lo dejó en el banquillo y acertó, confiando en Lemar y Joao Felix, que hicieron añicos un sistema defensivo azulgrana tan poco eficaz como dejar a un solo profesor de 65 años intentando controlar a 50 adolescentes en un viaje de fin de curso. Simeone, como ya había hecho Jorge Jesús en Lisboa, ganó la partida táctica a Koeman. Jaque mate. Con su estilo defensivo, está claro. Con este juego que te lleva a preguntarte si no podrían jugar mejor, con hombres como Joao Felix o Lemar. Una propuesta que genera debates, pero reconocible. Todo el mundo sabe qué hace, todo el mundo juega al servicio de una idea.
El Barça, en cambio, es un lío. Koeman arrinconó por fin el sistema de tres centrales ante un rival de renombre, dando un paso adelante con un medio del campo donde, como había pasado contra el Levante, los jóvenes Gavi y Nico tenían minutos. En ataque, sin embargo, decidió hacer jugar a un Memphis que pasaba más rato fuera del área que dentro, acompañado de un Coutinho que tiene saudade recordando los años en los que era una estrella. Ya no lo es. Un 4-2-3-1 poco trabajado, en el que el Barça dejaba tantos agujeros, que el Atlético entendió rápido que se podría poner el babero para disfrutar de una buena cena. Si colectivamente el Barça ya era un drama, los defensas añadieron decisiones equivocadas. Piqué iba arriba y abajo superado, como Mingueza. Y Araujo, que normalmente gana los duelos individuales, vio cómo Joan Felix le rompía la cintura siempre que quería. Al primer gol, el Atléico movió la pelota tan rápido que los jugadores del Barça parecían que ni la vieran. Y Lemar batió a un Ter Stegen que se ha dejado llevar por la deriva colectiva. El segundo gol fue una contra justo antes del descanso, en la que Luis Suárez estaba completamente solo, listo para marcar y pedir disculpas al barcelonismo, pero levantando la vista hizo el gesto de una llamada, buscando con la mirada a Koeman, que lo echó por teléfono. El uruguayo conseguía por fin la venganza que llevaba tanto de tiempo esperando.
Ansu, irreducible
De nuevo contra las cuerdas, Koeman hizo entrar primero a Sergi Roberto por Nico. No cambió nada. A los 65 minutos se encomendó a la magia de Ansu Fati, pero él solo no puede hacer milagros, especialmente si juega en un equipo que transmite la sensación de improvisar tácticamente, con ideas poco trabajadas, y tanta inseguridad, que Coutinho perdonó un gol claro después de una gran jugada de Gavi. Una gran improvisación en el banquillo y también en el palco, donde después de tantos días haciendo un casting de entrenadores, se decidió confiar totalmente en un Koeman que confía en cambiar la situación cuando recupere a los delanteros lesionados, como Agüero o Dembélé. Hay que tener motivos para seguir creyendo, puesto que partidos como los de esta semana no ayudan a mantener la fe. Cada contra del Atlético anunciaba tambores de guerra, mientras que el Barça buscaba una y otra vez a Ansu Fati, que tiene una autoestima tan alta que en pocos minutos intentó tres o cuatro chuts. Siempre muy defendido, pero siempre dando la cara. El 10 que llevaba Messi no lo asusta, pero el Barça, aunque duela admitirlo, sigue añorando al argentino. Cuando todo parece hundirse, necesitas un salvador. Y el rol que hacía Messi tantas veces, ahora no lo interpreta nadie. Y cuando no tienes ni ideas ni un salvador, acabas desesperado. Y así acabó el Barça, haciendo entrar a Luuk De Jong para empezar a poner centros en el área contra uno de los equipos que mejor sabe defender. Ataques llenos de impotencia, mientras cada contra del Atlético hacía sufrir imaginando el gol de un Griezmann que ya estaba sobre el césped. Habría sido la broma final de una comedia que no hace gracia. Cada partido que pasa, el Barça parece más perdido.