¿Es ético que los directivos del Barça cobren en especias?

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El presidente del Barça Joan Laporta

Cuando ya había terminado el entrenamiento previo al partido de Nápoles, un grupo de directivos, ejecutivos e invitados del Barça saltaron al césped del Diego Armando Maradona para hacerse una fotografía de recuerdo. Por unos instantes hicieron tanta juerga que el ruido se oía desde las puertas de acceso al estadio. Fuera los esperaban dos autocares, con un pequeño cartel que los identificaba como el transporte de la expedición azulgrana. Viajaron con el equipo el martes por la mañana y volvieron a casa con el mismo chárter que los futbolistas y el cuerpo técnico.

Hasta cierto punto, se puede considerar muy normal que el equipo esté acompañado de los directivos de mayor peso en un desplazamiento europeo. Allí estaban el presidente, Joan Laporta, y el vicepresidente deportivo, Rafael Yuste, además de las caras visibles del área deportiva, Deco y Bojan Krkic. Pero no eran los únicos, ni mucho menos. Tal y como enumeró Culemanía, también estaban Joan Soler, directivo responsable del fútbol formativo, y los vicepresidentes Eduard Romeu (área económica), Elena Fort (institucional) y Juli Guiu (marketing). Y otros directivos, como el portavoz Mikel Camps o los responsables de secciones Josep Cubells (baloncesto), Xavi Barbany (hockey) y Joan Solé (balonmano). En la lista de invitados había otros ejecutivos como Enric Masip (adjunto a la presidencia) y Manana Giorgadze (jefe de gabinete). Todos viajaron a cargo del club.

Una presencia masiva que generó sorpresa y que no ha estado exenta de críticas por parte de los aficionados de piedra picada. La respuesta del club está clara. Que el cargo de directivo es honorífico y que, como contrapartida, existe cierta manga ancha en estos desplazamientos. Lo que toda la vida se ha conocido como cobrar en especias.

¿No se suponía que el Barça vivía en un contexto de austeridad y recortes? Es un club privado, sí. La directiva de turno marca las reglas del juego y puede decidir invitar a quien quiera y cuando quiera. Pero el partido en Nápoles no era una final de la Champions. Ni siquiera una de Copa. Está bien ser generoso con los tuyos, pero hay que cuidar las formas.

Porque no es muy estético organizar un viaje de cinco estrellas al tiempo que dices a los usuarios del programa FCB Desplazamientos que no puedes montar un vuelo para los aficionados por falta de presupuesto. Un avión que costean casi por completo los seguidores y que el club solo subvenciona en un porcentaje mínimo. El millar de aficionados que fueron al partido, algunos con escalas inverosímiles en Roma, tuvieron que pagarlo todo de sus bolsillos.

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