Hace poco más de un año, cuando el Barça fichó a Ilkay Gündogan, se llenaron páginas y tertulias elogiando al jugador. Su currículum era impecable: capitán del City de Guardiola que acababa de ganar la Champions y de la selección alemana. Un tipo educado, competitivo, discreto, centrado. De los 53 partidos que disputó el equipo de Xavi el alemán jugó 51, incluyendo por ejemplo la eliminatoria de Copa del Rey en el campo del Barbastro. Es decir, que objetivamente ni su profesionalidad ni su compromiso se pueden poner en duda. Un año después, Gündogan no solamente está siendo cuestionado, sino que es el propio club el que está promoviendo y divulgando que su salida sería muy ventajosa. Lo están presionando, vaya, para que se pire. Igual que hicieron hace dos veranos con Frenkie de Jong.
Los motivos para empujarlo a que se marche no son deportivos ni tienen que ver con su capacidad, su disposición ni su contrastada profesionalidad: tienen que ver única y exclusivamente con dinero, con el que el Barça no tiene, concretamente, y con la urgencia de inscribir al único fichaje estrella, Dani Olmo, cuanto antes. Las explicaciones de Hansi Flick sobre Olmo, afirmando que aún no estaba en forma y por eso no lo convocaba para el debut en Mestalla, no colaron porque Pedri, que había entrenado aún menos que él, no solo viajó a Valencia sino que hasta jugó en la segunda parte. Como el club sigue sin hacer los deberes por cuarto verano consecutivo –a pesar de la predisposición de Tebas y de los reiterados mensajes optimistas de Laporta–, para inscribir a Olmo necesitan aligerar masa salarial. Y Gündogan, junto a Lenglet, son los elegidos después de que otras opciones como Araujo, Ansu Fati o De Jong hayan quedado descartadas por lesión.
Alejandro Echevarría, que no tiene cargo ni sueldo pero es el perejil de todas las salsas que se cuecen en Can Barça, está encargándose personalmente de promover la campaña “sería estupendo que Gündogan se fuera” porque así el foco se pone en un jugador y no en la desastrosa gestión de su cuñado, el presidente del club, para más señas. Porque así, en fin, la atención se desvía y no se habla de lo obvio: cómo es posible que otro año más no hayan cumplido con lo prometido y anunciado. Y lo más curioso es que, por ahora, les funciona. Pero si Olmo no está inscrito para el Athletic, la culpa no será de Gündogan.